Capítulo XIII "Visita a medianoche"

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"No deberías estar haciendo esto" me dije a mí misma, pero la curiosidad era demasiado fuerte. Me asomé a la Sala Común. Sentado en uno de los sillones, iluminando la estancia con un lumos, estaba Sirius. En cuanto me vió se levantó de un salto y avanzó hacia mí con inseguridad.

-Sé lo qué hice -dijo al fin-, y sé que estuvo mal. Quiero que sepas que, en realidad, sí que fuí a verte.

Noté la furia crecer en mi interior, ¿por qué me mentía? La emfermera me había dicho que no había recibido ninguna visita mientras estaba inconsciente. Al fin y al cabo él no había cambiado, había sido una mala idea bajar.

-No mientas, sé que nadie vino a verme mientras estaba sin sentido.

-Es que no fuí a verte entonces. Fuí por la noche. No me mires así, es verdad. Cogí la escoba y volé hasta la ventana de la enfermería. Sabía que dormirías al lado de la ventana, te gusta despertarte con el calor del sol y poder ver las estrellas por la noche.

Era cierto. Siempre que podía escoger cama escogía la más proxima a la ventana. Ver la luna y las estrellas me relajaba y sentir la luz del sol al despertarme me recordaba a mi infancia. De hecho, tanto mi cama en mi cuarto de Edimburgo como mi cama en el dormitorio aquí en Hogwarts estaban junto a la ventana.

-¿Ah, sí? Demúestralo

Sirius resopló.

-La enfermería estaba vacía. Sobre la mesilla de noche estaba un libro del que no pude ver el título. Dormías abrazada a la almohada y llevabas una cadenita de plata en la muñeca. En la mesita, al lado del libro, había un baso de agua con una pastilla de estas que Madame Pomfrey te obliga a tomar antes de dormir.

Era cierto. No me había tomado la pastilla por la noche, como me habían indicado, si no al amanecer. Y el libro era el que me había traido Remus.

-Vale, pero ¿por qué pasate de mí el día que salí?

-Porque tenía que organizar esto.

Sirius sonrió y comprendí que ahora venía la parte más interesante. Se agachó y sacó una escoba de debajo del sillón. Se acercó a la ventana y la abrió.

-Ven -me indicó.

Me acerqué. La sonrisa de Sirius creció y tomó mi mano. Con su ayuda, subí a la escoba y el se montó delante mío.

-Agárrate a mi cintura y levanta los pies.

Y entonces nos elevamos del suelo y, saliendo por la ventana, nos dirijimos hacia la noche. Bajo nosotros estaban los jardines nevados, frente a nosotros el horizonte y por encima de nuestras cabezas el cielo cubierto de nubes. Sirius aminoró la marcha y contemplamos los delicados copos de nieve caer. Atrapé uno con la lengua y cerré los ojos, disfrutando del momento, a pesar del frío. Fue entonces cuando dimos media vuelta y rodeamos la Torre, sobrevolamos el Gran Comedor y llegamos al otro lado de Hogwarts. Solté un suspiro. Allí no nevaba y las enorme nubes oscuras habían desaparecido, mostrando un increible cielo estrellado, adornado de una luna en cuarto creciente. Sirius comenzó a subir y sentí la tentación de tocar una estrella. Alcé mis dedos con una sonrisa.

-Esa es la Osa Mayor -me indicó Sirius, señalando a una gran constelación con forma de carro-. Y allí, al otro lado de Draco, está la Osa Menor. Esa estrella que brilla es Polaris. allí está Cassiopea. Y mira esa es muy conocida, hoy se ve preciosa, es Géminis. Y esa de allí -señaló una estrella muy brillante, con cierto orgullo en su voz- es la que me da nombre, Sirius. Eso era lo que quería enseñarte, hoy es un día precioso para ver la estrellas ¿verdad?

Y, de repente, bajamos a toda velocidad hacia el suelo. Grité, pero Sirius volvió a establecer la escoba con una carcajada. Me dí cuenta de que agarraba la cintura de Sirius con una fuerza increible y, con una sonrisa plácida, apoye la cabeza en su hombro. Volvimos con suavidad a la Sala Común. Sirius bajó de un salto.

-¡Incendio! -con un simple hechizo encnedió la chimenea y me invitó a taparme con una manta.

Sonreí y me acurruqué junto a él bajo la manta. De al lado del sillón sacó un termo y una bolsa de papel.

-¿Como se llaman esas cosas tan raras que te gusta desayunar? -me preguntó.

-¿Los churros?

-Sí, mira te he traído. -Con mucho cuidado sirvió chocolate caliente en dos tazas y sacó cuatro churros de la bolsa-. Esto es lo único que he podido encontrar, espero que no te importe.

Nos comimos cada uno nuestros churros, acurrucados el uno contra el otro, bebiendo nuestro chocolate a sorvos y mirando el fuego.

 *****

-¿Hoy no te apetecen churros? -preguntó Alice durante el desayuno.

-No, hoy no tengo casi hambre -reconocí-, prefiero una pieza de fruta y una taza de té.

-Ya decía yo que era imposible que comieras esas cosas tan raras todos los días, seguro que solo tiene harina frita...

-Por Merlín, si están deliciosos. Si los probaras alguna vez...

-Bah, lo que tú digas...

Chasqueé la lengua y continué comiendo mi macedonia de frutas del bosque. De repente, unos brazos me abrazaron por detrás.

-¿Qué tal has dormido, preciosa? -susurró Sirius en mi oreja. 

-Mucho más relajada ahora que sé que voy aprobar Astronomía -respondí con una sonrisa.

Sirius se sentó a mi lado y se sirvió un trozo enorme de pastel de carne. "Pero que saque tiene este chico..." me dije a mí misma.

-Bueno, como os iba diciendo... -continuó Natalie, pero yo ya no escuchaba sus cotilleos, solo tenía ojos para Sirius. La simple idea de dejarle se me hacía ahora imposible, toda mi rabia hacia el había desaparecido. Y tenía que reconocer que, desde que le había hecho aquel utimátum, no podía vivir conmigo misma pensando que él no se daría cuenta y yo tendría que cumplir mi promesa.

-¿Pasa algo? -me preguntó Sirius, lo suficientemente bajo como para que solo lo oyera yo.

-No, tranquilo, solo... pensaba -le tranquilicé.

-Está bien -respondió algo más relajado.

-Estás algo tenso -observé-, ¿te preocupa algo?

-Que va -le quitó importancia con la mano-, solo tengo agujetas de ayer, de tanto estar en la escoba...

Sonreí, algo más tranquila, y volví a mi desayuno.

Until the very endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora