"Constelaciones"

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La libertad la llevo en la sangre, después de todo, mi signo zodiacal es sagitario.

Visitar el mundo, París, Grecia, las ciudades más bellas, los paisajes más exhuberantes, las playas más perfectas se había convertido en un reto cumplido. El mundo parecía ser demasiado gigante para recorrerlo de un extremo al otro. Tomaron varios años, pero lo logró, logró pisar cada tierra que existe. Había alcanzado su sueño más ambicioso, pero...no se podía tener todo en la vida. A pesar de poseer una vasta cantidad de dinero se dió cuánta de algo, le faltaba una meta nueva. Y después de varios meses en busca de aquel algo, una enfermedad terminal consumió sus energías. Los aviones, las escalas, todo fué sustituído por hospitales y sueros. La metástasis alcanzó sus días, y en una carrera entre la vida y la muerte,  las cartas ya estaban sobre la mesa.

Una noche un doctor que jamás había visto, la llamó por su apellido.

— Buenas noches, mi nombre es Carl, es un placer conocerla señorita Brawn— con inseguridad y con las pocas fuerzas que le quedaban tomó la mano de aquel apuesto y desconocido doctor.

A diferencia de sus días, y de su temperatura completamente helada y apagada, la de Carl era cálida y reconfortante, se imaginó por un momento entre sus brazos, y un profunda y desconcierta sensación inundó su pecho.

Le explicó que pertenecía a un programa de sueños y últimos deseos, que estaba allí con el objetivo de cumplir su último anhelo.

Tardó veinticuatro horas pensando,  retomar en tan poco tiempo una nueva meta, una última meta.

Y recordó aquello que nunca tuvo, aquel algo que jamás pudo alcanzar...o mejor dicho...aquel alguien.

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— ¿Qué signo eres? —preguntó débilmente a Carl.

Habían pasado la tarde entera pensando en un lugar al que sería placentero ir antes de morir. Él desconocía de todos sus viajes y ella fingía no haberlos realizados. Y en un día rió por todas las lágrimas silenciosas, por los pensamientos oscuros...

— Cáncer— mencionó inseguro y tratando de tener tacto, pues aquel signo también era el nombre de una enfermedad, de la cuál ella padecía.
Ambos rieron tras verse un par de segundos, casualidades, solo eso.

— Ya sé lo que quiero— sus mejillas se sonrojaron, y a pesar de los estragos de tratamientos y el desolado ambiente en el que vivía, su belleza no parecía expirar— Quiero pasar el resto de mi tiempo a tu lado.

El cambió su vista, y como pudo le respondió...

— Yo...estoy casado, a mi mujer no le gustará la idea.

— Oh, entiendo, disculpa mi atrevimiento— sus ojos se humedecieron.

Esa noche volvió a llorar, tal vez así lo quería el destino, partir así, sin más.
………

Dos días después Carl regresó a su cuarto en el hospital.

— Nos vamos— dijo tras abrir con fuerza la puerta.

— Carl, pero...

La tomó en brazos, la colocó con delicadeza en una silla de ruedas y se marcharon de allí, de aquel lugar tan blanco y sin vida.

Entonces....aquella chica era sagitario, el signo con más libertad que existe, atrapada entre cuatro paredes por lo inevitable; él era cáncer, y a pesar de ser de los signos más fieles y pasionales besó la fragilidad y abrazó el alma de ella.
Y así es la vida chicos, luchamos por nuestras metas, por mantener relaciones a pesar de la monotonía y la rutina, perdemos por momentos el sentido de nuestras vidas, y no intentamos buscar uno nuevo. Y como un electrocardiograma a veces subimos y otras bajamos.

Por ello...

Hay que dejarnos llevar y construir a paso seguro y con la compañía perfecta, nuestras propias constelaciones.

Yelina #PGP 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora