Dieciséis

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Dieciséis.

MARI.

Los días pasaban y Daniel no se separaba de mí en el hospital. Mis padres, sabiendo cómo era la gente, hicieron lo posible para que nadie supiera que él estaba allí. No quería que Daniel saliera perjudicado o saliera en las noticias de la televisión por estar allí conmigo. Su privacidad era prioridad ante todo.

Después de una semana, me dieron el alta. Estaba deseando llegar a casa, aunque no pudiera salir de ella en un tiempo por tener la pierna escayolada. Aunque me dijo el médico que me quitaria la escayola de en un par de semana y tendría que hacer un poco de rehabilitación para volver a mover la pierna como de costumbre.

Ana se tenía que marchar de nuevo a Londres, y así lo hizo un par de días después de salir del hospital. Tenía que volver a los ensayos en incorporarse a la obra que la habían parado, pues ella era la protagonista.  Daniel se quedó unos días más. Mamá insistió que se quedara en casa, en la habitación que teníamos para los invitados. Al menos, tenerlo cerca, hacia mi encierro más ameno.
Mis padres lo recibieron como si de un hijo se tratara. Me alegraba de haberle enseñado español, pues así podía comunicarse sin problema con mis padres.
- No tengo ningún tipo de ganas de volver a irme y dejarte sola. - dijo una noche de viernes.
Estábamos solos en casa. Mis padres habían salido con unos amigos. Y yo me encontraba en el sofá, con mi espalda apoyada en el pecho de Daniel.
- Yo tampoco quiero que te vayas, pero tienes compromisos y terminar de rodar esa serie.
- Tú siempre tan buena... Pero llevas razón, tengo trabajo. Aunque no me hace ni pizca de gracia dejarte así.
- No me voy a escapar- tuve que reírme y intenté incorporarme un poco- ¡Qué fastidio de escayola!
No podía moverme bien entre la escayola de la pierna y la del brazo. Además me dolía el cuerpo entero.
Daniel se incorporó y me ayudó a sentarme normal. Su boca quedaba a pocos centímetros de la mía. Su olor embriagó mis fosas nasales. Usé mi mano buena y la puse en su cuello para así poder besarlo. Ansiaba que me besara como de costumbre. Anhelaba esos besos y que sus fuertes brazos me abrazaran.
- Mary...- sus brazos se apoyaban, uno a cada lado de mí, contra el sofá dejandome en medio de ellos.
Su voz sonaba a advertencia. Sabía que se moría por besarme, pero mi situación no era la más indicada en ese momento para cualquier cosa.
- Daniel... - dije en un hilo de voz.
Se quedó un segundo con la frente apoyada en la mía y aún con los brazos de la misma manera. Suspiró.
- Me muero por tenerte de nuevo entre mis brazos. Quiero volver hacerte el amor y besarte hasta el cansancio. Pero no puede ser, Mary. Estas dolorida y tienes el brazo y la pierna escayolada. Lo que menos quiero es hacerte más daño.- dijo mientras se sentaba a mi lado.
Mil corazón palpitaba a mil. Yo lo necesitaba tanto como él a mí, pero tenía razón. No estaba yo para mucho movimiento, por mucho que quisiera.
- Lo sé... Pero tenía, bueno, tengo tantas ganas de estar contigo... - suspiré.
Daniel me cogió la cara por la barbilla y me giro hacia él.
- Mary, eres lo que más quiero en este mundo, ya lo sabes de sobras. Llevaba casi dos meses sin verte y creía que me iba a volver loco si no te veía en persona pronto. Cuando recibí esa llamada de Ana, creía que me iba a dar algo. El corazón se me paró en cuando la oí decir que habías tenido este maldito accidente. Y cuando te vi en esa cama, creí que me iba a dar algo. Le doy gracias al cielo y a lo que sea en esta vida por ese momento en el que volviste abrir los ojos. Te amo más que a mí mismo. Lo único que quiero es estar toda la vida contigo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, que empezaron a surcar mi cara. Él me secó cada lágrima con sus dedos. Acababa de escuchar la declaración de amor más bonita que me habían hecho en mi vida.
- Te quiero más que a nadie, Daniel. Yo... Jamás pensé que esto pudiera pasar, pero es lo más bonito que me ha pasado en la vida. Yo también quiero estar por siempre contigo.
Me besó y le segui el beso. Pero quedó ahí, en un simple beso.
Me ayudó a subir a mí habitación y a meterme en la cama. No quería que se fuera. Quería aprovechar cada segundo a su lado.
- Quédate conmigo esta noche, por favor.
Sonrió.
- Por siempre.
Se recostó a mi lado y me dio un beso en la frente. Cerré los ojos y me dormí casi de inmediato. Sabía perfectamente que, en cuando me durmiera, él se iria a su habitación. Lo hacía por mis padres. Pero me conformaba con que estuviera conmigo un poco más.

El día de su marcha, llegó. Mi padre lo llevaría al aeropuerto. Me despedí de él, intentando no derramar ni una lágrima, aunque me fue imposible. Me prometió llamarme todos los días, hablaríamos por WhatsApp cada vez que el trabajo se lo permitiera. Pero aún así, sabía que lo hecharía de menos. Con un ultimo beso rápido en los labios se marchó. Desee con todas mis fuerzas, que las navidades llegarán pronto y volver a verlo.

Mi recuperación iba perfectamente, llevaba en rehabilitación desde mediados de noviembre y a finales de este mes, ya podía andar casi con normalidad. El brazo también lo iba moviendo bastante bien. El tiempo pasaba y cada vez iba a mejor. Incluso volví a trabajar a principios de diciembre. La ilusión de volver a ver a Daniel, hacia que mis ganas de recuperación fueran a más. Por mucho que hablara con él por teléfono y por videollamada no era lo mismo que estar con él, eso era obvio.
Pero las navidades se acercaban y quería darle una sorpresa. Mis padres se iban al pueblo a pasar estas fechas como de costumbre. Les pedí que me disculparan con la abuela, que iría a verla en cuanto volviera, pero quería pasar estas primeras navidades con Daniel.
Por suerte, tenía a la mejor amiga del mundo, quien me ayudó a preparar la sorpresa al chico de los ojos azules que volvía mi mundo patas arriba.

El verano de mi vida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora