La verdad es que Rubén no era tan terrorífico como él pensaba. Ya que debido a su cara casi "inexpresiva" parecía la persona más fría del mundo. Pero si lo conocías, era la cosa más tierna que podías ver.
-Es que me dan miedito -dice cabizbajo sonrojándose de la vergüenza.
-¿Las arañas? ¿Hasta la más pequeña? -pregunta.
Rubén asiente.
-Y asco, son muy raras -dice.
Samuel suelta una risita.
Ahora hablaban de las cosas que más odiaban, o les daban miedo. Samuel pensó que era mejor hablar de otros temas de conversación. Para que el castaño se relajara. Igualmente no quería saber mucho de ese accidente, porque si no sabría como Rubén sufrió, y no le gustaba pensar en esas cosas.
Prefería saber que ahora era un poquito más feliz que antes. Aunque no como lo estaba el Rubén de aquella foto.
-Akira las odia. ¿Sabes todas las veces que ella me llama por las madrugadas para que saque a una pequeña araña? -pregunta.
-No, pero deben ser muchas.
Rubén ríe, al igual que Samuel. Hasta que ambos se miran.
Samuel nunca notó el lindo color verdoso que tenían los ojos de Rubén. ¿O sí? Porque cada vez que estaba con el castaño se le olvidaba hasta donde estaba parado.
-Y ni hablar de mi mamá -susurra Samuel.
Rubén suelta una risita nasal.
-Soy un exterminador de arañas, creo.
-Buen apodo.
-Lo sé, lo sé.
-Necesito de esos en casa -bromea- Porque yo y mi mamá, odiamos las arañas.
-¿Te das cuenta de todo el odio que les tiramos a unos simples animalitos solamente porque son ellos? -pregunta Samuel.
Rubén y él se quedan callados por unos segundos. Pensando en lo que el azabache dijo.
-Sinceramente no me importa -dice Rubén.
-Ni a mí tampoco -termina por decir Samuel.
-Si pudieras ser un animalito, ¿que serías? -pregunta Rubén.
-Un gato -responde Samuel.
-Meh, ellos son unos privilegiados -dice Rubén.
-Miras mal...
-Te dan mimos.
-Maullas mucho...
-Te dan comida.
-Rompes los sofás...
-Te ignoran por unos segundos, lo olvidan y comienzan a darte mimos.
-Estás durmiendo...
-Me pongo a llorar pensando cómo será mi vida cuando ya no estés.
Samuel voltea a ver a Rubén.
-Pensé que era él único que hacía esas cosas -dijo.
-Yo también. De hecho, no sé porque lo dije -dice Rubén.
-Me pongo a pensar cómo será mi vida si Kira se muere, y me da una crisis de 3 días -dice Samuel.
Rubén y suelta una risita. Era porque se sentía identificado, y porque le daba gracia. Y luego de eso ambos se quedaron callados; se quedaron sin temas de conversación.
-Gracias -dice Rubén entre una sonrisa- Me la paso muy bien contigo -dice.
Las mejillas de Samuel se tornan rojas. Podría ser porque rara a la vez alguien se lo había dicho, y también podía ser porque se lo decía Rubén. Y aunque se inclinaba más por la última, decidió seguir viviendo en la felicidad de la ignorancia. No podía aceptar que Rubén era su... ¿debilidad?
Apenas aceptaba el hecho que Rubén tuviera que pasar por toda esa experiencia traumática sin él estar ahí. Y sabía que no podía hacer nada, porque no sabían sobre sus existencias. Pero el pensar de cómo fue, o como se sintió, le hacía sentir mal. Y también un poco celoso, porque no dejaba de preguntarse si alguien que no fuera su mamá estaba ahí para el castaño. Consolándolo y diciéndole que todo estaría bien, aunque no sabía cuándo lo estaría.
«Hoy conocí la envidia» se dijo a sí mismo.
-Aunque yo sólo me la paso molestándote -bromea entre una risita.
Samuel sonríe, y traga saliva.
—La verdad, no molestas —susurra, y recibe una mirada sorprendida de Rubén— Solo me pones nervioso —se aclara.
—Tú también me pones nervioso —dice entre una risita.
«Esa no me la esperaba» se dice Samuel.
—¿Enserio? —ríe— Ahh, es coña… —susurra.
—Ya quisiera —responde Rubén.
Entonces Samuel deja de reír, y su semblante ahora es uno serio, mientras volteaba a ver al castaño.
—¿Qué? —pregunta el azabache.
—Lo que oíste, me pones nervioso, aunque eso era de principios, ahora no me pones tan nervioso —dice.
Samuel parpadea varias veces. Ahora fue que supo que de principios ponía nervioso al castaño. Y extrañamente se sentía bien por ello.
“Extrañamente”. Es que tengo que corregir mi narración, la verdad.
—¿Y por qué ya no te pongo tan nervioso? —pregunta Samuel. Es que ni él sabe porque pregunta.
—Ps, porque no eres tan malo como pensé —responde encogiéndose de hombros.
—¿Malo?
—Si, ya sabes. El típico que tiene cara bonita, pero senttimienfos feos. Un Don Juan —dice. Y Samuel le reprocharía, pero su mente se trabó al oír “cara bonita”.
¿Rubén enserio pensaba que él tenía una cara bonita? Si esto es un sueño, que nadie lo despierte.
—E-ehm… —balbucea nervioso.
—Y sé que debo dejar de juzgar a las personas con simplemente verlas, estoy trabajando en eso —dice entre una risita.
Samuel vuelve a parpadear. Dios, se sentía superior. Digo, es que tenía cara bonita.
—La verdad es que… yo jamás he conquistado a alguien —suelta.
Rubén voltea verlo, parecía impresionado.
—¿Nadie?
—Nadie.
Rubén jadeó por la sorpresa. Mientras se repetía una y otra vez en su mente que sabía quién podía ser esa persona.
¿Él? Pfft. Aceptar que te gusta alguien al día siguiente de haberle contado sus problemas es patético. Hablaba de Stephanie. Recuerden que el niño no sabe que es actuado.
En fin, tengo sueño.
LALISA LOVE ME LALISA LOVE ME HEY
ESTÁS LEYENDO
son pololos ➹ rubegetta
HumorEn el famoso cuarto C, habían 2 chicos, Rubén, y Samuel. Que se caían bien, y al mismo tiempo se caían mal. Estos, entre una confusión entre que era lo que sentía uno por el otro, se harán más cercanos. Y, ¿quien sabe? Quizás si les den la razón a s...