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—¿Qué te pasa? —pregunta el castaño.

Samuel le mira, y parpadea varias veces.

—¿A mí? Nada, ¿Por qué?

—No haz hablado en… —mira su muñeca como su hubiese un reloj ahí, pero era obvio que no tenía— 30 minutos —dice.

Si, ambos se la pasaron 30 minutos callados. Samuel por estar pensando, y Rubén porque quería adivinar lo que Samuel estaba pensando. Simplemente que lo hacía en su mente, porque, ¿Y qué pasa si dice algo estúpido?

—Ehm… rompí record, ¿No? —dice sarcástico. Y Rubén asiente.

—Ya dime, ¿Qué te pasa? —vuelve a preguntar dándole un empujoncito.

—Nada, nada —responde de nuevo.

Rubén frunce el ceño.

—Vale —susurra, obviamente no muy convencido.

Es que Samuel sabía que él no quería saber en lo que él estaba pensando. Sabía que sería algo raro… para los dos. Y hasta ahora, el ambiente no ha estado tan incómodo.

—¿Es nueva?

—¿Qué?

—Tu camisa, si es nueva.

Samuel parpadea varias veces.

—Si… —responde— ¿Cómo lo…?

—Huele a nuevo, ya sabes…

—Ah… —musitó.

Se puso nervioso, jaja.

—Hueles bien.

«Ya wey, porfavOr»

—Gracias —susurra, agachando su cabeza, mientras le ponía detalle al piso.

Entonces el chico castaño se acerca, y apoya su cabeza en el hombro de pelinegro. El chico solamente se limita a quedarse como está, pues ¿Qué se supone que haría?

Alguien que odia sentirse homosexual diría “quítate”. Pero él no odiaba sentirse homosexual, y eso podía agradecérselo a Rubén.

Entonces, su alma salió de su cuerpo al sentir una mano agarrando la suya, y comenzando a jugar con ella. Samuel tragó saliva, ¿por qué Rubén le hacía esto?

—Tienes unas lindas manos —dijo de repente.

Samuel soltó una risita muuuuuy silenciosa. Hasta que le oyó susurrar;

—Serían un lindo collar.

Samuel se quedó completamente callado. Porque no sabía como tomar eso. O como reaccionar, ¿debía reaccionar?

Entonces comenzó a sentirse estúpido, y utilizado. ¿Por qué? Porque le daba rabia no saber cuáles eran las intenciones de Rubén.

Ustedes dirán “porque le gustas, bobo” pero a él le encanta vivir en la falsa felicidad de la ignorancia.

Tomó aire, pensando si debía preguntar eso o no. Porque podía ser un paso muy precipitado. Además, que seguramente perdería cualquier tipo de contacto con Rubén.

Pero nadie manda a Rubén a ponerle nervioso. Además, él tenía derecho a saber si se comerían la boca o no.

—Rubén.

—Dime~

Suspiró.

«Padre nuestro que estás en el cielo…»

Nunca terminó de rezar porque la última vez que fue al catecismo fue a los 8 años por la muerte de un tío (al cuál nunca conoció).

—¿Te gusto?

Rubén se queda callado, y eso pone de nervios de punta al azabache, hasta que el castaño dice;

—Supongamos que me gustas —dijo, así como si nada— ¿Qué harías al respecto?

«Decirte que igual (y comerte la boca)»

Nunca le diría eso. Dios permita y lo haga.

Entonces algo muuuy friki se le ocurrió.

—Ponerte un lindo collar —dijo con un tono de inocencia bastante fingida. Miró al castaño, y vió el leve rubor en sus mejillas.

«¿Lo logré?»

Lo logró, señor.

—Interesante respuesta… —dice entre una risita obviamente nerviosa.

El castaño se separó del azabache, y miró al chico. Haciendo que él lo mirara también, y abmos (sin saber porqué) se sonríen.

—Que gays —dice Rubén sarcástico.

Samuel ríe. Al menos no hay tanta tensión sexual en el ambien-

—¿Nos besamos o qué? —pregunta Rubén, volviendo a poner nervioso al pelinegro.

Samuel parpadea varias veces, y luego de quedarse unos pocos segundos procesando la pregunta/propuesta que el castaño le dijo, separó sus labios para hablaron y preguntó:

—¿Eso es lo qué quieres?

Rubén piensa. Tenía que pensar muy bien la siguiente movida.

Le daba curiosidad, lo aceptaba. Pero no por eso lo besaría… ¿o sí?

Nah, mamadas.

—Quizás… —es lo único que dijo. En realidad era más como “que sea lo que dios quiera”.

O sea, yo, jaja.

En plan, no soy dios. Lo digo en el sentido de que soy la escritora, escondiéndose detrás de la narradora… pero son cosas que no deben ser discutidas ahora.

Samuel se acerca, así, de la nada. Lo suficientemente como para mezclar su respiración con la del castaño. El chico, como era de esperarse, se sorprende. Y sus mejillas se tornan mucho más rojas.

—¿Quizás? —susurra.

Jadea. Y traga saliva.

Lleva una mano hasta su cuello, y con el pulgar, comienza a acariciar suavemente el cuello del chico, hasta llegar a la mandíbula. La que se tensó al tacto, mientas que veía como la respiración del chico comenzaba a hacerse irregular.

—Tienes un lindo cuello, Doblas —susurra, bajando “causualmente” su mirada hasta los labios del chico. El cual volvió a jadear.

Rubén pensó que, si así sería su primer beso, entonces ya se había ganado la vida.

Amén hermanos.










HONEY I BELONG WITH U ONLY U YEAH ONLY U MY GRIL ONLY U BABE

son pololos ➹ rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora