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Parezco el diablo reencarnado en una hermosa mujer, bueno que puedo decir. Algunas costumbres siempre se pegan y los comentarios graciosos de Camila nunca dejaran de ser mi charla favorita.


Hace un par de horas.

En el departamento Jáuregui Cabello.


— ¡Pinche vieja!— dice Camila cuando cierro la puerta del baño.

— ¿Ahora que hice?— pregunto con desconcierto.

— ¿Por qué nadie me dijo que vivir contigo sería tan complicado?

—Pero ¿Qué hice?— vuelvo a preguntar parada desde la puerta del baño, casi pegada por miedo.

—Todo este lio de tu familia, pinche familia culera de la verga— alza sus manos quejándose. Aunque su voz no es muy alta por los niños que están durmiendo.

—Pero ¿Qué culpa tengo yo?— pregunto de nuevo. ¿Acaso ella tiene las respuestas?

—Ni el pinche Batman del vampiro de crepúsculo la tenía tan difícil. Ese solo se agregaba sombra negra antes de ser Batman. Pero vienes tú con tu todo ser y complicas la vida de todos— alzas sus manos dejándose caer en la cama, pero es como un rebote y se levanta.

—Pero...

—Puros peros... ¡QUE TE VALGA VERGA CULERA!

Unos gritos al otro lado de la habitación nos hacen saber que los niños están más que despiertos.

—Chamacos miados— me rio por eso.

Recuerdo que aprender español fue gratificante, pero verla a ella discutir en ese idioma es candente.

—Seguro ya andas pensando en palabras de gente vieja— me recrimina mientras alza a Emma. Yo alzo a Ale.

—Candente no es de viejos ¿O sí?— ella se ríe mirando a otro lado.

—Vieja— murmura —Tienes bastante edad ¿Cómo te mantienes? ¿Eres reptiliana? Eso dicen de la reina Isabel— hace un piquito con sus labios.

—Tiene hambre— digo omitiendo la pregunta de reptiliana. Miro al pequeño.


Actualmente...


Las personas de la servidumbre abren paso por donde camino, todos me miran con algo de miedo, pues deberían tenerlo. Las puertas inmensas de color caoba con tallado de león o tigre, sabrá que verga es eso. Pero está bien feo.

Me detengo viéndolas y las abro de golpe encontrándome con mis padres junto a mi abuelo, los miro a todo antes de caer de nuevo en mi madre que tiene su ceño fruncido.

—Así los quería encontrar, a todos reunidos— golpeo con mis manos el escritorio causando que mi abuelo se exalte.

—No sé qué estás diciendo— aprieto mi mandíbula viendo a mi padre.

—Son tan descarados de mirarme a la cara luego de todo lo que me dijeron ¿Y qué es lo que quieres tú? ¿Por qué no terminas de morirte y les dejas esta mierda a mis padres de una buena vez? ¿Cuál es la maldita necesidad de meterme en todos tus putos asuntos?— pregunto cada una de las cosas alternando la mirada entre ellos.

— ¡NO LE HABLES ASI A TU ABUELO!— grita mi madre.

— ¡TU CALLATE!— le rebato. Sus ojos son como fuego, casi como lo míos —Ni siquiera te debes de llamar madre luego de toda la mierda que has hecho para hacerme sentir miserable.

Señora 2da ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora