"Sexo, amor y odio"

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*

Esa noche le había llamado cientos de veces, no contestó las primeras diez, y cuando finalmente lo hizo, decidió no ir.

Un chico extraño, un poco diferente al resto y más orgulloso que cualquier otro.

Éramos solo un juego, un entretenido rato entre sábanas.

Lo tenía claro, sólo era sexo, pero...algo confuso se había instalado en mi mente desde un instante olvidado entre varias noches.

La fiesta terminó, pero el juego no, éramos diez en aquella sala, y la madurez de alguien allí llamó mi atención, atención que terminó en una sesión bastante entretenida de besos.

Pasó un mes de aquella noche de secretos, pero el pacto de..." Nada sale de aquí"...se fragmentó.

Llegó a sus oídos, a los oídos de mi pasa noches.

No recuerdo exactamente que escribió en un mensaje que puso mis nervios de punta, o si lo recuerdo...

- Eres bastante inteligente como para adivinar a qué me refiero....

- Te repito que no estuve con nadie. Solo dime qué viste, o qué te dijeron.

- Era una broma, no te preocupes.

- Idiota, no me asustes de esa manera...entonces, puedo ir a tu casa?

- Aquí te espero.

Mal presentimiento, solo eso, un muy mal presentimiento.

Su casa estaba a penumbras, un saludo seco, pestillos...su cuarto.

- Estás extraño, solo dime lo que sucede.

- Sí sabes lo que sucede, de hecho, yo también sé lo que sucede. Pero quiero que lo digas tú.

- Estuve con alguien- dije con la cabeza gacha, no me arrepentí de aquello hasta ese momento.

Levanté la mirada segundos después y algo cambió en su rostro. Algo que jamás había visto en los últimos dos meses...

Lágrimas.

Verdaderas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, y algo se quebró dentro de mí.

¿Y si él...?

- Lo siento.

- En todo este tiempo no he estado con nadie más que tú, en estos últimos cinco años nadie ha entrado a esta casa más que tú. Te presenté a mi familia, aún sabiendo que no somos nada- muchas más lágrimas caían de sus ojos, de esos ojos con mirada profunda que derrochaban cinismo, egolatría y autosuficiencia...

- No sabía, no sabía que te sentías de esa forma...te juro que no lo hubiese hecho, y estuvo mal, lo sient...

Una riza sarcástica surgió desde lo más profundo de su garganta.

- Toma la copa- por primera vez sentí un tono imperativo en su voz.

Mi rostro era un mar de lágrimas semejante a las de él, sin embargo las mías eran más culpables. Cogí la copa de cristal entre mis manos, admirando como vertía el vino blanco en ella, solo bebida de alta calidad, como su personalidad un tanto rencorosa y altanera aceptaba.

En silencio probé aquella exquisitez.
Fueron varios minutos en silencio, minutos de miradas calladas.

-Quítate la blusa.

Había perdido la capacidad de hablar, él estaba enojado, y yo arrepentida, solo seguí sus órdenes.

El sabía, sabía que tenía complejos con mi cuerpo pero nada le importó, mientras como un depredador victimizaba a su presa, que precisamente era yo.

Estaba desnuda, con la copa nuevamente entre mis manos y las piernas abiertas.

- Discúlpate.

- Pero es que...

- Solo házlo- su voz más ronca de lo normal, más...lasciva.

Comencé con mis disculpas a la par que hacía entrar y salir sus dedos en mi sexo.

Hubo un punto en la noche en el que las posiciones y la forma en la que me sujetaba hacían daño en mi cuerpo, estábamos teniendo sexo desenfrenado, con fuerza y odio.

No el sexo vainilla al que normalmente estaba acostumbrada a recibir de su parte, no, por primera vez sentí que nos volvíamos más impulsos que idolatría.

-¿ Sabes cuál es la única mano que se le debe poner encima a una mujer?

Su pregunta me toma desapercibida, él nunca había sobrepasado los límites, siempre llegábamos hasta donde yo quería, y sabía de sobra que no era el tipo de chico que le pegaba a una mujer después de una discusión.

- ¿Cuál?

Sentí un dolor similar a un látigo. La zona enrojecida de mis glúteos palpitaba, seguramente dejaría marcas, sus manos quedarían marcadas, pero la excitación del momento parecía ser un bálsamo sobre mi cuerpo.

De un momento a otro se detuvo. Lo miré extrañada mientras se dirigía a la estantería, tomó un cigarrillo entre las manos.

Dió la primera calada, y con una seña me indicó que me acercara. Yo no era precisamente fan del olor desagradable de la nicotina, pero con él era algo adictivo, una mezcla exacta y deliciosa entre su perfume One Million y el olor que desprendía el cigarrillo mentolado.

Sabía lo que quería, así que sin protestar me arrodillé frente a él, no emitió criterio, solo disfrutó del oral, no era la mejor haciendo felaciones, pero una que otra vez me había confesado que amaba la manera sugestiva en la que realizaba aquel acto.

Estaba por tener un orgasmo, pero justo en ese momento me hizo levantarme, y antes de tirar el cigarrillo, lanzó toda una bola de humo en mi cara.

- Eso significa que me atraes sexualmente.

Recuerdo haberle escuchado decir una vez en la piscina de un hotel lujoso al que fuí invitada.

- Contra la pared.

Coloqué los brazos unidos por encima de mi cabeza, bajé el torso y sentí como volvía entrar en mi cuerpo, con una mano recorría mi cuerpo y la otra sujetaba firmemente mis manos.

Justo antes de que ambos llegáramos a la cima más alta del placer, depositó un beso en mi espalda , costumbre que a pesar del enojo seguía latente.

Esa noche experimenté por primera vez la liga tan placentera del sexo y el odio, y por qué no, descubrí indicios de amor, un amor silencioso al que no estábamos acostumbrados.

Hoy en día seguimos sin ser nada, nos vemos y pasamos momentos felices, momentos de lujuria llenos de caricias, pero solo hasta ahí.

Seguimos siendo mucho más que amigos pero menos que serios amantes.

Porque a pesar de esos sentimientos encontrados, las etiquetas solo arruinarían ese brillo de picardía en nuestras miradas.

Y como escuché una vez en los bares de las Vegas....

"Para que nada nos separe, que nada nos una"

Pablo Neruda.

Yelina #PGP 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora