Diez

116 7 0
                                    

Los días pasaron y Daniel regresó. Sería mi más pura imaginación, pero lo veía más guapo.
" Estas completamente enamorada", oí decir a mi yo interior.
Y no, no lo iba a negar.

Aquel fin de semana, el penúltimo de mi estancia en Londres, a Daniel se le ocurrió que le hiciera algo típico de España para cenar. Lo miré como si estuviera loco. Se me daba bien la cocina, para que negarlo. Pero aquello me pilló por sorpresa.
- Hazle una tortilla de patatas- saltó Ana cuando leyó el WhatsApp que me envió Daniel. - Y si no le gusta, se la estampas en la cara.- rió.
-¡Ana!
- ¿Qué? Con lo buen buscador que es, seguro que la esquiva- seguía riendo.
Me tuve que reír ante la ocurrencia de mi amiga. Desde luego que con ella no se aburría nadie. Lástima que el muchacho que estaba conociendo se tuviera que ir a otro país por motivos personales.
-¿Tú crees que si a Daniel le pido que me presente a Tom Felton, lo hará?
- ¿Te vas al lado oscuro?
- Anda ya, si el chaval es un trozo de pan...
- Dirás que está como un trozo de pan.
- ¡Oye! La que babeaba por Harry Potter eras tú, no acapares también a Draco.
Le guiñé un ojo y me fui hacia a mi habitación. Era mejor que me quitara de su vista o podría pasarse la tarde hablando de su adorado Draco Malfoy.

Aquel sábado por la noche, me encontraba en casa de Daniel, preparando la cena. Opté por algo sencillo para preparar, la verdad. Haría lasaña y también una tortilla de patatas. Me reí mientras la preparaba, recordando las ocurrencias de Ana.
- ¿Por qué ríes, amor?- preguntó Daniel, que acababa de salir del baño de ducharse.
- Sólo me acordé de algo que dijo Ana- respondí y levanté la mirada hacía mi novio.
No sé cómo no se me cayó al suelo la lasaña que, en ese momento, iba a meter en el horno. Daniel solo llevaba una toalla alrededor de su cintura y con otra se secaba el pelo.
Sentí como mis mejillas se sonrojaban. Me giré rápidamente hacia el horno y como pude, metí la bandeja dentro.
Menos mal que Daniel no se percató de mi sonrojo.
-¡Ah, vale! Voy a vestirme. Ahora vuelvo.
Asentí y en cuanto el chico desapareció de mi vista, me apoyé de espaldas en la encimera de la cocina. Suspiré.
Jamás había visto a Daniel tan ligero de ropa. Incluso me negué a ver cualquier imágen de su obra "Equus" en cuanto supe que salía desnudo. Ana se divertía mucho torturandome con aquello cada vez que podía. Ella vio todo lo que pudo y más si hubiera podido. Pero yo no. No sé por qué pero no me gustaba ver a Daniel de aquella manera.
"Pues ahora es tu novio. En cualquier momento lo tendrás que ver", dijo mi yo interior.
Sacudí la cabeza, quitándome aquello de la mente.
Daniel volvió, ahora ya completamente vestido, y se ofreció a preparar la mesa.
- ¡Que bien huele todo!- exclamó.- Me está entrando hambre.
- Solo espera un par de minutos, la lasaña está casi lista- dije mientras emplataba la tortilla.
Nada más soltar el plato, sentí como Daniel rozaba mis caderas con su mano derecha. Un hormigueo recorrió mi piel e hizo que se erizara.
"Cálmate", me dije a mí misma.
Daniel simplemente cogió el plato y se lo llevó a la mesa. El horno indicó que la comida ya estaba hecha, cogí unos guantes y abrí el aparato. Saqué la lasaña y me dirigí hacía la mesa. Daniel sirvió un par de vasos de refresco, mientras yo servía la comida. Nos dispusimos a cenar.
-Estaba todo riquísimo, eres una estupenda cocinera- dijo Daniel terminandose el último trozo de tortilla.
- No es para tanto, Daniel- reí.
Me ayudó a recoger los trastos sucios e incluso me obligó a sentarme en el sofá mientras él fregaba.
Tenía que reconocer que se veía bastante sexy fregando los platos. Me quedé tan embobada mirándolo que hasta Daniel se percató de aquello.
- ¿Qué te pasa?
- ¿Eh? Nada, nada... Sólo te miraba fregar
"Qué vergüenza", pensé.
Daniel rió y a terminar de recoger la cocina, se vino conmigo al sofá.
- Me da pena que vuelvas a España. Ahora no podré verte tan a menudo. Mis vacaciones también se están acabando y yo también debo de volver a mi trabajo.
Me acurruqué contra él y pasó su brazo por mi espalda.
- Yo tampoco quiero irme, pero lo tengo que hacer.- dije con mi cabeza apoyada en su pecho.
Sentir su corazón palpitar bajo mi oído, hacia que me tranquilizara. Lo oí suspirar.
- ¿Sabes? La primera vez que te vi, sinceramente, pensé que serías tan importante para mí. Pero te has convertido en mi razón de vivir, Mary.
Levanté la cabeza hacía él. Sus ojos azules brillaban y noté como se le empañaban. Mi corazón dio un vuelco al verlo así. Sentí un pellizco en la garganta y noté ese escozor en mis ojos.
- No... No quiero que llores, Dan. Tú también lo significas todo para mí. Te quiero como jamás pensé que querría a alguien. Desde que te vi la primera vez en la pantalla de aquel cine, me gustaste. Soñé mil veces con conocerte, pero era imposible. Jamás pensé que esto sucediera y ahora, soy la persona más feliz de la tierra.
Sentí que una lágrima caía por mi cara. Él sonrió y secó con un dedo aquella lágrima. Mi mano acarició su mejilla y él giró su cabeza hacia mi mano. Se veía tan inocente, tan guapo, tan...
Lo adoraba. Aquella era la verdad. Aprendí a enamorarme de la persona tan sencilla y humilde que era.
- Abrázame- suplicó.
Lo hice y desde aquel abrazo, le confesé:
-Te quiero, Daniel.

El verano de mi vida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora