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Sábado.

Ya era sábado.

Samuel estaba un tanto nervioso, bastante en realidad. Y era porque tenía la pillamada con Irina, Alex, y sus demás amigos. Sin dejar atrás el hecho de que Irina invitó a Stephanie.

Rubén odia a Stephanie.

De hecho, Samuel ya le había preguntado a Irina o a Alex porque Rubén odiaba tanto a la pobre chica. Ya que ella era muy buena con todos, y además era linda. Irina le respondió que no sabía, mientras que Alex, dijo que seguramente era por niñerías de Rubén.

Y Samuel no les creía nada. Él sabía que ellos sabían, pero no querían decirle. Igualmente sabiendo eso, decidió dejar el tema de lado. Ya que sabía que aún preguntándole y siendo insistente, ellos no abrirían la boca.

Estaba recogiendo sus cosas. Mientras sentía una mirada en su espalda. Samuel sabía que se trataba de su hermana. Ya que él no le dijo que iría con unos amigos a una pillamada.

—¿Adónde vas? —pregunta ella.

—Con unos amigos a una pillamada —responde sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

—¿Mamá lo sabe?

—Si, le pedí permiso ayer, y me dijo que si —responde.

—Hmm —musita, y se queda unos segundos callada— Buena suerte —dice.

Samuel paró en seco, y volteó a mirar a Akira.

—¿Buena suerte? —pregunta.

—¿No entendiste? Ahg, y yo pensando que eras el inteligente de la casa —dice, comenzando a caminar hacia su habitación.

Samuel parpadeó varias veces, y decidió ignorar a su hermana. Ella solía decir cosas fuera de contexto, y muy extrañas.

Siguió empacando, hasta que ese sentimiento de “te estás olvidando de algo” desapareciera. Miró la hora en su celular, y si salía ahora, llegaba a tiempo.

La mamá de Irina, era casualmente la mejor amiga de la mamá de Samuel. Así que no tuvo problemas al aceptar que llevase a Samuel a su casa. Samuel salió del apartamento, no sin antes gritarle a su mamá y a su hermana un “Adiós, y no hagan nada tonto mientras no estoy”. Y esperó algunos segundos al frente de la entrada del edificio donde vivía. Hasta que un coche se estacionó.

—¡Samuel! ¡Que grande estás, hombre! —escuchó a la mamá de Irina exclamar. Samuel sonrió apenado, y entró al coche.

Y pegó un pequeño y silencioso grito al ver a un chico castaño sentado, mientras observaba el lugar por la ventana del coche.

No se esperaba encontrar a Rubén ahí.

—¿Ya os conocéis? —pregunta la mujer. Samuel asiente, mientras que Rubén se quedaba igual, como si no le estuvieran hablando.

El pelinegro se sienta al lado de Rubén, y le mira. Esperaba que él dijera un “hola” o un “¿qué tal?” pero no dijo nada. Era como si estuviese solo.

El coche se puso en marcha. Por el camino Samuel pensó que Rubén estaba esperando que él creara conversación.

¿Verdad?

—Ehm… —musita— Hola.

—Hola —murmura, mirando por la ventana.

—Así que viniste —dice.

—Dije que vendría si tú venías.

—Si, lo recuerdo.

—Hmm… —musita. Y ahí muere la “conversación”.

son pololos ➹ rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora