A Liz no le importaba morir... hasta que la amenazaron. Su vida, ya sumida en el caos, se complica aún más cuando secretos y mentiras empiezan a salir a la luz. Entre la traición de quienes la rodean, el embarazo inesperado de su mejor amiga, y una...
El necio al punto da a conocer su ira; Mas el que no hace caso de la injuria es prudente. Proverbios 12:16
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Liz agarró la mano de su hermano. Quiso bajar un escalón pero el vecino señaló con el cuchillo a Evan.
—Entrad.
La mayor calculó rápidamente las opciones. Contra el guardaespaldas no podría luchar. Pero, contra un señor con un arma blanca,sí. Escuchó pasos bajando.
Entró. El viejo cerró la puerta. Liz mantenía a Evan detrás de ella.
El hombre suspiró agotado.Dejó el osito en la mesa, mirándolo con nostalgia. Liz recordó las últimas palabras de Alex. Se estremeció. El hombre abrió una bolsa oscura. Sacó dos peluches pero logró visualizar que estaba llena de ellos.
— ¿De dónde los sacaste?
—La gente los tira. No saben lo valiosos que son
La distancia entre él y la joven era amplia. El hombre dejó el cuchillo sobre el fregadero lleno de platos. Liz no se tranquilizó.
— Alex habló de peluches —confesó. Sabía que lo conocía, era el amante de Rosa. Debía subir por las escaleras para sus encuentros.
— Es un asesino.
El hombre la miró a los ojos. Lleno de ira. Vio sus pupilas y supo que la droga latía por sus venas.
—¿Qué hizo ? — preguntó con énfasis. Le creía. Nunca tuvo piedad de nadie. Como ella. Se mordió el labio, podría haber acaba muerta como su ex. Si no fuese por la misericordia que Dios tuvo con su alma.
— Mató a mi hijo. Tenía solo siete años. El día anterior me pidió un peluche... Solo uno. Yo iba a dárselo aquella noche pero salió con sus amigos del barrio y una bala perdida... ¡Alex lo mató!
—¿cuando ?
—Hace dos años
Liz recordaba aquel tiroteo. Sucedió entre los Dragons y los indomables tras la muerte de Laura. La sed de venganza de Kek ocasionó muertes en dos tercios de los Dragons. Aun podía escuchar los disparos. Alex estuvo en aquellas calles, disparando. Ella se quedó en el iglú.
—Lo siento— susurró.
—No sabes de lo que eres capaz hasta que hacen daño a un hijo tuyo —expresó el hombre.
— Tú...
No logró terminar la frase. Lo supo.
—Sí. Fui yo. Podría haberlo hecho antes pero siempre estaba él —señaló a Evan tras ella.
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