CAPÍTULO 18

1.2K 102 0
                                    

—Um, ¿Lauren?

Con los ojos cerrados, aspirando bocanadas de aire, levantó un dedo.

— Un minuto.

Me preguntaba lo que había querido decir cuando dijo: "Mantenme aquí." Era la segunda vez que me lo había dicho. ¿Era alguna especie de cosa rusa?

Cuando por fin me enfrentó de nuevo, no se molestó en ocultar su asombro.
—Había oído de orgasmos que podían derramarse con tanta fuerza que veía las estrellas, pero nunca lo había creído. Camz, aquello fue una detonación.

En lugar de menear su dolorida mandíbula, se lamió los labios, su mirada entrecerrada. —¿Y habías pensado negarme eso? —Con esfuerzo, se puso de nuevo sobre sus rodillas. Sus manos temblaban mientras aflojaba una de las cintas.

—Me hubiera gustado que hubiera tenido algo que ver con hacerte llegar. —Enderecé mi pierna, haciendo una mueca ante los pinchazos.

Ella comenzó a masajearlas. —¿Quieres decir además de tu sabor, tu aroma, tus gemidos? Tu respuesta arrebatadora me complació. Hablando de lo cual... —Una mirada de orgullo puro iluminó su rostro. —Es una pena que no te puedas correr con el sexo oral.

Esa mirada. —Eres muy caliente cuando eres insufriblemente orgullosa y arrogante.

Soltó y masajeó mi otra pierna.

—Estoy orgullosa, por darte placer profundamente. —Se inclinó para desatar mis muñecas, su polla semidura se bamboleó delante de mi cara.

Necesidad. Me dijo que quería hacer a una mujer como yo adicta a ella. ¿Estaba, yo allí?

Una vez que me había liberado por completo, preguntó: —Entonces, ¿cuántas veces te corriste?

Jugando, golpeé su cadera.
—Cuatro, tonta presumida.

Retiró el cobertor. —Metete dentro.

Me metí debajo obedientemente.
—¿He perdido todo tu respeto?

—Hay muchas cosas que siento por ti ahora mismo. Respeto es una de ellas.

—¿Cómo te resististe a follarme? —La forma en que su pene se había tensado…

—¿Cómo se evalúa la confianza? Probándola. —Me mostró sus palmas. Tenía cortes desiguales y sangre seca manchaba ambas. ¡Había clavado sus uñas en ella! —Fue todo lo que pude hacer para mantener el control de mí misma.

¡Mujer loca!

—¿Por qué es tan importante? Cualquier otra persona simplemente lo hubiera hecho. 

Cuadró los hombros, como si estuviera orgullosa de lo que iba a decir.

—Me recordé que si rompía mi promesa, podría perder la mejor cosa que me ha pasado.

Susurré. —¿Yo?

—Tú, ángel.

Pero yo no era un ángel. Estaba tan lejos de serlo.

—Esos pinchazos de dolor bien valieron la pena la recompensa. —Se levantó, desplegando su espléndida figura. Mi mirada se encontró sobre su pene.

¿Cómo iba a lograrlo yo a través de otra noche sin sexo?

Se dirigió al baño, y me dio un vistazo de su potente espalda y hombros, caderas magras…

Su culo.

Lo bueno que no estoy de pie.

Sus tensas nalgas estaban esculpidas con huecos a los lados. El juego de músculos contrayéndose se burlaban de mis uñas para incrustarse en ellos. Quería agarrar esa carne mientras golpeteaba en mí. Me imaginé pellizcando allí, y un gemido escapó de mis labios.

Se detuvo, y luego caminó una vez más, diciendo: —¿Me estás observando, Camz?

Una risa burbujeaba.

Cuando regresó, se puso su ropa ante mi mirada absorta. No dejaba de pensar, que una diosa acaba de llegar a mi cama

Vestida, se sentó a mi lado.

—Me complace que tengamos las cosas arregladas.

—¿Arregladas? —Oh. Eso.

—Tú y yo somos exclusivas la una con la otra.

Mientras miraba a sus serviciales ojos, pensé, Bueno, podríamos ser exclusivas.

¡Ah! Aparté mi mirada. —No puedo mirarte.

Me pellizcó la barbilla, obligándome a mirarla a los ojos. —¿Por qué, ángel? —Dolor cruzó su expresión.

—Porque me siento como si estuviera bajo algún tipo de hechizo. Me miras así, y no puedo pensar. Y lo peor, me parece que no puedo decirte que no.

—Entonces no me digas no.

—Estás loca. —Me mordí la lengua tan pronto como las palabras salieron de mí. No había querido decir eso tampoco.

—Sí. Lo estoy en ocasiones. Pero esta noche no lo estoy.

Necesitaba llegar al fondo de esto. Había diferentes niveles y tipos de locura, ¿verdad? Ella era probablemente sólo un bicho social raro, un poco excéntrica …

—Tengo un regalo para ti.

¿¿¿Regalo???

Metió la mano en un bolsillo de la chaqueta. —Cierra los ojos y mantéenlos cerrados.

Lo hice.

—Espero te gusten los diamantes. —Frío metal se deslizó sobre mi clavícula y cuello. La cadena era pesada. —Puedes mirar ahora.

Di un grito ahogado ante el collar. Una docena de grandes diamantes estaban espaciados al azar por una cadena de platino, cada uno situado en una luneta de pequeños zafiros. Las piedras cortadas en todas las formas diferentes: oval, en pera, tipo marquesa, triangular. El collar no tenía ningún patrón discernible. ¡Me encantó!

Aunque ridículamente exigente con la ropa y las joyas, podría llevar esta pieza por siempre. —¿Estás jodiendo conmigo?

—No. No lo estoy.

Arrastré mi mirada de las cristalinas piedras. —Ah, quieres ser mi Suggar. Una joya por un orgasmo. Es Las Vegas, después de todo.

—Si pago lo que ese orgasmo valió para mí, tendría que regresar al laboratorio de investigación porque estaría sin un centavo.

Y aquí llegó la encantadora. No podía dejar de sonreír.

—Te di ese collar porque es un buen comienzo para tu colección. Te lo advierto ahora, te voy a echar a perder a un grado embarazoso.

Incliné la cabeza. —No eres la primera que me dice cosas como estas. Hacer promesas.

—Entonces seré la primera persona lo suficientemente inteligente como para mantenerlas. Te recogeré mañana a la una. Empaca para un clima cálido.

Tuve la sensación de que dejarme le dolía. Tan pronto como se me ocurrió ese pensamiento, me informó,
—Esta será la última noche que me aparto de ti.

No podía permitirme creer la promesa en sus ojos, -porque era demasiado pronto-. Además, era un objetivo.

¿Pero y si...?

En la puerta, dijo: —Ten dulces sueños, moy ángel. Los míos serán de ti.

¿Y si, y si, y si? Una vez me encerró dentro y oí la limusina irse, chillé de felicidad, tamborileando los pies sobre la cama.

La Estafadora (Camren G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora