capitulo 29 Final

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- ¿Ella te hace feliz?

-Sí.

-Te ves bien. Igual que ella.

-Ella lo está.

La mano de Renata se retorció en la suya de modo que era ella la que estaba agarrando la mano de Julinana.

-Entonces estoy contenta.

Era una respuesta tan sencilla y generosa. Tan abierta y tolerante. Demasiado buena para ser cierto.

-No puedes estarlo.

-¿Por qué no, Juli? -preguntó Renata, con la cabeza inclinada hacia un lado, una pequeña sonrisa burlona en los labios.

-Porque saliste con ella. Dormiste con ella. Fue tuya una vez. Y te mentí. Elegí el sexo con ella por encima de mi lealtad hacia ti.

-Debe haber sido un sexo bastante asombroso, Juli, porque eres la persona más leal que conozco.

Había una luz bailando en los ojos de Renata, una invitación para que Juliana se relajara. Juliana sacudió la cabeza, reacia -incapaz- de aceptar la reacción de su amiga al pie de la letra. Renata no podía ser tan tolerante, de mente tan abierta, tan generosa. Simplemente no podía ser posible.

-Puede que no haya querido casarme con ella, pero Valentina todavía es una de mis personas favoritas en todo el mundo, Juli -dijo Renata-. Igual que tú. ¿Por qué no estaría feliz por ustedes dos? ¿Qué clase de egoísta perra envidiosa sería si les concediera de mala gana esa felicidad a ustedes dos cuando tengo a Nathan?

Todo era tan diferente a lo que Juliana se había preparado para resistir. Sin rabia, sin culpar a alguien, sin acusaciones. Sólo aceptación. Y confianza.

Su mirada encontró a Valentina en el mostrador donde estaba esperando con Nathan.

Sus ojos se trabaron a través de la cafetería. Ella vio su comprensión, su amor, y recordó las cosas que Val le había dicho, sobre su miedo a perder a su familia y cómo ella merecía amor y felicidad. Recordaba cómo la había abrazado después de su primera pelea y le había dicho que sin importar qué, siempre la amaría.

Regresó su atención a Renata y tomo una decisión consciente. Eligió tomarle la palabra a su amiga. Eligió creer que Renata la amaba tanto como Juliana la amaba, y que quería su felicidad tanto como Juliana quería la de Renata. Eligió aceptar que ella no necesitaba perdonarla, porque Renata confiaba en ella. Y eligió creer que era digna de esa confianza, al igual que era digna del amor de Valentina.

Porque ella no era una puta innata. No era irresponsable o atribulada ni intentaba llamar la atención. No era un fastidio, una sinvergüenza, un lastre para ser descartado lo más pronto posible.

Era amada. Era valorada. Tenía importancia.

Respiró profunda y purificadoramente, y entonces dejó salir el aliento. Luego levantó la mano de Renata hasta sus labios y le besó el dorso con ternura, amorosamente.

-Gracias.

Los ojos de Renata se llenaron de lágrimas.

-Gracias a ti, Juliana. Por tanto a lo largo de los años. Por ser mi coraje. Por mantenerme cuerda. Por ayudarme a encontrarme a mí misma.

Juliana no estaba segura de cuál de las dos se levantó primero, ella o Renata, pero repentinamente ambas estaban de pie, con los brazos envueltos una alrededor de la otra. Juliana presionó su mejilla contra la de su amiga y dejó que la aceptación de Renata se filtrara en sus huesos.

Después de la cantidad exacta de tiempo, Renata aflojó su abrazo y ambas dieron medio paso hacia atrás.

-Vamos, vayamos a casa -dijo Renata.

EL MEJOR DE MIS ERRORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora