Desperté poco a poco, sintiéndome algo desorientada o dolorida, pero felizmente agotada y excitada. Mi habitación se bañaba ya por la clara luz proveniente de afuera, los pequeños rayos que se atrevían a colarse entre medio de las persianas. Inhale y sonreí sintiendo en mi interior como el ideal de felicidad comenzaba a gustarme.
Gire mi rostro encontrándome con mi cama vacía y todo en mi se desmorono. ¿En verdad solo había sido un sueño?
- ¡Demonios! - Gruñí dejando caer ambos brazos a los costados de mi cuerpo. ¡Lo sentí tan real!
Cerré mi ojos sintiendo como mi mentón comenzaba a temblar por el llanto inevitable que se asomaba desde mis adentros. ¿Cómo demonios había podido soñado algo tan real?
- ¿Cariño? - gire mi rostro y abrí los ojos asustada viendo como ella se detenía debajo del umbral de la puerta que conduce al baño, frunciendo su ceño suavemente. Volví a cerrar mis ojos esta vez escondiendo el rostro entre mis manos, sin poder controlar el llanto que se alojaba en mi pecho. Solo oí los pasos apresurados de Rachel y luego como su cuerpo se anclaba junto al mío rodeándome con sus brazos para comenzar a mecerme - Quinn... dime que sucede, por favor - tan solo escuchar su voz quebrada me devasto por dentro - Cariño... me estas asustando. - Susurró a la vez que con sus movimientos intentaba calmarme junto a un suave "shh"
¿Qué demonios pasaba conmigo?
Intente abrir mis ojos pero de tan solo ver como su brazo se enroscaba en mi cuerpo nuevas lagrimas volvían a salir. Mi conciencia me la estaba jugando esta vez. Dentro mio sabía que estaba mal. Le estaba mintiendo a Rachel en su propia cara y la culpa comenzaba a crear grandes remordimientos en mi mente. El miedo de perderla, el miedo de haber soñado todo aquello fue la gota que rebalso el vaso. Pensar que no la había tenido, o peor aun que la había perdido provoco el nudo que se alojaba aun en mi garganta.
- ¿Cariño? - con sus suaves manos tomó mi rostro, luego de un prologando silencio donde mi cuerpo había dejado de sacudirse por los sollozos, y limpió los restos de lagrimas que aun permanecían en mis mejillas. Vi sus ojos. Su mirada preocupada, asustada, acumulando lágrimas que no deseaba derramar para no hacerme sentir peor.
En ese momento supe que debía decirle la verdad. Ahora mismo.
- Rachel... - dije con mi voz entrecortada, intentado tragar el nudo que no me dejaba hablar. - Yo... - mi mentón tembló cuando ella asintió a la espera de mis palabras - Debo confesarte algo.
Ella solo frunció su ceño limpiando las nuevas lágrimas que salían una vez más. - Te escucho - dijo antes de dejarme un beso en la nariz.
En mi mente se creó el pensamiento que quizá ese sería su último beso. El último beso que recibiría de Rachel Berry. Abrí mi boca y ella me sonrió al verme como una estatua sin poder moverme. Fue lo que basto para agarrar su cuello con mi mano libre y acercarla a mis labios rápidamente.
Se sentía extraño. Saber que sería el último beso tornaba todo aun más complicado y extraño, escribiendo en mi mente a fuego el sabor de Rachel y su gemido entre mis labios. Mis ganas debían detenerse ahora mismo, debía hablar. Decir la verdad. Pero ella me rodeo con sus brazos empujando mi cuerpo sobre el suyo, logrando desconectar mi mente al completo.
En el momento en que ella abrió su boca para colar su lengua dentro de la mía, sintiendo como su mano apretaba mi trasero desnudo supe, que en mi mente memorizaría algo más que sus besos.
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- ¿Quinnie? - Oí la voz de mi madre a lo lejos y entendí que estaba detrás de mi puerta, haciendo el intento de abrirla tras haberle puesto seguro. Abrí mis ojos asustada y gire mi cuello hacia el otro lado encontrándome de lleno con el rostro de Rachel y su pelo desparramado sobre una de mis almohadas, enroscando su cuerpo entero y desnudo al mío. Mi corazón bombeaba alocado agradeciendo haber puesto seguro en la puerta.