22.

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Una corriente aire entró por mi ventana haciendo que me hiciera bolita en mi cama y me cubriera con la cobija. Me había olvidado de cerrarla por la noche pero estaba tan cansado luego de llegar del trabajo.

Me di la vuelta y me apoyé sobre mi brazo sin yeso para conciliar nuevamente el sueño pero fue imposible cuando escuché mi puerta abrirse.

— ¿Qué haces en la cama todavía?— estaba haciéndome el dormido tratando de ignorar la pregunta de mi hermano pero luego me di cuenta que no era la voz de mi hermano.

Quité la sabana de mi cara y pude ver a Yoongi sentarse en el borde de la cama, entrecerré los ojos y luego los abrí mucho cuando me di cuenta que estaba ahí.

— ¿Qué haces aquí?— pregunté mientras tomaba mis anteojos de la mesita al lado de mi cama. Me los puse y pude ver con claridad la sonrisa en los labios de Yoongi.

— Vine por ti— explicó con obviedad. — Hay que ir a comprar los boletos.

Tallé mis ojos por debajo de mis lentes y solté un suspiro volviendo a recostarme en la cama.

— No seas perezoso— regañó Yoongi. — Además tienes que ir por tu último sueldo.

Tomé el borde de la cobija y volví cubrirme con ella mientras escucha los gruñidos del pelinegro quien no tardó en destaparme.

— ¿Quién te dejó entrar?— pregunté alzando los brazos y soltando un bostezo.

— Tu hermano— respondió. — Anda, ve a bañarte.

Lo vi levantarse e ir hasta mi armario donde comenzó a rebuscar entre mi ropa, sacó un conjunto y comenzó a lanzármelo, al igual que mi toalla.

Para cuando me lanzó un bóxer y cayó en mi cabeza tuve que obligarme a levantarme y tomar todo para ir hasta el baño.

Yoongi tenía una sonrisa satisfecha en su rostro y yo lo miré con fastidio. Odiaba las mañana y definitivamente odiaba despertar temprano un sábado.

El cielo estaba completamente nublado, incluso se sentía la humedad y el fresco del viento. Llevaba una chaqueta pero aún así sentía mi cuerpo helado.

— Espero no se tarden mucho— dije mientras veía a lo lejos la cafetería. — No he empacado, ni siquiera he pedido permiso.

Yoongi soltó una risita y yo formé una mueca.

— El permiso siempre se pide al último— murmuró.

— ¿Y qué si no me lo dan?— alcé una ceja. — No estaría tan seguro de mi asistencia a ese viaje.

Sabía que Yoongi quería que yo fuera, él fue el que insistió en todo esto en primer lugar y yo también quería y haría lo que fuese por ir... claro que molestarlo no dejaba de ser divertido.

— Si no te dejan, voy a robarte— dijo mientras yo soltaba una carcajada. — No te rías, hablo en serio.

— Claro, vas a robarme de mi casa— mencioné con burla. — No es tan fácil, ¿sabes?

Él alzó ambas cejas y yo sonreí metí mi mano sin yeso en mi bolsillo. Seguimos caminando hasta que Yoongi se detuvo y yo me volteé para verlo.

— ¿Qué?— pregunté confundido.

Él se acercó a mí y yo me quedé quieto sintiendo sus manos en mi rostro, estaban tan calentitas que en mi piel helada se sentían como la gloria.

Fue bajando sus manos hasta mi cintura y yo fruncí el ceño ligeramente, Yoongi se agachó un poco y en cuestión de segundos ya estaba sobre su hombro.

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