O5.

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Caminaba con pasos apurados hasta mi casa, de no ser porque tenía un brazo roto y una bolsa en mi mano sana correría. Estaba molesto, estaba cansado, sólo quería llegar a mi habitación y tirarme en la cama para dormir y despertar hasta el día siguiente.

Que tonto soy.

Soy un perdedor, un perdedor no puede tener una novia como Sunhee, ni un amigo como Yoongi, son las reglas y yo de idiota creí que podría cambiarlas.

Llegué en cuestión de minutos a mi casa, sin aliento y apenas pudiendo subir las escaleras tras azotar la puerta. Escuché a mi hermano y a mi padre llamarme pero no presté atención.

Me eché a mi cama y lancé la tonta bolsa al suelo. La ropa salió de la bolsa y algo más que logré ver gracias a que el viento que entró por la ventana lo movió.

Era una nota, fruncí el ceño y me levanté para ir por ella.

Ni siquiera hacía falta saber de quien era, su letra era horrible y el aroma que desprendía era único. Solté un bufido y me senté en la cama desdoblando el papel.

Solté un suspiro y me dejé caer en la cama viendo al techo y aún teniendo en mis manos la nota

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Solté un suspiro y me dejé caer en la cama viendo al techo y aún teniendo en mis manos la nota. Yoongi me confundía demasiado, actuaba distinto conmigo y con las demás personas y eso no podía ser algo bueno.

Había algo que estaba pasando por alto, algo que no terminaba de entender en la situación, qué era...

El sonido de toquidos en la puerta me distrajo de mis pensamientos y luego la voz de mi padre me hizo apresurarme a ocultar la bolsa junto con la nota debajo de mi cama.

— Pasa papá— pedí sentándome nuevamente en mi escritorio. La puerta se abrió y mi padre entró con una mueca de preocupación.

— Jiminnie, ¿estás bien hijo?— preguntó parado en el umbral. — ¿Pasó algo en el colegio?

— No papá, no pasó nada— contesté de inmediato. — Sólo estoy algo cansado.

— ¿Cansado? Creí que saldrías con esta chica... ¿Cómo es que se llama?— murmuró mientras rascaba su barbilla.

— Sunhee— respondí por lo bajo. — Y sí saldré con ella pero eso no quita que esté cansado.

Mi padre sonrió y palmeó mi espalda como si eso ayudara en algo a mi situación. Él no creía que yo era un perdedor, decía que sólo exageraba.

Pero él jamás pasó lo que yo pasé en cada uno de los grados escolares. Él ni siquiera iba a las juntas.

Todo lo hacía mamá y ella... ella ya no está.

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