capitulo 6

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Maratón 1/?
Valentina condujo directo a casa, su orgullo y todo lo demás ardiendo después de su encuentro con juliana. La piedad en sus ojos. La simpatía...

Ella era la última persona que quería que sintiera lástima. La última. Y ahora era todo lo que podía hacer para no detenerse de dar media vuelta con el auto para defenderse ante ella de lo que dijo que Renata le había dicho a ella sobre los últimos cinco días.

Que ella había confiado en juliana, Val no tenía dudas, al igual que sabía que justo ahora Juliana tenía una mejor idea de dónde ella estaba con su prometida —ex prometida— de la que Val tenía. El conocimiento se sentía como una roca en su vientre, tan desagradable como la lástima de Juliana

Ésta no sería la primera vez que Renata había confiado profundamente los asuntos personales de su relación con su amiga. Le irritaba mucho más ahora que entonces. Se había comprometido a compartir su vida con Renata. A tener niños y envejecer con ella. Odiaba el pensamiento que había cosas que ella no sentía que podía hablar con ella.

No es como si tú le dijeras todo. Eso era bueno para unos…

Empujó lejos el pensamiento errante. Esto no era sobre ella. Esto era sobre Renta. Sobre lo que ella quería, lo que, aparentemente, Juliana estaba al tanto y ella no.

Toda su vida había poseído la habilidad para compartimentar sus sentimientos y pensamientos, una habilidad de supervivencia que le había servido bien en la urbanización propiedad del Gobierno donde había crecido. Mientras entraba en el estacionamiento detrás de su departamento, se sacudió sus dudas, ira y el orgullo herido. Su objetivo inmediato era encontrar a Renata. Todo lo demás podía esperar.
Una vez que estuvo dentro y al frente de su computadora, le tomó cinco minutos reservar en el próximo vuelo a Melbourne, Australia. Había hecho una rápida llamada al abuelo de Renata, Edward Whitaker, para dejarle saber que estaba yendo detrás de ella, escuchando con creciente impaciencia el consejo del hombre de ser paciente pero intransigente en su trato hacia Reni. El abuelo de Renata la adoraba pero no había forma de escapar del hecho que su actitud hacia ella era sobreprotectora y más que un poco Victoriana.

Era una postura que siempre había puesto incómoda a Valentina, pero nunca se había sentido capaz de comentar esto ni a Edward o a la propia Renata. Contra todo pronóstico, Edward la había contratado como una abogada novata recién salida de la escuela de leyes y, cuando había notado a Valentina golpeando en su nuevo entorno, le ofreció la orientación y guía que había necesitado para navegar las políticas fratricidas y jerarquías de un bufete de abogados de larga tradición. Todo lo que era hoy se lo debía a Edward Whitaker.

Todo.

—Aprecio el consejo —dijo, cuándo el anciano finalmente se detuvo para tomar aliento—, pero no estoy segura que establecer las reglas me vaya a llevar a algún lado con Renata justo ahora.
—Ella está molesta. Todos entendemos eso. Pero una vez que se calme entenderá que todos estaban haciendo lo mejor para ella.
Martin hizo una mueca. ¿No había dicho algo similar a Juliana apenas hace veinte minutos? Escuchando sus propias palabras de la boca de alguien más lo hizo muy consciente de lo pomposo y condescendiente que debía haber sonado.

Se movió inquieta mientras recordaba otras ocasiones cuando había dicho algo similar a Renata. Por cinco días había vivido de la esperanza y certeza que lo que sea que estuviese equivocado entre ellas podía ser reparado, ambas eran gente racional después de todo, y tuvieron seis buenos años entre ellas, pero por primera vez se deslizó una espina de duda en su mente.

Antes que Renata hubiera salido fuera de la casa de su abuelo, la había acusado de no conocerla. Había dicho que estaba tan ocupada diciéndole lo que era bueno para ella, que no tenía idea quién era o lo que realmente quería. Se había llamado a sí misma cobarde por no hablar de sus verdaderos sentimientos.

EL MEJOR DE MIS ERRORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora