roommate ─ kooktae au

te he extrañdo

Taehyung miraba a sus alrededores impacientemente, sentado a las orillas de la Fuente de agua del centro de aquel lindo parque que, a pesar ya ser una hora en donde no podía ver cada rincón de él, seguía siendo muy buen lugar para pasar el rato con Yeontan.

Por supuesto, a menos que se escapara.

Pensando en que momento llegaría corriendo a él el sueño de sus quincenas, a unos cuantos metros escuchó el ladrido singular que reconocería en cualquier parte. Se levantó cuando divisó a Yeontan corriendo hacia él emocionado.

—¡Aquí estás, cachorro! —acarició su pequeña cabeza poniéndose de cuclillas, feliz de saber que nada malo le había ocurrido mientras no se encontraba con él.

Riéndose de los pequeños saltos de felicidad, olvidó que alguien más había llegado con su perro y que faltaba el agradecerle por traerlo hasta él.

—Muchas gracias, eres muy ama-... —su oración no pudo concluir, ya que al levantar su cabeza en la dirección a la persona que yacía a unos pasos de él, sus ojos se abrieron y su respiración se cortó.

Si él hubiera sabido que vería a JungKook ese día por la noche, al menos se habría peinado. Pero que más daba en ese momento, eso no tenía importancia, no cuando lo único que abarcaba su mente era el saber que JungKook estaba frente suyo, que él había rescatado a su bebé, a Yeontan, y que él había sido la persona con la que había intercambiado un par de mensajes.

—Sabes que no es nada, si mi Gureum se me escapara y alguien llegase a encontrarlo sabiendo que es mío, estaría agradecido en que me lo devolvieran sano y salvo.

JungKook soltó la correa de su pequeño cachorro, sabiendo que este no se iría ni un metro lejos de él. Y por suerte existía otro canino con mucha energía, queriendo jugar con el contrario, al menos así se distraían mientras sus dueños se hablaban y disimulaban las miradas indecentes que había entre ellos.

Porque hasta los cachorros sabían que podían cortar esa tensión con un ladrido.

—Gracias por encontrarlo y traérmelo, JungKook. No sabría que hacer si a este bebé le pasara algo.

Después de unos segundos al escuchar otro ladrido, se da cuenta de quién es ese tal Gureum. Y no puede evitar morir de ternura por lo bonito que es y por verlo juguetear con su Tannie, mordiéndose juguetonamente.

—¿Este es tu cachorro? —pregunta Tae, colocándose en cuclillas nuevamente y acariciar con ternura al perro blanco que era atacado sin malas intenciones por parte de Yeontan—. ¡Yeontan, no le muerdas la cola! —murmuró exaltado al ver lo violento que se estaba volviendo.

Quién sabe que había hecho mientras se fugó de su lado.

—Perdónalo —dijo, volviéndose a levantar y sonreírle nerviosamente al azabache que no hacía más que contemplarlo en silencio—, a veces le pasa la locura por esa pequeña cabeza...

—No te preocupes —negó lentamente, acercándose unos pasos a él.

No supo si fueron varios segundos o incluso minutos en los que el silencio se apoderó del ambiente, pero estaba seguro que podía perderse en los ojos del azabache, así como en el pasado.

«¿Por qué sus ojos brillan incluso en la noche? Se ven tan... preciosos.» pensó, presionando sus labios. El silencio comenzó a sentirse raro desde que sus cachorros tampoco ladraban, aún sabiendo que estaban a sus pies, simplemente no se movían. Como si también estuvieran disfrutando de ese reencuentro en el parque.

—Yo... es mejor que me vaya, ya es de noche y Yeontan tiene que... ¡dormir! Sí, dormir, Yeontan tiene que dormir —le hizo saber, tomando algo rápido y torpe la correa roja de Yeontan, quien se comenzó a quejar.