Capítulo XXIII "San Valentín"

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Ese viernes me fuí a la Sala Común nada más terminar la cena. Una vez allí saqué Mágicas criaturas y donde encontrarlas y me puse a escribir la introducción a mi redacción sobre los doxys domésticos. A los pocos minutos apareció Sirius. Se acercó y un beso en mi coronilla.

-¿Qué haces, preciosa? -me preguntó.

-Nada, deberes.

-Deberes, deberes y más deberes, siempre estás haciendo deberes -rió-. Mírame a mí, tengo todo mi tiempo para mí.

-Pues tengo prácticamente las mismas asignaturas que tú, así que tal vez deberías replantearte tus técnicas de estudio.

El sonrió y se sentó en el reposabrazos del sillón.

-¿Sabes que día es mañana?

-Sábado, ¿no?

-Ya, pero ¿qué más?

-14 de febrero.

-¿Y qué pasa ese día?

Le miré, arqueando una ceja.

-He pillado la indirecta hace tiempo, Hocicos y no te lo voy a poner tan fácil.

Sirius resopló, resignado.

-Pues me preguntaba si mañana vendrías conmigo a Hogsmeade. Pero no como normalmente, los dos solos sin James y Lily, ni Frank ni Alice ni nadie.

-¿Para qué? -le pregunté. Adoraba verlo sufrir.

-Para celebrar San Valentín.

-El año pasado parecías odiar San Valentín...

-Bueno el año pasado fue hace mucho tiempo, ¿vendrás?

-Claro que sí, no seas bobo. No entiendo porque lo pasas tan mal con este tipo de cosas.

* * * * *

Aquel viernes me preparé a conciencia. Me di un largo baño perfumado y me peiné mi largo cabello castaño de manera que cayera libre por mis hombros. Escogí unos vaqueros claros y unas botas de cordones. Sobre una simple camisa blanca me puse el jersey celeste lleno de pompones que me había regalado Nina por Navidad. Me cubrí con un abrigo y un gorro y una bufanda de Gryffindor. Metí mi varita y algo de dinero en mi bandolera, así como el regalo de Sirius.

Entregué mi permiso a Filch y salí a los jardines, donde me esperaba Sirius. Juntos nos fuimos rumbo Hogsmeade, charlando de temas sin importancia y (para qué ocultarlo) dándonos pequeños besos por el camino. Cada vez que yo trataba de preguntarle el lugar de nuestra cita él cambiaba de tema. Por fin llegamos a Hogsmeade, pero seguimos avanzando, dejando atrás la calle principal, la Casa de los Gritos y, finalmente, la última casa del pueblo.

-¿Adonde vamos? -le pregunté por enésima vez.

Sirius sonrió enigmaticamente y continuó caminando por la nieve. Finalmente se detuvo frente a un enorme abeto, seguramente centenario. Sacó una manta de lana de su enorme mochila y la estendió bajo la gigantesca conífera. Acto seguido se sentó en ella, indicándome con un gesto que me situara junto a él.

-Feliz San Valentín, Charlie.

-Feliz San Valentín, para ti también, Sirius.

Sonrió y me besó mis labios dulcemente. Se separó y comenzo a sacar objetos de su mochila: dos vasos, un termo y dos botellas de cerveza de mantequilla. Abrió el termo y vertió su contenido en los dos vasos. Luego, con ayuda de la navaja multiusos que llevaba en su bolsillo, abrió ambar botellas. Acto seguido guardó el termo vacío y me entregó un vaso caliente y una cerveza.

-La he hecho yo mismo -me informó.

Supuse que se refería al contenido de los vasos, que por el olor debía de ser sopa. La probé. Claramente era sopa de pollo con fideos.

-¿Y bien? -preguntó, nervioso-. ¿Qué te parece?

-Está buenísima, la mejor sopa que he tomado nunca.

Sirius sonrió ampliamente y tomó un sorvo de la suya. Me eché a reir. Sirius me miró, extrañado.

-¿Qué es tan gracioso?

Comencé a reir aún más fuerte.

-Lo orgulloso que estás de tu sopa. Eres tan mono.

Él puso los ojos en blanco, sonriendo. En pocos minutos no habíamos bebido toda la sopa y gran parte de nuestras respectivas cervezas de mantequilla. Me tumbé y apollé la cabeza en su regazo. Él sonrió cariñosamente y comenzó a juguetear con mi pelo.

-Te amo, Sirius. Nunca lo olvides.

-Nunca lo haré, porque yo te amo a ti.

Sonreí y alcé la mano para tocarle el rostro. Acaricié su mejilla, luego la línea de su mandíbula y luego sus labios. Entonces levanté la cabeza y los besé. Pude notar como sonreía a través de nuestro beso. Me separé de él y le miré a los ojos. Eran del color de un día nublado, tormentoso.

-Te he traido un regalo -le dije.

Me levanté y busqué un regalo rectangular, cubierto de papel color azul. Se lo entregué y él quitó el papel rápidamente. Era un álbum de fotos. Lo abrió y observó la primera página, en la que se podía encontrar una foto mágica de nosotros dos besándonos. Sonrió y pasó la página. En las siguientes había cuatro fotos: una mía, claramente hecha hacía unas semanas en mi dormitorio, bajo la que había escrito Charlotte Agnes Rivers y una suya que rezaba Sirius Orión Black. Las siguientes eran una posando en el baile de Navidad y otra después de un partido de quidditch. En la siguiente página había fotos que el resto de mis amigas nos habían hecho a traición, una en Navidad, bailando, una frente al lago riéndonos... Y así eran las fotos. También había añadido pequeños recuerdos, como el panfleto de un concierto que hubo el Las Tres Escobas, o una carta de Astronomía, así como varios dibujos que Sophie me había hecho especialmente para este album.

-¿Te gusta? -le pregunté, tímidamente.

-¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Es el mejor regalo que me podrías haber hecho nunca. Te quiero, te quiero muchísimo.

Me eché a reir y él me atrajó para besarme. Nos fundimos en un apasionado beso.

Volvimos al castillo dados de la mano, entre carantoñas y besos. Solo nos separamos para subir a la Torre de Gryffindor para dejar nuestras cosas antes de cenar, pero nos encontramos nada más salir. En el Gran Comedor nos sentamos juntos y charlamos entre nosotros. Bebíamos estar bastante melosos, porque no tardaron en hacer comentarios.

-Vaya dos, ¿sé puede saber qué les pasa? -preguntó Peter.

-Es San Valentín, amigo mío -le respondió James entre risas, que tenía el brazo por la cintura de Lily.

-Puaj, pues parece que están pegados con cola.

Todos, incluidos Sirius y yo, nos echamos a reir, menos Peter, que parecía sorprendido, y Remus, que esbozaba una sonrisa amarga.

Until the very endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora