CAPÍTULO 26

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—¿Camila? —Lauren gritó desde la terraza del dormitorio. Debió de despertarse para encontrar mi lado de la cama vacío.

Yo rápidamente conteste

—¡Aquí en la cocina! —La había visto dormir durante horas antes de que el hambre me hubiera llevado a la planta baja.

A pesar de que era una cocinera notoriamente mala, decidí llevarle el desayuno a la cama. Por suerte, cada platillo en los refrigeradores había sido etiquetado con instrucciones de calentado y sugerencias de acompañamiento.

Mientras calentaba la comida, había enviado un mensaje a Dinah para ponerla al día. 

Mila: Secretos de hermanas. Hice una cosa muy mala mala.

Ella sabría lo que quería decir, que me había vuelto muy cercana a mi objetivo, permitiéndome bajar la guardia.

Dinah: ¿Qué tan profundo?

Mila: Estoy intentando llevarle el desayuno a la cama.

Dinah: ¿QUÉN ERES TÚ???

Mila: Como una boba, la observé dormir.

Imaginando que necesitaba descansar, la había dejado dormir. Su rostro digno de suspiro había estado relajado, un mundo lejos del dolor que ella había exteriorizado cuando se resistió al sexo o su expresión de euforia en el acantilado.

Dinah: Asumo que la “consumación” ha ido bien. ¿Cuál es tu movimiento ahora?

Una vez que había reproducido los acontecimientos de la noche y había luchado con mis sentimientos, había tomado una decisión: Todavía no podía alcanzar las estrellas.

Pero tal vez yo podría juntarlas y tomar una.

Mila: Quiero ver a dónde lleva esto.

Dinah: Lo que deja al anillo como tu única opción. Voy a ir a recogerlo, no más de 9 días a partir de ahora.

Puesto que Al necesitaría tiempo para convertirlo en dinero en efectivo.

Lauren se apresuró a la cocina vistiendo bóxer gris y nada más. Sus ojos estaban un poco salvajes, y estaba sin aliento.

—¿Camz?

—Esperé a tu lado todo el tiempo que pude, pero luego decidí despertarte con la comida. Mira. —Señale la bandeja que había montado. —Incluso puse una flor en un florero, aunque, la orquídea que recorté probablemente cueste unos miles de dólares.

—Estas... en topless. —Se atraganto.

Yo sólo traía puesto una tanga negra de encaje.

—¡Lo, estoy! —Sacudí mis hombros para permitirles que se zarandearan, su cautiva mirada tenía el ceño fruncido.

—Misericordia —dijo ella. —Ahora sé que todavía estoy soñando. — ¿Se había despertado sencillamente creyendo que todo había sido un sueño?

Yo lo hice.

Me acechó más cerca, con el cabello negro todo alborotado y los ojos entornados.

—¿Siempre comes con las tetas al aire?

—Ah, ver, mi esposa me ordenó no cubrir estas.

Sonrió. ¡Completamente!

—Tu esposa suena como una mujer brillante.

Mi respiración se atascó.

—Ella lo es. Es una genio de la tecnología.

Levante mi rostro para mirarla.

La Estafadora (Camren G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora