Opuestos ➻ Mewgulf.

11.

Bright se mostraba reticente ante la noticia que su hermano le había dado esa tarde. Simplemente no podía confiar del todo en el asunto. Es decir, primero lo despidieron ¿y ahora querían que regresara? No tenía sentido para él. Algo dentro de su cabeza le gritaba que aquello se trataba de una trampa, pero no quería arruinar el ánimo de su hermano con una estúpida teoría que tal vez no resultara ser cierta.

Quizás el director sólo había meditado mejor las cosas y por eso quería que su hermano regresara a trabajar en la academia. Eso era lo suficientemente válido para él, porque Gulf era un increíble músico y un profesor espectacular, y siempre se mostró querido por sus alumnos. Lo que a Bright no le terminaba de convencer era que también le querían regresar su beca a él... Él quién había sido el culpable del despido de su hermano en primer lugar.

Nadie en su sano juicio querría a alguien como él de regreso en su academia. ¡Absolutamente nadie! Pero el director Supapong estaba más que dispuesto en volver a aceptarlo.

— ¿Puedes dejar de pensarlo tanto? — le suplicó Gulf, mientras volteaba el filete que se cocinaba deliciosamente en la estufa.

Bright blanqueó los ojos. Él no había dicho nada aún, sin embargo su hermano ya sabía lo que pasaba por su mente. Aveces odiaba que lo conociera tan bien.

— ¿De qué hablas? No he dicho nada — bufó, fingiendo no comprender lo que Gulf decía.

Pero Gulf simplemente no le creyó. m

— Anda, ayúdame a poner la mesa y discutamos esto mientras cenamos — ordenó, mientras sacaba los platos y se los tenía a Bright.

El menor de ambos obedeció a regañadientes.

Gulf sirvió la cena y dejó ambos platos en la mesa previamente tendida por Bright. Comió en silencio, esperando pacientemente a que su hermano no lo soportara más y explotara y dijera todo lo que tenía por decir. Porque era más que obvio que la noticia no le había convencido y que tampoco le parecía la idea de regresar allí.

Y Gulf sabía el motivo por el cual Bright no quería regresar a dicha academia; Win Suppasit.

Entonces Bright finalmente explotó.

— Simplemente no confío en el director Supapong — comenzó, cruzándose de brazos en su asiento —. No tiene sentido, Gulf. Te despide y ahora te pide que regreses. ¿A que está jugando? — continuó, y Gulf luchaba por no reírse ante la tierna imagen de su hermanito haciendo pucheros y frunciendo el entrecejo —. Piénsalo bien, porque puede que se trate de un complot entre ese hombre y el estúpido del vecino — culminó.

«Estúpido y malditamente apuesto vecino», pensó Gulf, mordiéndose los labios ante aquel pensamiento.

— El director Supapong es un hombre serio y con ética profesional, Bright. Él nunca se prestaría para algo como eso.

Bright volvió a blanquear los ojos por segunda vez en menos de treinta minutos y aquello para Gulf ya no era para nada divertido.

Entendía que su hermano tuviera desconfianza, porque hasta cierto punto él mismo había tenido sus dudas. Pero él no podía aferrarse a esa tonta idea porque sólo conseguiría tirar a la basura una oportunidad que se le estaba volviendo a dar. Una oportunidad que creyó perdida el día que fue despedido.

Tenía cuentas que pagar que con el sueldo del restaurante no las pagaría porque apenas les ajustaba para vivir y comer módicamente. Su auto estaba varado por falta de gasolina. No tenía dinero para pagar el recibo del internet, y mucho menos el del agua potable. Los recibos independientes de la lavandería y el pago del portero se le estaban acumulado en el mesón de la cocina. Tenía tantas cuentas que saldar y darse el lujo de rechazar el trabajo por las teorías conspiranoicas de su hermano no le solucionaría su problema.