En cuanto escuché mi nombre, Traté de zafarme del agarre de ese hombre, pero él era muy fuerte. Me llevó a un callejón sin salida que estaba al lado del bar. Estando allí, me abofeteó tan fuerte, que me tiró al piso. Intenté gritar, pero era inútil. La música del bar estaba demasiado alta. El hombre se sentó sobre mí, tomando mis manos con una suya y con la otra tapándome la boca.
-Quédate quieta, niña estúpida -dijo. Me congelé cuando su voz me resultó familiar. Él sacó una cuerda del bolsillo de sus jeans y me amarró las manos-. Tú sí que eres hermosa. Si gritas, Megan, solo te irá peor, así que cállate de una sola vez.
El problema era que yo no podía simplemente quedarme callada. Tenía miedo, pánico, terror... ¿Por qué alguien que conocía me haría algo así? ¿Por qué no podía reconocerlo? Tenía que luchar o él podría hacerme cualquier cosa. Temía pensar qué me haría, pero sabía que me violaría, y hasta me mataría, si no lograba salir de allí rápido. Me quedé quieta nuevamente para que pensara que no me opondría y que no gritaría, aunque mis intenciones fueran todo lo contrario.
-Buena niña. Dime que eres virgen. Dime que no has sido una zorra y te has acostado con ese maldito de tu novio -dijo mientras me quitaba la mano de mi boca. ¿Él conocía a Matt? Lo único que podía pensar era que debía huir. Tomé aire y grité lo más fuerte que podía.
-¡Ayúdenme, por favor! ¡Ayuda! ¡Por favor!
-¡Te dije que te callaras, estúpida! -Sacó un pañuelo de su bolsillo trasero y lo amarró de tal forma que me impedía gritar. Miró a su alrededor y luego a mí otra vez. Me volvió a abofetear y no pude aguantar más las lágrimas. Las dejé salir. Lloraba por lo que me iba a pasar, por la impotencia de no poder hacer nada y porque no soportaba el dolor de mi mejilla derecha. ¿Por que me estaba pasando eso?
-Me gusta que te hayas vestido así. Es como si supieras que yo te visitaría, Meg -Él comenzó a meter sus manos debajo de mi blusa. Gritaba y me retorcía bajo su toque. No sabía si tenía ganas de vomitar por sus manos o por las veces que decía mi nombre-. ¿Cuántos años tienes ahora, eh? ¿Diecisiete? Espero que seas virgen. Eso solo lo hará mejor.
Tenía miedo. Siempre me había cuidado en ese sentido. De hecho, en toda mi vida solo había besado a Matt dos veces, y eso había sido todo lo que había hecho. El hombre subió mi falda hasta mi cadera. Comenzó a tocar mis muslos y me abrió las piernas.
Lloraba desesperadamente mientras rogaba que todo terminara. Que mi vida fuera la de un libro o una película, porque de alguna manera, la víctima casi siempre era salvada. ¿Por qué a mí no me ocurría lo mismo?
Él se coloco entre mis piernas y supe que ya no había nada que yo pudiera hacer. No dejaba de retorcerme, llorar y rogar. Trataba de gritar aunque supiera que resultaba inútil.
-Eres mía. ¿Entendiste, Megan? Solo mía -repetía mientras me quitaba mis bragas. Se desabrochó su pantalón y se lo bajó un poco junto a sus bóxers. Apoyó sus manos en mis costillas y se adentró en mí. El dolor que sentí era indescriptible-. Eres virgen. Mucho mejor.
Comenzó a moverse y yo pensé que iba a morir. Cada penetración resultaba más dolorosa que la anterior, como si tuviera pedazos de cristal que raspaban y destruían todo dentro de mí. El hombre siguió hasta que obtuvo lo que quería. Esos habían sido los minutos más dolorosos y horribles de mi vida. Me dolía sentirlo a él dentro de mí. Me dolían las costillas. Me dolía la mejilla. Me dolía el alma.
Él se estaba apoyando demasiada fuerza en mis costillas y yo rogaba que no las hubiera quebrado. Salió de mi interior lentamente, como si quisiera alargar mi dolor hasta el infinito. Se puso nuevamente sus pantalones, me colocó mis bragas y bajó mi falda. No dejé de llorar.
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Hermosas Tragedias
Teen FictionMegan tiene 16 años y dos hermanos con los que comparte algo más que la edad. El vínculo que tienen los trillizos nunca ha sido más fuerte que el de ellos. Con personalidades tan diferentes, los tres se completan el uno al otro. Viniendo de una muy...