Capítulo XVII "Luna llena"

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Esperé al viernes con el corazón en la garganta. A última hora tenía Estudios Muggles y no había terminado la clase y ya había roto un lápiz y derramado dos veces el tintero.

Finalmente sonó el timbre y prácticamente corrí hasta el Gran Comedor. Sirius me dijo que Remus no se transformara hasta alrededor de las diez, pero, por si acaso, llené los bolsillos de mi túnica de pastelitos de carne, buñuelos de espinacas y cuatro botellines de zumo de calabaza. Sin dar explicaciones, subí a los dormitorios. Cambié mi uniforme por unos vaqueros, una camiseta y un jersey viejos, me puse las botas de montaña y, con el abrigo en la mano, bajé a la Sala Común. Allí me esperaba Sirius. Con una sonrisa irónica, me la tendió. En la otra mano sujetataba una escoba.

-Suelo usarla para salir y entrar por la ventana -respondió ante mi mirada interrogante-, pero pensé que tal vez te iría bien a ti, como no eres animaga...

Sonreí.

-¿Me vas a dejar montar en tu escoba sin supervisión? A mí, Charlie Rivers, con nivel de vuelo de "Gallina con alas atrofiadas"...

Sirius rió entre dientes.

-Que quieres que te diga, es una emergencia...

Sonreí y me monté tras él. Salimos por la ventana y sobrevolamos el Bosque Prohibido. Cuando nos encontrabamos sobre el corazón del bosque, bajamos y, tras serpentear entre los árboles, llegamos a un pequeño claro. Ni siquiera sé si se le podía llamar claro. Sí, no había árboles, pero las copas de los árboles de alrededor tapaban el cielo estrellado. En una esquina estaba Remus. Se había desprendido de casi todo su uniforme, y ahora se encontraba vestido solo con una camisa desabrochada y arremangada y unos pantalones. Su camisa estaba manchada de una poción morada, y sus pies descalzos sangraban, cortados por pequeños trozos de cristal sobre la hierba.

Peter vino hacia nosotros.

-Canuto, ya era hora. A la poción se le está acabando el efecto. -Y dicho esto se convirtió en rata.

-¿Pero qué...? -murmuré.

-No pensarías que todos los animagos son ciervos y gatos, ¿no? -rio Sirius.

-¡Canuto, no es tiempo para bromas! Ven a ayudar.

-Voy Cornamenta.

Echó a correr hasta donde estaba James y se transformó en un enorme perro negro. James asintió y tomó la forma de un ciervo con una enorme cornamenta lustrosa.

Sacudí la cabeza para deshacerme de la sorpresa y suheté con fuerza la escoba, con los pies bien plantados en el suelo. Con mi mano derecha empuñaba la varita. Me acerqué a Remus. Los Merodeadores se habían colocado en semicírculo a su alrededor. Remus gimió y su respiración comenzó a acelerarse. Y, entonces, de repente, se irguió y aulló. En ese momento comprendí que ya no era Remus. La transformación comenzó y, unos segundos después, se alzaba ante nosotros un lobo más grande de lo normal, de pelaje abundante color castaño claro. "Como el pelo de Remus" pensé y un escalofrío recorrió mi espalda. Pero lo peor eran sus ojos. Oscuros y profundos como el caramelo, y humanos. Eran los ojos que había contemplado todos los días desde hacía siete años, eran los ojos que reconocería en cualquier parte, eran los ojos de Remus. Aulló de nuevo y se arrojó sobre sus guardianes. Tratabillé hacia atrás. Sirius y James trataron de contenerlo, sin éxito. Subida en la escoba, me elevé en el aire justo cuando el lobo me mordía. Me arrancó un cacho de pantalón, pero por suerte sus dientes no rozaron mi piel.

-¡Incaercerus!

Traté de lanzarle un hechizo que atara su cuerpo con fuertes cuerdas, pero las esquivó facilmente. Saltó de nuevo hacia mí, pero al ver lo alta que me encontraba, cargó contra James.

Until the very endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora