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La escuela estaba como siempre, nada fuera de lo común, solo que la parejita del salón, terminó por vez número 50, y eso ahora, era noticia.

Samuel, caminaba tranquilamente por los pasillos, mientras oía a las personas rumoreando, pero sabía que el chisme no era sobre él, así que estaba tranquilo.

En el camino, se encontró con Rubén, que estaba utilizando su teléfono, recargado de la pared, en una esquina.

Pestañeó varias veces, esa posición era bastante buena, y no por la comodidad, si no por como dejaba ver al castaño.

Él «de manera “sobrenatural”» volteó a verle. Pero no era por cuestiones de tercer ojo, o por reflejos, sino porque la mirada de Samuel era bastante intensa. Que si se quedaba observando por unos segundos a alguien, esa persona lo notaría por más tonta que sea.

Sonrió nervioso, ¿Que se hacía en estos casos? ¿Salir corriendo gritando “nashe” por todo el camino?

No, normalmente nadie haría eso, pero Samuel se lo imaginaba, y le era un tanto gracioso.

Rubén le sonrió, y sintió un pequeñito calentón en sus mejillas, pero solo un poquito.

Poquísimo, eh.

¿Ahora que se hacía? ¿Hablarle? Es que ya ni sabía cómo socializar.

—Hola —dice al acercarse.

—Hola —dice, volviendo a poner su vista en su celular.

¿Temas de conversación? ¿Que es eso? ¿Se come? ¿Se bebe?

—¿Cómo estás?

—Bien —responde.

Ahora Samuel se estaba planteando que cojones era lo que estaba pasando. Porque hace unas horas era tierno,  buena gente, y ahora respondía más seco que el desierto de Sahara.

Rubén le observó, y tragó saliva, para luego decir:

—Hoy tenemos que entregar el trabajo, ¿No? —dice.

—Ah, si —musita—, lo tengo en la mochila.

—Vale... —murmura alargando la “e”.

Apaga la pantalla de su celular, y lo guarda en su bolsillo. No tenía ni idea porque Samuel le hablaba «o si lo hacía, pero quería hacerse el tonto» y es que eso pasaba cuando era más “cariñoso” de lo normal.

—Y dime Samu... —dice llamando la atención del pelinegro—; ¿Haz visto a Irina o a Alex? —pregunta.

Él niega con la cabeza.

—Bien, estamos a salvo —comenta sarcástico.

Recibe una mirada confusa por parte de Samuel, y suspira.

—Porque así no nos vienen con “los novios” y esas cosas —explica haciendo comillas con sus dedos.

Samuel suelta un leve “ahh” en forma de entender.

Ambos miran hacia los alrededores, y se encuentran con la parejita del salón, que caminaban agarrados de la mano.

—¿No que esos habían terminado? —susurra el azabache.

—¿Volvieron? —susurra Rubén.

Ambos se miran, y se sonríen. Para luego observar a la parejita. Que parecían felices, de hecho, lo estaban. Hasta que la chica le de un ataque de celos, entonces la felicidad se iría a tomar por saco.

Toda la escuela les seguía con la mirada. ¿Cómo pueden romper un día y volver al otro? ¿Eso es el nuevo significado del amor? ¿O que?

—Se ven felices, a ver su duran ésta vez —comenta Samuel.

son pololos ➹ rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora