La lluvia caía como si fueran lágrimas derramadas por el todo poderoso, o bueno, esa es la historia que le había inventado su madre de pequeña tras preguntarle ¿Por qué llueve? Ella miraba a través de la ventana del auto como Nueva York había seguido funcionando sin ella en el. Los autos marchando de prisa, las motocicletas zigzagueando entre ellos para acortar los minutos que seguramente llevan de retraso, la gente marcando el mismo paso apresurado sin importarle siquiera quien iba a su lado.Se inclinó hacia el costado apoyando su sien contra el frio vidrio dedicándose esta vez a mirar su móvil que descansaba entre sus manos. Las luces de afuera que colgaban de los postes marcaban un camino lineal en aquella avenida. Es curioso como el silencio dentro del auto puede ser tan extraño contrastado con lo que pasa fuera.
— Hemos llegado — anunció su madre estacionando frente a su casa – Ya cambia esa cara.
Como si eso fuese posible. Había pasado un excelente verano, con amigas, yendo a fiestas, tomando sol, jugando en la playa y conociendo a su perfecto amor de verano. Amor que tuvo que dejar en las playas de Los Cabos. Cero mensajes, cero llamadas. Su móvil parecía no tener vida, y Alex parecía no querer dar señal alguna.
Con desgana tomo su bolso de mano, se colocó la capucha de su campera y bajo corriendo hacia la puerta de su casa. Odiaba la lluvia, le tenía miedo a las tormentas, maldecía el invierno.
Se quedo allí un momento tras sacudir su campera por las gotas que caían de su capucha. Todo seguía completamente igual, personas caminando bajo los paraguas, vecinos encendiendo sus chimeneas para obtener un poco de calor hogareño. Se sentía fuera de lugar, desconectada de esa ciudad, sola, vacía y aburrida sin apenas haber pasado una hora allí.
En unos meses estaría pisando los 20 años de edad y las preguntas volvían a martillar su cabeza. ¿Vale la pena seguir? ¿Este es mi lugar? ¿Tome la decisión correcta? Los ojos de sus padres estarían sobre ella tras haber decidido abandonar la carrera de leyes e inclinarse a comenzar una completamente diferente. Si fuese por ella hubiese querido algo referido al arte, pintura, dibujos, escultura… pero su padre fue claro a la hora de financiar sus estudios.
— "Solo pagare si la carrera vale la pena y te dará un futuro asegurado" —
¿Futuro? Ni siquiera sabía que quería desayunar cada maldita mañana. Pero se limitó a asentir y elegir algo que se asemejara a sus intereses y los de su padre.
Suspiró creando vaho con el crudo frio ¿Cuánto tiempo tendría que vivir con aquello?
La puerta de entrada hizo su clic característico anunciando una figura detrás de ella.
— ¿Te quedaras mucho tiempo allí sin darme mi abrazo? — sonrió dándose media vuelta para encontrar un par de brazos abiertos esperando por ella. Los únicos que valían la pena allí dentro.
— Prepárate porque he guardado uno gigante para ti hermanito — soltó su bolso a un lado de sus pies y se aferró al cuello de su hermano. – ¡No, Tian! Bájame – pidió entre carcajadas por las vueltas que su hermano le daba.
— Quinn, por si no te has dado cuenta en casa tenemos una ducha. No creo que sea buena idea bañarse aquí fuera.
— Ja ja — Rió sarcásticamente esbozando una amplia sonrisa dándole un empujón a su hermano
— En serio, hueles asquerosamente horrible.
— Eres tu pequeña rata — bromeó levantando su bolso — Te ves bien, ¿Te has estado ejercitando?
— Supongo que eso quiere decir que me veo lindo y guapo — levantó sus cejas coqueteando. Sus ojos color verde oscuro brillaban por el cumplido – De todos modos la chica que quiero no se fija en mi.