Me desperté de un salto y con un dolor punzante en las costillas. Me abracé los costados con mis brazos para tratar de calmarme. Sólo es una pesadilla. Sólo es una pesadilla. No es real. El problema era que se había sentido muy real para mí. El hombre que me atacó estaba sentado en una pila de cuerpos que después reconocí como mis seres queridos.
Miré el reloj. Eran las 6:30 de la mañana y el despertador fue lo que me hizo salir de mi pesadilla. Me levanté lentamente y caminé hacia el colchón donde aún dormían Josh y Allan. Intenté agacharme, pero no pude. ¡Dios! ¿Cuándo podría volver a moverme con normalidad? Miré fijamente la pared para detener las lágrimas que amenazaban con derramarse.
-¡Hey! Chicos, ya hay que levantarse -_l ver que no se movían, hablé más fuerte-. Dormilones, ya tenemos que irnos al colegio.
-Cinco minutos más, por favor -No pude descifrar quién lo dijo ya que ambos dormían boca abajo.
-Si no se levantan les echaré agua -Parecía como si los hubiera alertado de un incendio o algo por el estilo, porque los dos se levantaron en seguida. Sonreí.
Me fui al baño y cerré la puerta. Me miré en el espejo. Mi mejilla derecha seguía siendo morada, pero al menos ya podía abrir mi ojo más. Mis brazos estaban comenzando a ponerse azules y amarillos en vez de morados. Mis piernas seguían estando igual. Mi abdomen no lo podía ver porque no me podía quitar la blusa. Suspiré un poco. Iba a necesitar ayuda de mi mamá para arreglarme. Cuando estaba a punto de levantarme para llamarla, mamá entró en el baño con una sonrisa. Yo le sonreí de vuelta. Me decidí por un jeans negro y una blusa blanca cuya manga me llegaba hasta el codo. Eso taparía la mayoría de mis heridas.
-¿Cómo te quieres peinar? -preguntó mamá.
-Déjalo suelto. Aunque necesito acomodarlo.
Me miré en el espejo. Mientras mamá me peinaba. Mis ojos eran verdes. Mi cabello era rubio de nacimiento y liso que me llegaba hasta la mitad de la espalda. Mis mejillas tenían pecas. Pero eso era lo único que tenía igual que mis papás y hermanos. Era la más pequeña de mi familia. Y los tres, Josh, Allan y yo; éramos una combinación de nuestros padres. No teníamos más de uno que del otro. Éramos como un balance.
-Cariño, ¿estás segura de que quieres hacer esto? -preguntó mirándome a los ojos a través del espejo.
-Claro que sí, mamá. Deberé hacerlo algún día.
-¿Qué les dirás a las personas? Crearán rumores.
-Lo mismo que les dije a ustedes. Estuve en una pelea.
-De acuerdo. Te apoyaré entonces.
-Muchas gracias, mamá. De verdad. Te amo.
-Yo más, mi cielo.
Desayuné con mi familia y luego me despedí de ellos. Josh conduciría ese día nuevamente, así que nos iríamos en su auto. Él tenía un Mercedes Benz 4x4. Iba a protestar de que no podría subirme a ese auto, pero necesitaba comenzar mi vida normal otra vez. Y normal incluía poder subirme a cualquier auto. Fuimos hablando durante todo el camino. Y riendo un poco también. Fue sólo cuando llegué, que me acordé de que todos me volverían a ver.
Salté del auto ignorando el dolor. Josh y Allan se situaron a ambos lados de mí.
-¿Estás segura de que quieres hacer esto? -preguntó Allan.
-No. Pero tengo que intentarlo -Con ellos podía ser honesta. De cualquier forma, me descubrirían si mintiera.
Todo el camino del parqueo a mi clase, estuvo lleno de miradas de incertidumbre. Comenzaba con Álgebra ese día y ninguno de mis hermanos o amigos la llevaba. Entré en el aula y me senté en mi campo. Tenía que compartir asiento con la líder de las porristas, Allison Steve. Me preparé mentalmente para sus comentarios. Cinco minutos después de empezada la clase, ella llegó "silenciosamente", diciéndole al profesor Bane que era culpa del tráfico. El profesor frunció el ceño y le pidió que entrara rápido.
-¿Y a ti qué te pasó? ¿Te atacaron los osos? -rió mientras se sentaba.
-Como si hubieran osos aquí, Allison. No seas tan idiota por una vez en tu vida -Eso hubiera sido un buen insulto si lo hubiera dicho en voz alta. Pero no, lo susurré para mí misma.
-¡No me digas! ¿Alguna persona se dio cuenta de lo estúpida que eras y decidió matarte? Bueno, solo tengo dos cosas que decirte al respecto. Lástima que no estuve ahí y lástima que esa persona no pudo terminar su trabajo. Yo la hubiera ayudado a terminarlo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Cómo alguien podía ser tan malvada? La odiaba. Odiaba a Allison. ¿Quién se creía para juzgarme? Ella nunca, nunca me había conocido lo suficiente para hacerlo. Y ahora menos. Ella no sabía qué me había pasado. Pero sobre todo, la odiaba por hacerme recordar las cosas. Ya era suficiente imaginármelo todas las noches, cuando estaba sola, cuando cerraba mis ojos... pero ¿que me lo recordara Allison? Eso era demasiado para mí. Deseaba gritarle que ella no sabía lo que me había pasado. Que no se hiciera la divertida con esto, porque de divertido no tenía nada.
Apreté los ojos con fuerza. No lloraría delante de ella. No delante de Allison. Traté de poner atención a la clase, de veras lo intenté. Pero Allison no dejaba de hacer comentarios sobre mí. Casi me voy tres veces del aula, pero si lo hacía, sólo haría que Allison se riera más de mí. Terminó la clase y salí lo más rápido posible. Tendría dos clases más con Allison a mi lado hoy. No creía poder aguantar más. Me fui al baño inmediatamente y me encerré en un cubículo. Apoyé mi frente en la puerta y empecé a llorar en silencio. Esto de verdad no me podía estar pasando.
El timbre volvió a sonar y yo me sequé las lágrimas. Me fijé en el espejo del baño cuando salí. Tenía los ojos hinchados. Genial. Me dirigí a la siguiente clase que por dicha compartía con Matt. No lo había visto en todo el día y él me haría sentir mejor. Entré y me senté a su lado. El profesor de Filosofía siempre llegaba tarde.
-¿Mal día?
-De los peores -Me abrazó hasta que el profesor llegó y empezó la clase. Me aparté de él y puse atención. Fue mucho más fácil estar con él que con Allison. Cuando me di cuenta, el timbre que anunciaba el almuerzo, volvió a sonar. Matt tomó mi mano y yo le di un beso rápido acompañado de una sonrisa. Le debía el hacerme sentir mejor.
Me encontré con Kate en la mitad del pasillo. Estábamos riendo cuando nos sentamos en nuestra mesa habitual, cuando me percaté de que algo había cambiado. Ya nadie me miraba con incertidumbre. Todos me miraban con lástima y susurraban entre sí mientras ponían cara de "pobrecita". ¿Cómo lo sabían? Ahora hasta Allison parecía avergonzada.
-¿Quién fue? -pregunté horrorizada y enojada al mismo tiempo.
-¿Quién fue qué? -preguntó Kate.
-¿Quién les dijo lo que me había pasado a todos los demás? -Casi grité.
-Yo no lo hice -dijo Matt mientras intentaba calmarme-. Tranquilízate, Meg.
-Nosotros menos. -dijo Allan refiriéndose a Josh y a sí mismo.
-A mí ni me mires. Yo no soy una traidora. ¿Cuándo te he demostrado lo contrario? ¡Nunca! ¿Acaso no confías en mí? -reprochó Kate.
Fue entonces cuando noté algo. La única persona que no estaba en la mesa era Alexa. La única persona en la que nunca había confiado al 100% de mis amigos, era Alexa. La única que me había defraudado muchas veces, pero que siempre había perdonado, era Alexa. Y la única que podría haberle dicho a los demás la verdad, era Alexa.
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Hermosas Tragedias
Novela JuvenilMegan tiene 16 años y dos hermanos con los que comparte algo más que la edad. El vínculo que tienen los trillizos nunca ha sido más fuerte que el de ellos. Con personalidades tan diferentes, los tres se completan el uno al otro. Viniendo de una muy...