CAPÍTULO 30

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Cuando entré en el estudio, Lauren dijo

—Terminé temprano, así que puedo llevarte de compras por la costa.

Por supuesto que sí, porque eres cariñosa y atenta.

—Eso suena muy agradable.

Sus cejas se juntaron ante mi expresión pensativa.

—¿Qué está mal? —Se levantó.

Me uní a ella junto al escritorio.

—No es gran cosa.

—Vamos, incluso yo puedo decir que algo anda mal. — Apoyó las manos sobre mis hombros. —Moya zhena, puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa.

Miré fijamente a sus ojos. Entre esta cercanía y su toque, mi camino parecía ganar claridad, las palabras de Dinah desvaneciéndose. Después de todo, ella no sabía lo maravillosa que era Lauren. ¿Y no había dicho ella que cualquier persona cuerda tendría que investigar?

Mi esposa estaba un poco loca.

El sentido de timador en el que basé toda mi vida me decía que tirara por la mujer, el anillo y el pago del cártel. Si creyera todo lo que me había dicho desde que nos conocimos, entonces Lauren haría esto por mí.

¿Confiar otra vez en el amor, Mila?

—¿Y… si te pidiera algo que sé es injusto? 

Tragó, su voz pasó a ronca cuando dijo:

—¿El divorcio?

—¡No!

Lauren dejó escapar un suspiro, tambaleándose de nuevo en su asiento.

— Entonces no me importa una maldita mierda lo que pidas. Lo que mi esposa quiere; mi esposa lo recibe, ¿recuerdas? 

—Pero esto no tendrá sentido a menos que profundices en ello o escarbes. Y sé lo mucho que necesitas que las cosas tengan sentido.

Sus labios se curvaron.

—Ya me estás conociendo también.

Retrocedí un paso.

—Lo siento; esto fue un error. Demencia temporal. —¿Realmente acababa de decir eso? ¡Mierda, Mila, recomponte!

Ella se puso de pie, moviéndose entre la puerta y yo.

—Me niego a dejarte marchar hasta que me digas lo que te está haciendo infeliz. Sabes que nos mantendré aquí hasta que morir de hambre.

Síp. Tal como yo sabía que ella habría dejado a aquella yegua dando saltos de gusto directamente en esta casa.

—¿Lauren, si te pidiera algo grande e inusual, podrías jurar que nunca investigarías por qué? —Giré mis dedos, tocando el anillo como un talismán. —¿Permitir lo que no tiene sentido?

—Puedo hacer cualquier cosa para hacerte feliz. Pero debes hablar conmigo.

No me atreví a decir las palabras.

Tomó mi barbilla para levantar mi cara.

—No te diré que confíes en mí. — Si ella lo hubiera hecho, yo me habría largado. —Eso vendrá con el tiempo. Pero le pediré a mi esposa de las Vegas que me dé una oportunidad.

Solté un suspiro.

—Está bien, aquí va. Puedo por favor… ¿podría tener un cheque hoy por tres millones de dólares, sin hacer preguntas? 

La Estafadora (Camren G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora