Capitulo Veinticuatro

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Si tan solo hubiese sido fácil borrarla de mis pensamientos ahora mismo no estaría pensando en solo besarla mientras me habla sin parar dentro de su auto. Cada vez que pensaba que por fin había conseguido olvidarla durante un día completo, ella volvía aparecer burlándose de mi incapacidad para ello, tomándome con la guardia baja durante la noche.

Cualquier cosa me la recordaba. Desde una estúpida canción en la radio o en mi reproductor hasta una persona en la calle con un simpático gorro de lana, y hay que destacar que estamos en Nueva York, y en invierno... dando como resultado mi día perdido en olvidarla. El olor que solía traer impregnado mi hermano en su ropa o pelo cada vez que lo saludaba, al parecer las mujeres Berry solían inclinarse por el mismo perfume. Me hacia recordarla hasta una estúpida carbonilla.

Me costó casi un mes para llegar donde había estado hace apenas una hora, antes de verla. Un mes donde había logrado enfocar mi mente en lo que vendría, actuando por impulso a la hora de conseguir lo que quería y satisfacer a mi padre en partes iguales. Ahora sabía que no había pensado a la hora de hablar con él y tomar mi decisión definitiva de "no más Rachel Berry". Un mes en el cual tuve varios intentos de su parte para localizarme a mi número y por supuesto al de "Sebastián". Solo basto una semana para volver a caer en ello y responder sus mensajes volviendo a mentir en mi personaje. Mi corazón se apretujaba cada vez que me mencionaba o contaba su día donde me extrañaba y no lo entendía. Mi hermano me pedía que ya acabase con todo aquello, que dijese la verdad o lo contrario dejara de responder sus mensajes. Lo intente. Lo juro. Pero mis ojos siempre buscaban mi móvil, y aquello ya era batalla perdida.

Las cosas se facilitaron un poco al enterarme, luego de esa llamada, que Rachel se había acostado con Anastasia, pero poco duró el efecto de mi enojo teniendo en cuenta que ella llamó algo borracha una madrugada, lloriqueando acerca del hecho de estar arrepentida pero enojándose a la vez por sentirse así sin siquiera haber empezado alguna relación conmigo. Y la entiendo. ¿Qué derecho tengo yo sobre ella? Ninguno. Podía hacer y deshacer a su antojo.

- ¿Quinn?

- ¿Si? - giro mi rostro esbozando una fingida sonrisa. No estaba en mis planes que mi cabeza comenzara a repasar los acontecimientos del último mes ahora mismo.

- Te ha molestado ¿cierto? Mira... si quieres puedo volver a llamar y decir la verdad. Cancelo y podremos ir donde tú quieras... - dice con una rapidez impresionante mientras alterna su mirada entre la calle oscura y mi rostro.

- ¿De qué hablas?

- De la cena... - titubea - Mi madre llamó... - frunce su ceño - Acabo de hablar con ella - ríe algo desconcertada - ¿Dónde has estado mujercita?

Y juro por todos los santos que si ese apodo hubiese venido de otra persona, lo hubiese golpeado directo en la cara pero viniendo de ella... dios, ella podía llamarme de cualquier modo.

- Lo, lo siento... - me acomodo en mi asiento nerviosa por comenzar a pensar nuevamente en probar sus labios. Ya ven como mi mente va y viene constantemente. - ¿Qué decías?

Ella vuelve a reír pero esta vez estira su brazo buscando mi mano, fallando en un principio por acariciar mi muslo, mirando nerviosa de reojo pudiendo encontrar el camino directo a ella. - Lo siento... - balbucea - ¿Puedo, puedo tomarte de la mano?

- Ya lo estás haciendo, Rachel. - Intento tranquilizarla recibiendo un apretón de su parte.

- Como decía... mi madre ha llamado pidiendo mi presencia allí y le he comentado que me encontré contigo sin dejarme explicar mas. Fue suficiente con oír tu nombre para escuchar su grito del otro lado de la llamada - ambas reímos - Y puedo asegurar que casi ha exigido que te lleve a nuestra cena. Lo siento.

AMOR A SEGUNDA VISTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora