Megan
-Yo... No sabía nada, Bree -susurré. Me sentía como una idiota. Siempre había sido de las personas que podían examinar a las otras porque no me gustaba crear juicios sin conocer, pero me había dejado cegar por el odio que creía sentir por Bree-. De haberlo sabido...
-No podrías haberlo sabido. Ni deberías hasta que no fuera el momento. Todo esto acabará muy pronto, Megan. Sólo... Sólo quiero pedirte algo. Entiendo si me denuncias. Lo entendería por todo lo que te he hecho, pero... ¿Podría conocer a mi sobrino? -preguntó cabizbaja.
-No te denunciaré, Bree. Tú no has... Bueno, sí has hecho cosas, pero no porque quisieras. Y por supuesto que puedes conocerlo. Merece conocerte. Tiene una tía increíblemente valiente -sonreí un poco. Si Bree estaba mal, alguna debía mantener la cordura, aunque yo no fuera muy cuerda en ese momento-. Bree, por favor. Tienes que llamar a mi tío. Dile que estoy aquí. Él vendrá a rescatarme y te protegerá. No tienes por qué tener miedo.
Bree alzó la cabeza. Su mirada tenía un poco de miedo, pero tenía más determinación. Se dirigió a un escritorio que había en la habitación y tomó un celular. Se quedó observándolo durante unos segundos que se me hicieron eternos. Sentía mi libertad tan cerca, que casi podía rozarla con mis dedos. Al igual que Bree había podido sentir la suya. Me daba cuenta de que Bree Winston era probablemente la persona más valiente que había conocido en mi vida. Ella vivió eso durante muchos años. Para mí, un mes me bastaba y sobraba para toda la eternidad. Era suficiente. Dudaba que eso se pudiera llamar un secuestro teniendo tantas comodidades, pero estaba segura de que lo era, porque yo no había decidido estar aquí.
Bree me tendió el teléfono con mano temblorosa y se me quedó viendo. Sentía que tenía el objeto más valioso del mundo en ese momento. Intentaba mostrarme tranquila para no alterar a Bree. En cierto sentido, era como una cría. Si me acercaba demasiado o me movía muy rápido, se asustaría y se escondería. La verdad era que me estaba muriendo por dentro. Mi interior era un completo caos. Sentía desprecio y temor hacia Leah y Daniel, añoranza hacia mi libertad, miedo por Bree y por mí, ansiedad de que todo saliera bien, nervios acerca de todo, preocupación por mi familia, por Matt, por Kate, por Ally y por Dylan.
-Quería esperar unos meses, pero... Hazlo ahora. Hazlo ahora o no seré valiente después -dijo derramando lágrimas.
-Bree, no llores. Todo saldrá bien -sonreí tratando de infundirle valor, aunque eso era de lo menos que tenía en ese momento.
Dudé mirando el teléfono. Marcaban las cuatro de la mañana. Estaba listo para que llamara a alguien, pero ¿a quién? ¿A quién debía llamar primero? ¿Al tío Derek o a casa? Decidí llamar primero a casa. Necesitaba hablar con alguien que me calmara, aunque sabía que al fin y al cabo sería una pérdida de tiempo, porque entonces tendrían que llamar al tío Derek y explicarle todo. Marqué los números a como pude con mis manos temblorosas.
Sonó el timbre una vez, dos veces, tres veces. Empecé a perder la poca calma que aparentaba y a estresarme. ¿Y si no había nadie en casa?
-¿Sí? -preguntó una voz somnolienta. Mi corazón pegó un grito y comenzó a correr a mil por hora.
-¿Mamá? -sollocé. Mi voz salía rara debido a una mezcla de risa histérica y llanto descontrolado.
-¡¿Meg?! ¡Megan! Oh, Dios. Mi amor, ¿dónde estás? ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño? -Escuchaba que ella también estaba llorando y también oía gritos provenientes del otro lado de la línea. Escuché el llanto de Dylan y todo se nubló por un momento.
-Sí, mamá. Ahora estoy bien -Procedí a contarle rápidamente dónde me encontraba y todo lo que me había dicho Bree. Escuchaba cómo papá ordenaba que llamaran al tío Derek y le dijeran dónde estaba mientras oían el resto de la historia. Habían calmado a Dylan también.
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Hermosas Tragedias
Teen FictionMegan tiene 16 años y dos hermanos con los que comparte algo más que la edad. El vínculo que tienen los trillizos nunca ha sido más fuerte que el de ellos. Con personalidades tan diferentes, los tres se completan el uno al otro. Viniendo de una muy...