27

599 108 28
                                    

Suspiró, mientras veía a la “parejita” de la escuela tomada de la mano. Sabía que eso era más falso que el programa del dinosaurio Barney. Pero igualmente, deseaba tener eso con… ya sabemos quién.

Luego recordó que a él y a Rubén le emparejaban, y aunque sea algo difícil de creer (para sus compañeros) eso sería un impedimento para que ellos logren tener algún tipo de relación que sobrepase la “amistad”.

Luego, hay otro impedimento, llamado “confusión”. Rubén siempre se la pasa coqueteándole, dándole más esperanzas a él, y a sus compañeros que los emparejan. Pero al mismo tiempo niega todo, quitándoles la esperanza. Para luego volver a coquetearle, sonrojarle, hacerle sentir nervios, e ilusionarlo, para negarlo de nuevo. Así creando un doloroso y confuso ciclo.

Y ahora estaba ahí. Sentado en la cafetería con Irina y Alex. Los cuales hablaban sobre lo mala y frustrante que es tomar clases con la maestra de ciencias.

—¿Y tú, Samuel? No me digas que te cae bien… —dice Irina volteando a ver al chico.

Samuel siguió mirando su comida. Parecía perdido.

—Samuel —le llamó Alex.

Irina suspiró.

—¡Mira! ¿Ese no es Rubén besándose con un chico? —exclama mirando hacia algún lugar inespecífico.

Samuel, como si fuera por instinto, subió su mirada, y miro justamente dónde Irina estaba observando.

Alex e Irina suspiraron.

—Hasta que al fin te dignas a levantar la cabeza, hombre —dice Alex.

Samuel parpadea varias veces. Y suelta un suspiro, pasando sus manos por su rostro. Reflejando su estrés.

—¿Qué te pasa, tío? No comes ni hablas en todo lo que llevamos aquí —dice Irina.

—Estoy pensando en… cosas —responde sin quitarse las manos del rostro.

Irina y Alex se miran. Porque saben de lo que (o de quien) el chico estaba pensando.

—¿Os habéis peleado? —pregunta Irina.

Samuel voltea a verla.

—¿Quiénes? —pregunta.

Irina y Alex ponen una expresión seria, en la forma de decir “no te hagas, Samuel De Luque”.

—No, estamos bien —responde— Solo son cosas —dice.

—Te gusta —dice Alex.

—Pero como siempre te está coqueteando, y luego negando que sois algo, te confunde, y eso te estresa —termina por decir Irina.

Samuel les miró raro. Y no por que estuviesen equivocados, sino que era justamente lo que le pasaba.

—Mira, déjame asegurarte, que le gustas —dice Irina— Nunca había hecho este tipo de cosas con alguien, además, ¿No ves los ojitos que pone cuando te ve? —dice.

Irina hablaba, y Alex solamente asentía, dándole la razón.

«Menudo dúo» pensó Samuel.

—¿“Ojitos”? ¿Qué ojitos? —pregunta el azabache.

—Jo’er, otro tonto… —susurra Alex.

—¿Qué no te habías dado cuenta? —pregunta Irina entre una risita— Na, na, na… —susurra negando con la cabeza, tomando una cucharada de su arroz con habichuelas y llevándosela a la boca.

—¿Ves? Son el uno para el otro —dice Alex con un notable tono de sarcasmo.

Samuel parpadea varias veces. Sabía que estaba hecho un lío, ¿Pero tanto?

—Mira, sea lo que sea, tienes que contraatacar —dice Irina.

—¿Cómo que “contraatacar”? —preguntó Samuel.

—El amor es como un campo de guerra —responde Alex.

—Exacto, y digamos, que Rubén es tu oponente —apoya Irina.

Samuel comenzó a escuchar. Aunque se sentía como en Vietnam, algo le decía que eso funcionaría, y quitaría esa confusión que tanto le carcomía.

—El te hace sentir nervioso, ¿No? —dice Alex, y Samuel asiente.

—Entonces, ¿Por qué tú no haces lo mismo? —pregunta Irina.

Samuel se acomoda en su lugar. Por Dios, en realidad lo estaba considerando…

Pero no era una mala idea.

¿No alejaría a Rubén?

«Nah, que mamadas te inventas, Samuel»

Y así fue como el azabache comenzó a aceptar la idea. Puede que salga mal, y que quede como un gilipollas en pleno acto, pero puede que no. Y enserio deseaba ir por el lado de “no”.

—Y no estás siendo malvado, solo le estás dando un poco de su medicina —dice Alex. Así como cuando convences a tu mamá para que te deje salir con amigos.

—Lo pensaré —susurra.

Alex e Irina se miran victoriosos. Sentían que habían hecho algo bueno. Y eso que estaban cerca del día de navidad.

Samuel dejó de estar con aquel dúo dinámico, cuando vió a un chico castaño entrar a la cafetería. Buscando algún lugar para sentarse. Esto extrañó a Samuel, ya que el chico no era de almorzar en la cafetería. Sin embargo, no pensó que fuera algo de lo que debía preocuparse.

Rubén le vió, y le sonrió. Así como un tipo de saludo. Y luego siguió con su camino. Así, como si nada.

Suspiró, ese castaño le traía mal.









Y QUE LOS TRAGOS HICIERON ESTRAGO EN SU CABEZAaaAaaA ELLA CON CUALQUIERA NO SE BESAAAaaaaaA

son pololos ➹ rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora