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Mis ojos se abren con algo de malestar, quiero poder estirarme a gusto y lo hago, mis manos tocan las otras partes de la cama y se siente un poco frio, alzo mi cabeza un poco y me encuentro con el lugar vacío.

El espacio de Lauren esta desolado, deshabitado y pulcro. Sé que ella debe estar por allí y sino, ha tenido que volver a su trabajo, no puedo detenerla, ella tiene sus responsabilidades ajustadas y yo también debería de volver a las mías.

Aunque lo último no es necesariamente estricto, aún tengo a dos pequeños morochos que cuidar, quizás pueda pedirle a Lauren un poco de apoyo, pero ella ya ha tomado mucho tiempo libre para estar conmigo, desde que se enteró del embarazo a estado más protectora y ahora lo ha estado mucho más.

Algunas veces la veo admirando a los niños en las cunas, otras veces solamente los mece poquito a poco hasta sentir que ha tenido suficiente, pero para Lauren nunca es suficiente.

Sé que no soy la mujer más segura del mundo, pero Lauren me ha ayudado.

El fuerte grito que suelta Emma desde la otra habitación me hace saltar de la cama, dejo que mi camisa tape mis muslos y salgo corriendo al otro lugar, tratando de llegar a donde está mi bebé llorando, cuando me encuentro a los dos rojos por el llanto.

No tengo la misma fuerza que puede poseer Lauren, pero ellos pasaron bastante tiempo conmigo, los lleve en mi vientre y sé que deben sentirme porque cuando ellos giran sus rostros hacia mí, sus ojitos cristalinos comienzan a cesar.

Algunos de mis amigos han sentido envidia de ellos, algunos comentan que pueden ser su personalidad, pero es que ellos han aprendido a calmar sus llantos cuando llegamos cerca de ellos.

No espero mucho y tomo a Emma en brazos, Alejandro empieza a moverse, sus puñitos se cierran y sé que está por comenzar a estallar de nuevo en llanto. No sé qué hacer realmente por lo que me empeño en tratar de alzarlo también.

-¡Sí!- digo con alegría cuando estoy caminando con ambos hacia la cama. Me siento como puedo y dejo a mi niño antes de alzarme la camiseta y comenzar a darle pecho a Emma, estiro mi mano para que él la tome y se trate de calmar, he ingeniado el modo de que cuando le esté dando el pecho a uno el otro este cerca, cuando Emma deje de tomar puedo darle a mi Ale y luego puedo acostarlos conmigo un momento.

-Shhh, cariño- muevo la manita de mi bebé que me mira con esos ojitos aun color gris.

He preguntado varias veces a la doctora pero me ha dicho que quizás esta semana o la otra, según el tiempo podremos observar mejor el colorcito de sus ojos como tal. Mis dedos se siguen cruzando para que sean verdes, Lauren por su parte tiene más seguridad de que si van a tener colores claros en sus ojitos.

Emma deja de succionar y la dejo a un costado luego de sacar sus gases, tomo a mi Ale y lo subo a mi regazo, el comienza a succionar y ahora me quedo vigilando a mi niña, quiero ver algo en la televisión pero sé que será difícil porque no alcanzo al mando que Lauren ha dejado del lado de mi cama, pero es que el lado de ella estaba frio, y todos siempre buscamos ese ladito.

Ale es un poco más tranquilo, su succión no es tan ruda como en ciertos momentos los hace Emma, aun así veo a mi niña con ojitos de cariño, no importa que haga, para mí siempre será mi niña de carita de ángel.

Le saco el pecho a Ale y lo saco sus gasecitos, tomo mis almohadas y las dejo en montón desde el lado de mi cama, yo me recuesto de lado y llego hasta el mando y enciendo la televisión, y aunque tenía ganas de verla, sé que no porque cuando cierro mis ojos al sentir a mis niños, todo se vuelve oscuro.

Siento unos suaves besos en mi mejilla, cuando abro un poco mis ojos todo está oscuro, me alarmo y me levanto de golpe para sentir los brazos de Lauren detenerme.

-¡Hey! ¿A dónde vas?- mi respiración esta agitada cuando veo a todos lados y no veo a mis niños –Están en su cuna durmiendo- mis ojos caen en los de ella y sé que me ha leído como sabe hacerlo.

-¿Es de noche?- ella niega y apunta a las cortinas.

-Las he cerrado, entraba mucha luz y te veías cansada, lamento si te he asustado- sus palabras son suaves y me lleva a sentarme en sus regazo -¿Has descansado?- asiento llevando mi mano hacia mi pecho y luego al de ella.

-¿Tu descansaste?- ella asiente y dejo un beso en su mejilla –Creo que quiero empezar hablar con los socios del restaurante- se aleja un poco y asiente.

-Con los de tu restaurante, si no más recuerdo eres la dueña y socia mayoritaria- asiento con una sonrisa y dejo un beso en su mejilla.

-Quiero comenzar a velar también por mi restaurante- la sonrisa de ella crece a un más.

-Eso me parece bien, a ver si me haces un descuento cuando pase por allí- palmeo su pecho con suavidad.

-Lo tienes gratis, si me das postre al final de la noche- comento con una risita.

-Nunca tendremos hora para el postre- murmura ella acercando mis labios a los suyos, pero cuando apenas ocurre un toque es cuando un grito nos hace saltar lejos.

-¡Mierda!- digo alterada llevando mi mano a mi pecho.

-El postre puede esperar- dice ella levantándose conmigo siguiéndole los pasos.

Pero cuando ella ve que tiene que cambiar los pañales, es cuando empieza a lamentar haber pisado de primera la habitación de nuestros hijos.

Dulce victoria.

Señora 2da ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora