Cinco
-¡Qué has estado toda la mañana hablando con él!- gritó mi amiga en cuanto llegamos a su casa.
Asentí y Ana empezó a dar grititos.
- Madre mía, que suerte...
Y se puso hablar sola.
Me dirigí al baño a darme una ducha. Yo tampoco me lo creía. No podía quitarme de la mente aquellos ojos azules mirándome.
Después de ducharme, cenamos mientras Ana me contaba algunas cosas de la obra y de lo mal que le caía una de las compañeras. Supuestamente, Ana ocupaba el lugar de ella.
Sobre las diez de la noche, nos fuimos a dormir.
- Mary, ¿Mañana vendrás conmigo otra vez al teatro?
- Claro, no tengo nada mejor que hacer.
- Estupendo. Buenas noches.
- Buenas noches - dije y cerré la puerta de mi habitación.
Si me hubieran dicho todo lo que traería aquella conversación en la cafetería del teatro partir de ese momento, no me hubiera creído nada.Pasaron dos días hasta que lo volviera a ver. Yo seguía yendo con Ana al teatro. En cierta forma, era por si lo veía.
Y aquella mañana, nos volvimos a encontrar.
Estando en la sala de ensayos viendo ensayar a Ana y a sus compañeros, mi móvil sonó y salí para responder la llamada. Era mi madre para ver cómo estaba y como me iba todo. Estaba a punto de colgar, cuando lo vi por el pasillo. Mi cara se iluminó con una sonrisa al ver que él me sonreía desde lejos.
Me despedí de mamá justo en el momento en el que él llegaba a mi lado.
-¡Hola! - me saludó.
-¡Hola!- dije y sentí como las mariposas volvían a revolotear por mi estómago.
- Te estaba buscando, Mary.
Lo miré extrañada. ¿Qué él me andaba buscando? ¿ÉL?
- Dime.
- Me han dicho que querías conocer Londres y me ofrezco a ser tu guía. - dijo con una sonrisa explendida.
-¿Cómo...?
No pude terminar la frase. En ese momento, la puerta de la sala de ensayos se abrió y apareció Ana. Nos miró a los dos.
-¿Aún seguís aquí?
- Tú... - pero, ¿en qué momento hablaron?
Daniel pareció entender lo que estaba pensando.
- Vine ayer y daba la casualidad que me encontré a Ana saliendo del teatro. Hablamos, y me dijo que tú querías conocer Londres y que por su culpa, no podías haber nada. Ya que ella estaba aquí casi todo el tiempo. Y se me ocurrió la idea de llevarte yo.
Miré a mi amiga y a Daniel. Yo me estaba perdiendo algo. Aquí sucedían las cosas muy rápido. Aunque ya sabía yo que Ana era de boca muy ligera y todo lo zampaba pronto.
Su encuentro pudo ocurrir ayer, si. Ana tuvo que venir al teatro un momento por la tarde a recoger no sé qué cosa. Yo me quedé en casa. Podía ser en aquel momento.
- Venga, dejad de hablar. Que se va la mañana- dijo mi amiga.
-Mis cosas...
Ana entró como una bala en la sala y salió con mi bolso y mi chaqueta.
-¡Hala, bonita! A recorrer Londres con este guaperas- dijo dándome mis cosas.
Cualquier día la mataba.
Daniel se reía. Mi cara era un poema y Ana se comportaba como una loca.
-¿Nos vamos?- preguntó Daniel.
Asentí y Daniel se dirigió hacia la salida. Lo seguí pero antes me volví hacia mi amiga. Le hice un gesto como queriéndole decir que le cortaba el cuello. Ella simplemente sonrió y me tiró un beso con la mano.
En la puerta del teatro, nos esperaba un coche. Daniel me indicó que entrara yo primera y eso hice. Él entró tras de mí.
El chófer arrancó el coche y se dirigió hacia Dios sabe dónde.
Durante el trayecto, su mano y mi mano se rozaron cuando apoyé la mía en el asiento del coche. Una corriente se extendió por mi brazo para instalarse en mi estómago. Retiré la mano rápidamente.
Suspiré mirando por la ventanilla y noté como Daniel me miró.
Me estaba poniendo nerviosa. No sabía dónde íbamos ni qué íbamos hacer. Por no añadir, que no sabía ni que decir. Lo miré de reojo, porque, todo esto me parecía ser un sueño. Pero no, allí estaba él.
Eran tan perfectamente guapo, por lo menos para mí.
"Jodidamente guapo" oí decir a mi yo interior.
Sonreí.
De repente, el coche paró y Daniel habló:
- Hemos llegado.
Salimos del coche y al llegar al lado de Daniel, vi como se ponía unas gafas de sol.
- Ven, vamos por aquí.
Echó a andar hacia una calle. Para mí, todo esto era más que nuevo. Lo seguía instintivamente, y, mientras me iba explicando lo que íbamos viendo, me di cuenta que lo miraba embobada.
"Al final, te enamoras de él", me dijo mi yo interior.
No, no, eso no podía llegar a suceder. Sabía que él ya no tenía novia. Pero, ¿Qué iba hacer él conmigo?
"No te menosprecies", me volvió a decir esa vocesita.
Volví a suspirar. No tenía que pensar así. El día estaba siendo perfecto. Estaba conociendo aquella ciudad de la mano de mi actor favorito. Añado que, si esto me lo cuentan hace nada, es que no me lo creo.No sé cuánto tiempo estuvimos andando, hablando y conociendo aquella ciudad. Sólo me percaté del tiempo cuando Daniel me preguntó que si me llevaba a casa.
Le dije que si y nos dirigimos hacia el coche. Me preguntó por la dirección de casa y se la dije. Llegamos en menos de diez minutos. Daniel le dijo al chófer que parara varios metros antes de llegar a casa. Se giró hacia mí.
-Dejame acompañarte, por favor.
Esto parecía subrealista. De verdad.
- Si, claro.
La verdad, no podía desaprovechar la ocasión.
Nos bajamos, pero él se volvió un momento hacia el coche. Le dijo algo al chófer que se fue. No entendía nada. Hoy estaba yo en plan tonta. No me enteraba de nada.
- Ahora viene mi padre por mí, además vivo cerca de aquí - dijo resolviendo mis dudas.
-¡Ah, vale!- respondí sorprendida y justo en ese momento comenzó a llover.
Y precisamente, no poco.
-¡Madre santa!- exclamé.
Echamos a correr hacia casa. Notaba como me estaba empapando.
Daniel iba igual que yo, me miró y se echó a reír. Yo hice lo mismo.
Llegamos a la puerta de casa y abrí como pude.
- Sube. Te daré una toalla para que te seques.
- Vale, gracias. Y tú, cambiate de ropa o te refriaras.
Asentí ante su instinto protector. Me gustó aquello.
Llegamos al piso de mi amiga y abrí la puerta. Me encontré una nota en la mesita del recibidor.
"He salido con unas amigas. Como estabas tan ocupada, no te he querido molestar. Espero que hayas pasado un buen día. No me esperes levantada. Un beso, Ana"
Dejé la nota en el mismo sitio y me dirigí al baño. No me importaba quedarme sola, pero no podía permitir que Daniel estuviera tanto tiempo así de mojado.
Le entregué una toalla y le dije que entrara en el baño para que estuviera más cómodo. Yo me dirigí hacia mi habitación, para cambiarme de ropa.
"Esto es de locos", pensé.
Desde luego, esto era lo último que me esperaba que sucediera. Tenía al mismísimo Daniel Radcliffe en el baño de casa.
Desde luego, hay cosas qué no tienen explicación alguna.
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El verano de mi vida (Completa)
FanfictionMary no sabía todo lo que le podía suceder en Londres cuando fue a ver a su amiga. Conocer al que sería el amor de su vida era una de las pocas cosa que le podían suceder. ¿Y si añadimos que era su actor favorito?