CAPÍTULO 37

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Me di la vuelta cuando oí la puerta de entrada abrirse y cerrarse. No llamaron.

Mi familia estaba excitadísima ante la imponente multimillonaria que acababa de irrumpir en nuestro santuario y sin una invitación.

Lauren había hecho un montón de cosas sin una invitación.

De pie al otro lado de la habitación, ella cuadró los hombros, pero me di cuenta de cuán difícil era caminar en esta guarida del león para ella. Un tipo especial de infierno, como había dicho Lucy.

Aborrecía la atención; todos los ojos estaban puestos sobre Lauren. Esta mañana, todo lo que había querido hacer era causar una buena primera impresión en mi familia. Ahora tenía el pelo revuelto, ojos salvajes, su mano ensangrentada.

Luché contra la simpatía que ondulaba dentro de mí. Mantente fría, Mila.

—Necesito hablar contigo, Camz.

Su voz estaba ronca de tanto gritarme que no la abandonara.

Mi corazón herido, pero tenía que ser fuerte. Lo que significaba que no podía dejar que me tocara.

—Todo lo que tengas que decir me lo puedes decir en frente de ellos. Desde allí.

—Muy bien. — Su mirada se posó en cada uno de los miembros de mi familia –los que parecían que estaban preparándose para el espectáculo- antes de regresar a mí. —Te amo.

Mis labios se separaron. 

Pete murmuro

—Me gusta eso. Directa. Sin explicación. Sin retoques.

Lauren continuó —Y tú me amas.

—¿Yo? No estoy segura si te conozco. Es posible que hayas hecho una adaptación de ti misma para hacerte más atractiva para mí.

—Lo hice, hasta cierto punto. Pero tú sí me conoces.

—Me espiaste por un año y utilizaste todo lo que habías aprendido para engañarme. — Lo frustrada que debió haber estado cada vez que había levantado sus defensas, alegando que no me conocía.

O que su obsesión se desvanecería.

—¿Entonces no hubiéramos tenido todo en común?— Preguntó. —También utilicé lo que había aprendido para complacerte. Hablabas de California. Te he comprado una gran parte de ella. Te imaginabas viajes. He planeado docenas de viajes para ti. Soñabas con diseñar ropa…

Y me había regalado un estudio. Como yo era una exhibicionista, ella me había comprado una mansión hecha de cristal. Ella había entendido mi fetiche y lo había investigado, aunque luchara contra ello personalmente. Incluso había conseguido eliminar su cicatriz con láser -por mí-.

—¿Qué es lo que quieres de mí ahora?

—Quiero el anillo de bodas que compraste para mí que crees que está oculto, el que yo me he probado todos los días desde su llegada. Quiero una ceremonia frente a nuestras familias, sin secretos entre nosotras. Quiero estar casada y no sólo casarme.

¿Se probó el anillo?

—¿Cómo podría volver a confiar en ti? ¿Cómo podrías volver a confiar en mí? 

—Cada vez que puse mi fe en ti fui recompensada, pero nunca estuve sorprendida -porque te conozco-.

—De arriba para abajo, al parecer.

—Totalmente —dijo sin vergüenza. —Y tú puedes confiar en mí porque nunca te he mentido.

Recordé. Mi loca honesta no me había mentido, pero había sido resbaladiza. Cuando ella había descrito la noche que había tenido su epifanía, no me había incluido:

La Estafadora (Camren G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora