Mi día parecía extenderse más de la cuenta. A penas había amanecido hace una hora en donde me dispuse a buscar mis zapatillas deportivas, una calza y una abrigada pero cómoda campera para permitirme correr sin problemas.
Mi padre ya se disponía a desayunar en solitario en la cocina sorprendiéndose de mi presencia.
— Hija ¿Qué haces levantada tan temprano? — dijo quitando la vista del periódico
— Buen día padre… a penas son las siete.
— Es mucho en ti, ¿Te has caído de la cama?
— Algo así — sonreí — ¿Ya te marchas al trabajo? — asintió dándole el último trago a su café y levantándose para dejar la taza en el fregadero.
— ¿Quieres que te acerque algún lugar?
Negué con mi cabeza — No es necesario, tomare el subte y voy en dirección contraria a la tuya. — dije abriendo la heladera para sacar mi botella de agua y algunas barras de cereal.
— ¿Por qué eres tan cabezota de irte tan lejos para correr? Aquí puedes hacerlo perfectamente. — comentó colocándose su abrigo sin quitarme la vista de encima.
— Sabes qué Central Park es el único lugar que logra despejarme. Podría vivir allí tranquilamente si no fuese por los ladrones y el duro invierno que estamos atravesando.
— Claro… y vivir sin tu bolso rosa pequeña Barbie. — Solo hice una mueca con mi boca antes de beber agua — Ten cuidado hija — Beso mi cabeza y se perdió tras las puertas de la entrada.
Se supone que esa misma mañana debería de estarme cambiando para marcharme junto a Amy para ponernos a estudiar. El examen se aproximaba, y si bien no era de vida o muerte tener que aprobar, no quería comenzar la universidad con el pie izquierdo.
Amy llego en un estado lamentable riendo a carcajadas con mi pequeño hermano por el pasillo escuchando labios chocarse contra otros. Mi curiosidad quedo clavada en mi cama al visualizar la figura de Tian despidiéndose de mi amiga en mi puerta.
Desagradable.
No el hecho de que se besuquee con mi amiga, sino el hecho de hacerlo sin reparo frente a mí, manoseándose.
Por supuesto que dentro de unas horas cuando despierten estarán arrepentidos, o eso creería. No demore en enviarle un mensaje a mi compañero avisándole que no podríamos ir en la mañana aplazando nuestro día de estudio hacia la tarde. No le importo, solo me dio un "Ok". Al parecer él odiaba madrugar, no como a mí aunque me gustaba dormir en las vacaciones.
Disfrutaba el cantar de los pájaros, aunque suene cursi y demasiado positivo. Salir de casa chocándome con el crudo frio no me trajo complicaciones, amo todas las estaciones más precisamente el verano, el invierno siendo todo lo contrario no me afectaba, lo único que no me agradaba y nunca lo haría sería la lluvia y los truenos que con ella venían.
Si bien vivíamos apartados del ajetreo constante que presentaba Nueva York, no vivíamos debajo de una cúpula de cristal, como aquella serie que Tian no deja de ver en la TV. Vivíamos lo suficientemente cerca de un subte como para recorrer un par de cuadras y emprender viaje hacia mi amado parque.
Nada había cambiado, como pude corroborarlo tras llegar de mis vacaciones. El transporte seguía abarrotado de gente con sus trajes, o simples estudiantes con sus mochilas. No faltaba la persona con un libro queriendo apartarse del murmullo constante, y obviamente el vendedor ambulante o el cantante rasguñando su instrumento. No soy negativa en ese aspecto, disfruto de la música, pero aquello sin menospreciar parecía el aullido de un gato tras una pelea callejera.