Capítulo III "La obra"

205 12 1
                                    

Cómo todas las mañanas me senté en el banco de Gryffindor a desayunar. En frente mío estaba Alice repitiendo nombres de plantas.

-¿Qué haces? ¿No has estudiado Herbología? -le preguntó Sophie.

-Es que este año Herbología Avanzada es un quebradero de cabeza, ¿verdad Charlie?

-Sí. Creo que la señora Sprout pretende convertirnos a todos en botánicos de mandrágoras. Menos mal que hoy no hay clase después de comer y podemos descansar.

-Habla por tí, ¡yo actuo! -Alice sonrió.

-Ya lo sé, estoy deseando veros, vas a ser la mejor Hipólita de todos los tiempos. Y ahora vámonos que llegamos tarde no queda nunca sitio en el invernadero.

*******

Me acomodé en la butaca del Salón de Actos. Estaba sentada junto a un chico de mi clase de EMA, Arthur Weasley, en la primera fila. Los aplusos sonaron cuándo Sirius y Alice salieron a escena. Sentí la emoción por las venas.

-¡MALDITOS TRAIDORES A LA SANGRE! ¡Incendio! -un grito salió de la platea, acompañada de un fogonazo rojo. Y comenzaron los gritos. Me levanté cómo pude y eche a correr. No veía a donde iba, me limitaba a dejar que la gente me arrastrara. El humo quemaba mis ojos y mi garganta, y, justo cuando creí que no podía más, noté un agarre en la túnica. No sabía que estaba haciendo, mis ojos estaban cubiertos de lágrimas causadas por el humo, pero sabía que aquel tirón me conducía por una escaleras y de repente caímos al suelo.

-¡Charlotte! ¡Estás bien! -Lily se abalanzó sobre mí, o al menos creo que era Lily-. Estabas tan cerca del fuego... ¡Creíamos que te había alcanzado!

-Tranquila estoy bien -mi vista comenzó a aclararse y reconocí la Sala Común de Gryffindor -. ¿Qué a pasado con Alice? ¿Y con Sirius?

-No lo sé. -respondió una fúnebre voz. Me giré y ví a un chico de fuerte estatura y pelo corto oscuro. Me froté los ojos y descubrí que se trataba de Frank Longbottom.

-Le dije que no lo hiciera, pero no me hizo caso, le hacía tanta ilusión. -en el sillón se encontraba Silena, aún vestida con el destrozado disfraz.

-¿A qué te refieres? -pregunté.

-A las amenazas. Recibimos varias en los ensayos. Sólo pueden ser de Ravenclaws o de Slytherins, puesto que compartimos esa clase con los Hufflepuffs.

-¿Qué decían?

-Estupideces. Al principio nos lo tomamos a broma. Decían cosas cómo que los sangres pura no podían salpicar su reputación con aquella asquerosa obra muggle o que todos los allí presentes estabamos insultando al mundo mágico y deshonrando a nuestras familias. Tonterías.

En aquel momento entró la profesora MacGonagall.

-¿Charlotte Rivers?

-¿Sí, profesora?

-Requieren tu presencia en la enfermería. -Lily alzó las cejas. No sabía qué me esperaría allí, pero estaba segura de que no sería nada bueno.

****

-Allí. -me indicó Madame Pomfrey, señalando a un apartado. Entré.

-¡Charlotte! ¡Estás bien!

-¿¡Sirius?! -y, en efecto, allí estaba Sirius. Tumbado en la camilla, con la cabeza y los brazos completamente vendados. En la mesilla había varias cremas, pócimas y pomadas para quemaduras. -¡Por Merlín! ¿Estás bien?

-Sí, tranquila, no sé quién lanzó ese hechizo, pero le salió el tiro por la culata.

-Dios mío, Sirius, no bromees con eso. -dije con lágrimas en los ojos.

-Hey, no llores, con el miedo que he pasado -y, con cuidado, tomó mi mano-. Cuando me di cuenta que estabas en primera fila, pensé... pensé... Menos mal que estás bien.

-Yo estoy bien, pero ¿y tú?

-Fue horrible, era cómo respirar arena y tengo la piel cubierta de ampollas. Pero lo peor fue pensar que a ti podría haberte pasado algo. Pensar en ti muerta es cómo... No lo sé, simplemente no puedo.

-Sirius -esta vez las lagrimas cayeron por mis mejillas. Y de repente tuve una idea. -¿Quieres que te lea?

-¿Qué?

-Sí, cómo haciamos antes -cuándo saliamos solíamos buscarnos un buen libro. Yo me acurrucaba en su pecho y le leía. Leímos Colmillo Blanco y gran parte de El fantasma de la ópera. He de reconocer que lo echaba de menos. - He traído Los Miserábles, de Víctor Hugo, no sé si te gustará... -y por toda respuesta él me sonrió.

-Anda, ven aquí. -y palmeó la cama. Me senté junto a él y comencé la lectura.

***

Bostecé.

-Será mejor que te vuelvas ya a la sala común, mañana teneis clase. -recomendó Sirius.

-Bueno, primero tengo que contarte algo -sonreí. Era el momento-. Me he dado cuenta de una cosa.

-¿De qué? -pero, antes de que terminara la frase, le besé. Noté su sorpresa al principio, pero enseguida me devolvió el beso.

- De que prefería cuando me llamabas Charlie.

Until the very endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora