capitulo 12

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La decisión trajo una nueva calma, que la llevó hasta la hora del almuerzo.
Entonces fue atrás de la tienda para agarrar su sándwich de la nevera y vio las flores de valentina y todo regreso de nuevo.
Su cuerpo bajo sus manos. La sensación de tenerla dentro de ella. La ola de placer estremecido que se había apoderado de su cuerpo.
Esta vez no dudó. Agarró las flores, salió a la calle y las arrojó en el bote de basura público más cercano.
Si tan sólo fuera tan fácil borrarla de sus pensamientos.
Cada vez que pensaba que lo había conseguido, durante un día completo o dos sin un solo pensamiento orientado a Carvajal, se colaba de nuevo bajo su guardia.
Cualquier cosa lo desencadenaba. El conjunto de los hombros de una mujer en el metro. El sonido de una voz ronca por teléfono. El escurridizo olor de perfume que era casi pero no exactamente el mismo que el suyo.
A veces no había ninguna razón discernible en absoluto, estaba simplemente ahí, en su cabeza, convirtiendo su cuerpo caliente y húmedo con recuerdos, llenándola de culpa y remordimiento.
Tomó casi un mes para llegar al punto donde ella no era más que un doloroso, incómodo, y pasajero pensamiento que podía fácilmente descartar. Un mes durante el cual tuvo varias llamadas telefónicas de su amiga consolidando aún más, la creciente convicción en su corazón que su amiga había caído plenamente por su amante Australiano. Facilitó su culpa un tanto saber que Renata había definitivamente avanzado, pero no lo suficiente.
Luego, apareció en la cena de aniversario de Brown y Perry en un frío y ventoso sábado en la noche, una semana antes de Navidad, miró al otro lado de la habitación, donde vio a Valentina allí de pie, oscura e imponente, en un traje negro como el carbón. Se congeló en el acto de despojarse de su abrigo, con un brazo dentro, y el otro fuera. La sepulcral, tensa expresión en la cara de Valentina le dijo que no tenía ni idea de que estaría allí, tampoco.
Lo que hacía a ambos bastantes tontos, en retrospectiva. Brown era una de las varias amigas que Juliana y Renata compartían, Valentina y Perry eran ambos abogados, un terreno común que había alimentado una estrecha amistad con los años. Si Juliana se hubiera parado a pensar en ello, habría adivinado que podría estar allí. Al igual que ella podría haber adivinado que estaría, también, debido a su amistad con Brown.
Ella rápidamente apartó la mirada, riendo alegremente de algo que dijo Brown mientras entregaba su abrigo. Se encaminó directamente a la bandeja de cócteles que Perry estaba pasando alrededor y sólo arriesgó una segunda mirada a Valentina cuando el primer ardiente trago de vodka en su Martini quemó su camino de la garganta hasta su estómago.
Ella se paró de perfil a Juls cerca de la ventana, hablando con Melissa y Lewis, dos de los muchos amigos casados de Brown y Perry. Su cabello estaba más largo que cuando la había visto por última vez. Esperó a que echara un vistazo en su dirección, pero no lo hizo, manteniendo firmemente su atención en lo que sea que Melissa estaba diciendo.
No fue una enorme sorpresa. Después de todo, se había prometido a sí misma que si alguna vez se topaba con ella otra vez saldría corriendo en la dirección opuesta.
Claramente ella se sentía de la misma forma, pero no era exactamente una opción viable esta noche, para ninguna de ellas a menos que ella estuviera preparada para fingir un ataque de apendicitis.
Pensó con nostalgia en Reni, a miles de kilómetros de distancia. Siempre podría confiar en que R inventaría una férrea excusa a prueba de tontos, revestida de gracias para cualquier ocasión.
Pero esta noche, Juliana estaba por su cuenta.
Jugó con la idea de acercarse a Valentina e involucrarla en una conversación educada, simplemente para quitarse de encima ese primer momento incómodo y listo.
Después de todo, podía difícilmente evitarla toda la noche. Sólo había una docena de personas en la habitación, incluyendo sus anfitriones. Ellos estaban obligados a enfrentarse cara a cara eventualmente y ser forzados a tratar el uno con el otro.
La siguiente hora probó su completo error. A pesar del hecho de que estuvo en ascuas todo el tiempo, esperando a que Valentina reconociera su presencia con una mirada, una palabra o un gesto, ella categóricamente la ignoró. Donde quiera que ella estuviera, Carvajal no, siempre dando vueltas en la dirección opuesta, su espalda o perfil siempre girado hacia ella. Dos veces se alejó cuando ella se introdujo en una conversación que estaba compartiendo con algunos de los amigos de Brown y Perry. Ambas veces sintió el calor precipitarse a su cara, segura de que alguien debió notar su comportamiento, pero nadie siquiera levantó una ceja.
Tomó su segundo Martini y meditó sobre su comportamiento, poniéndose cada vez más enojada mientras continuaba ignorándola por completo.
No dudaba que de algún modo ella había replanteado lo que había pasado entre ellas en su mente, etiquetándola como una puta desvergonzada que lo había controlado con licor y luego lo atrajo a su tocador. No dudaba que le echara toda la culpa cada segundo de que habían pasado juntas directamente a su puerta. Nunca había sido un secreto cómo ella la vio, después de todo. Sería tan, pero tan fácil hacer del villano de la letra escarlata en la pieza.
Se había construido un poderoso resentimiento en la cabeza en el momento que Brown anuncio que la cena estaba lista y todos se presentaron en el comedor.
Sentándose obedientemente en el asiento asignado a ella, registró que Valentina tomaba el asiento de enfrente en el último segundo.
Naturalmente, la habían colocado en el lado opuesto a valentina. Eran los únicos dos solteros en la habitación. ¿En dónde más las sentarían? Esperó a que ella la mirara directamente a los ojos, finalmente, pero dirigió su atención a Brown, quien estaba sentado a su derecha. Juliana parpadeó, incrédula.
¿Seguramente ella no tenía intención de ignorarla durante toda la cena, o sí?
La empresa de catering comenzó a servir aperitivos. Juliana fijó su mirada en Valentina, con los dientes apretados, desafiándola a seguir negando su existencia. Su indignación crecía con cada segundo que pasaba.
¿Cómo se atreve? ¿Quién se creía que era? Mejor aún, ¿quién se creía que ella era?
Si ella pensó que simplemente se iba a quedar sentada allí y aceptar tal lamentable comportamiento inmaduro, patético, tendría que reconsiderarlo.
En el momento en que sus platos de sopa estaban siendo retirados, estuvo dispuesta a darle una patada en la espinilla.
Vamos a ver si me ignora entonces.
Lewis seguía tratando de entablar conversación con ella a su izquierda, pero Juliana no pudo seguir el tema. En todo lo que podía pensar era en Carvajal y en lo mucho que quería lastimarla de una forma profundamente primitiva y física.
Habían tenido relaciones sexuales. Ella había estado en el interior de su cuerpo. Lo menos que maldita sea le debía como mínimo era el contacto visual. Lo mínimo.
El impulso de golpearla era tan profundo, tan poderoso que sentía los músculos de sus pantorrillas tensos, preparados para una muy buena patada. Tenía sus puntiagudos tacones Louboutin puestos. Si lanzaba un buen golpe, incluso podría dejarle una cicatriz.
—Disculpen —dijo ella, poniéndose de pie.
Necesitaba unos segundos de privacidad para poder aclarar las cosas en su cabeza.
Era eso, o ceder a la tentación de lanzarse al otro lado de la mesa y golpear la cara de Valentina. Ofreció una sonrisa cortes a sus anfitriones, y luego se dirigió a la puerta.
No estaba segura de lo que la hizo mirar hacia atrás por encima del hombro mientras salía de la habitación. Algún sexto sentido, tal vez. Cualquiera que sea la razón, lo hizo, y se encontró bloqueando la mirada de Martin, mientras él miraba por encima de su hombro hacia ella, viéndola claramente salir de la habitación.
Esperaba ver disgusto, condena o ira en su rostro. O, en el mejor de los casos, alivio de que estuviera yéndose, aunque sólo temporalmente.
Lo que no esperaba era el hambre, calor y la necesidad. Su mirada tormentosa perforó en la de ella, ardiendo con intención sexual, carnívora. Innegable.
Emocionante.
Oh, cielos.
El aliento se le quedó atrapado en su garganta. Su hombro rozó el marco de la puerta y giró la cabeza hacia el frente para evitar caminar contra la pared. Se dirigió al cuarto de baño con las piernas sintiéndose como gelatina.
Valentina no la odiaba. No se arrepentía de lo que había pasado entre ellas.
Para nada, en lo absoluto
Ella la quería. Muchísimo.
Tanto que no confiaba en sí misma para hacer contacto visual con ella.
Fue una revelación que envió su corazón a acelerarse.
Cuando cerró la puerta del baño detrás de ella, su cara estaba caliente, las axilas húmedas, su respiración un poco entrecortada. Se apoyó contra la puerta cerrada, tratando de contener la ola de excitación descarada disparándose a través de ella. Valentina la quería. Había estado pensando en ella, también. Había estado pensando una y otra vez en lo que había pasado entre ellas.
En la forma en que se había sentido cuando había apartado su ropa interior a un lado y se deslizó dentro de ella.
Quería volver a hacerlo, también. Lo sabía sin ella decir una palabra. Sabía que si pudiera, la habría seguido hasta aquí ahora mismo y la habría follado contra la pared.
Su sexo palpitó ante la idea. Deslizó una mano por su vientre, ahuecando su montículo a través de la suave tela de su falda primaveral. Podía sentir la humedad caliente formándose allí, y cuando presionó sus dedos suavemente en su piel sensible, un deseo eléctrico recorrió por todo su cuerpo.
Imaginó que Carvajal la seguía hasta aquí.
Imaginó cómo se sentiría besarla, tocarla y follarla otra vez.
Tragó con fuerza, su respiración entrecortada. Por un momento se sintió tentada a levantar su falda y deslizar su mano dentro de sus bragas y terminar lo que la mirada de Valentina había comenzado, estaba así de encendida.
Pero eso sería como tener el postre antes de que hubiera terminado su cena, y ella siempre había creído que esa anticipación era nueve décimos del placer.
En su lugar, se levantó la falda y deslizó sus bragas por sus piernas. Las dobló en un pequeño paquete de seda discreto, nada más trascendental que un pañuelo de mujer. Se estudió en el espejo, reconociendo el peligroso brillo temerario, excitado, en sus ojos.
¿Realmente iba a hacer esto?
La mujer en el espejo le devolvió la mirada, avivada, desafiante. Una pequeña sonrisa reservada curvó su boca.
Bien, entonces.
Tomando una respiración profunda, Juls salió del baño.

EL MEJOR DE MIS ERRORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora