capitulo 5

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— ¿Dónde está? ¿Dónde la escondes?
Ella apretó las manos contra el pecho y miró a su atacante.
—INFIERNO EN LLAMAS, CARVAJAL, CASI ME HACES ORINARME ENCIMA. ¿HAS OÍDO HABLAR DEL TELÉFONO?
— ¿Y qué me cuelgues? No soy estúpida Valdez . Dime dónde está.
Se frotó la parte posterior de la cabeza.
—Si Reni no te dijo donde fue, no me corresponde a mí.
Se acercó más. A pesar del hecho de que no creía que Valentina Carvajal le haría algún daño, sintió una punzada de alarma. Nunca la había visto tan enojada. O tan desaliñada, ahora que lo veía en detalle. Tenía el cabello alborotado y su cara erizada con sombra debajo de los ojos. Lucía positivamente desenfadada comparado con su usual culo meticuloso de costumbre.
— ¿Qué pasa? ¿No tuviste oportunidad de planchar tu ropa interior esta mañana? —preguntó.
Lanzó una mirada hacia su traje ceñido al cuerpo. Llevaba un sostén push-up debajo de un top de lentejuelas estilo vintage. Una falda negra corta –está bien, muy corta— y medias de encaje. Las botas hasta la rodilla resaltaban por sus altos y puntiagudos tacones. El espejo de su habitación le había dicho que lucía un poco zorra, pero la mirada condenatoria de Valentina lo confirmó.
—Me disculpas si no estoy preparada para tomar un consejo de moda de alguien que escoge su ropa en el catálogo de Playboy.
Sonaba tan presumido que tuvo que reír, a pesar de que una pequeña parte de ella escocía ante su abierto desprecio. Parecía que los guantes estaban completa y verdaderamente fuera ahora que Renata no estaba de pie entre ellas.
Ella sacudió el cabello sobre su oreja, mostrando sus múltiples piercings. Sabía que Carvajal los odiaba porque Reni se lo había dicho una vez.
— ¿No deberías hablarme con cariño? ¿No es eso lo que normalmente hace la gente cuando quiere algo?
El aliento de Valentina hacía vapor en el aire entre ellas. Observó cómo hacía un visible esfuerzo por controlar su temperamento.
—Mis disculpas. Mi única excusa es que no he estado durmiendo bien. Sólo quiero lo que sea mejor para renata. Por favor, dime dónde está.
Cada palabra era arrancada de ella como los dientes en el dentista.
— Reni es la mejor juez de lo que es mejor para ella —dijo Juliana—. Tú y los
Whitaker siempre están tratado de decidir las cosas por ella, presionándola hacia cualquier forma que quiera que adopte. Déjenla hacer sus propias cosas, para variar. Si ustedes están destinadas a estar juntas, ella regresará.
Estaba temblando de frío y se volteó para abrir la puerta de su apartamento.
Asumió que el silencio de Valentina significaba que finalmente había conseguido llegarle, pero cuando trató de deslizarse en la calidez relativa del hueco de la escalera, ella bloqueó la puerta con su brazo.
—Por favor, Juliana. Si quieres que ruegue, lo haré.
Encontró su mirada, sin siquiera tratar de ocultar su herida y su dolor.
Hasta ese momento había estado convencida de que ella veía a Renata como un trofeo, otro de los logros que había adquirido durante su ascenso en los rangos sociales. Pero la mirada de sus ojos...
—De verdad la amas, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
—Por supuesto que lo hago —dijo como si fuese la cosa más natural y obvia en el mundo.
Por un momento —una centésima de segundo— Juliana sintió un apretón de envidia en su corazón. Deseó haber inspirado alguna vez tanta devoción sincera en alguien, sus novios anteriores siempre se habían ido con todo lo que pudieron conseguir, ya fuera sexo, comida gratis o un apoyo emocional sin fin. Nunca había tenido a nadie expresando su amor de manera tan inequívoca.
—Se ha ido a buscar a su padre. Su verdadero padre —dijo.
Ella no dijo nada, sólo siguió mirándola en una muda súplica.
Maldita sea.
—Está bien, está bien. Ella no me indicó expresamente que no te dijera. Lo que no significa que no me descuartizará cuando sepa que te lo dije, pero aun así. Está en algún antiguo pueblo llamado La Isla de Wight en Philip Island, Australia. Voló ayer y hablé con ella esta mañana.
— ¿Australia? —Valentina parecía aturdida.
—Eso es correcto. Ahora bien, si no te importa, tengo varios catálogos de Playboy que necesito revisar antes de salir a la calle por la noche.
Valentina asintió con la cabeza en una breve señal de agradecimiento y luego se fue.
Deslizó la puerta hacia adentro y la bloqueó con cerrojo tras de sí.
Su estómago se revolvió con nerviosismo. Renata no estaría feliz de que se hubiese ido de lengua respecto a su paradero con su ex-prometida. Y temía pensar qué haría Carvajal ahora, ¿llamaría a Renata y le exigiría volver a casa y tomar su lugar como madre de sus futuros hijos?
Otro pensamiento la golpeó.
¿Seguramente no correría hacia el otro lado del mundo por Renata?
Lágrimas inexplicables llenaron sus ojos mientras pensaba en ella haciendo precisamente eso. La gran idiota.
Realmente amaba a Renata. Verdadera, profunda, tal vez incluso locamente.
Y lo verdaderamente triste era que sabía que su amiga no sentía nada parecido a eso por ella
Parpadeando para alejar las necias lágrimas, entró en el apartamento. No había duda de que Valentina Carvajal elegiría comer vidrio en lugar de saber que ella sentía pena por ella, pero no pudo impedirle hacerlo desde lejos. Podría ser una vieja antes de tiempo y demasiada cosida para su gusto, pero era una mujer decente en su corazón, sincera, generosa, amable, considerada. No se merecía ser herida de esa manera.
Sus labios se torcieron en una sonrisa cínica.
¿Quién consigue lo que merece en la vida?
Muy pocos, como sabía por experiencia propia. Con el corazón y la mente pesados, lanzó sus llaves en la mesa del pasillo y trató de averiguar cómo y cuándo informar a Renata que debería estar pendiente de un visitante inesperada.

EL MEJOR DE MIS ERRORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora