Capítulo 20

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Megan

Daba pena. Parecía que a mi cara le habían quitado toda la vida que tenía. Mis ojos gritaban lo que mi boca no podía. ¡Ayúdenme! ¿No ven que me van a hacer daño? ¡Llamen a mi familia! El reflejo en el espejo hizo una cara de dolor al mismo tiempo que yo. La mujer que me estaba "arreglando", me jaló el pelo.

Esa mañana, Leah Winston fue a mi nueva habitación a decirme lo que podía hacer mientras estuviera fuera de la casa. Podía respirar. En eso se resumía todo. Cuando salimos de la mansión en la que me encontraba, confirmé que estaba en un pueblo costero. No me parecía haberlo visitado nunca, pero definitivamente aún me encontraba en el país. Leah condujo en silencio por lo que me parecieron diez minutos. Pensé que no podía hablar para que mi estilista no pensara nada raro, pero en cuanto llegamos,

Leah le dijo que me cambiara para que no me reconocieran.

-Córtale el pelo y tíñeselo. Hazle el mejor cambio que puedas. Ya sé que es difícil debido a que es esta imbécil, pero trata de hacer algo. Ya sabes, que nadie la reconozca.

-En eso tienes razón, Leah. ¿Bree vendrá hoy? Podríamos salir a tomar algo esta noche -le dijo la mujer.

A partir de ese momento, dejé de oír. No hablé. No me quejé. No hice nada. Solo veía. Veía como mi pelo ya no era el rubio que tanto amaba. Ahora era color chocolate que, aunque no se veía mal del todo, no era mi color. Sonaría estúpido, pero si había algo en mí que nunca me había hecho sentir insegura, eran mi pelo y mis ojos. Mi rubio era de color dorado y, cuando recibía luz solar, brillaba. Además, hacía que no se notara tanto mi palidez.

También amaba lo largo que era. Me costó mucho trabajo cuando era una niña que me creciera hasta mi cintura y desde ese momento, no me lo cortaba demasiado. Ahora me llegaba un poco por debajo de mis hombros. Una lágrima rodó por mi mejilla y la limpié rápidamente. El reflejo en el espejo hizo lo mismo.

El día anterior me prometí no llorar. Me prometí cerrarme psicológicamente. No dejaría que nada me afectara, porque si lo hacía, no sobreviviría. Papá me debía de estar buscando. El tío Derek debía de estar trabajando en ello. Josh y Allan los estarían ayudando. Kate estaría acompañándolos. Mamá y Matt debían de estar cuidando a Dylan.

Dylan... No podía pensar en él sin que algo se retorciera en mi interior. Él ni siquiera debía de notar que no estaba con él, pero yo sí lo notaba. ¿Y si nunca más lo volvía a ver? No. Aléjate de ese pensamiento, me dije.

-Te dije que te movieras -gritó Leah. Pestañeé tratando de enfocarme otra vez en el presente. Estaba en la entrada de una óptica. Cómo había llegado ahí, no lo sabía. Ni siquiera sabía qué se suponía que haría ahí. Me moví con Leah. Llegamos hasta un escaparate donde un hombre se encontraba acomodando unos lentes. Leah cambió su gesto aburrido por una sonrisa demasiado melosa para mí.

-¡Hola! Mi amiga quiere comprar unos lentes de contacto. No le gusta su color de ojos -dijo haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia.

-¿En serio? Me parece un color muy bonito -reconoció el hombre mientras me sonreía coquetamente.

-Gracias -le dije.

-No importa. Lo quiere cambiar -masculló Leah mientras me pellizcaba fuertemente. Se me olvidó que no podía hablar. Suponía que eso me costaría caro.

-De acuerdo. ¿Qué color desea? -preguntó el hombre.

-Azul. Sin aumento -Volvió el tono meloso.

-Creo que tengo unos por acá.

Me desconecté otra vez. ¿Por qué azules? No me podía imaginar con otro color que mi esmeralda. Fue entonces cuando me di cuenta.

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