Capítulo 18

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Damon ya está esperándome junto a las gradas cuando llego al gimnasio. No puedo evitar darme cuenta de que como es la hora del almuerzo, no hay nadie en él. Mi sentido de la autoconservación debe estar roto porque eso no me preocupa lo suficiente.

—Estoy aquí, ¿qué quieres?

Damon está fumando un cigarro. Es la primera vez que lo veo hacerlo, pero no pregunto qué demonios está haciendo matando así sus pulmones a los 18 años.

Como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo, Damon se acaba el cigarro y lo pisa, apagándolo contra el suelo.

—Te voy a decir cómo va a funcionar esto, gatita. Ashton se va a ganar una increíble golpiza por acercarte a ti, y tú... todavía no decido muy bien qué hacer contigo.

—¿Puedes escuchar lo enfermo que suenas, Hunter? —mi voz suena perpleja—. Haz lo que quieras, de todas formas nada será peor que lo que Evangeline hizo ayer. Supongo que tengo que agradecerle por caer tan bajo después de todo. Ya nada se puede poner peor que eso.

—El escarmiento público es el menos divertido —me da su sonrisa sádica.

—¿Qué se supone que significa eso? —mascullo.

—Quítate el abrigo.

—¿Qué?

—Que te quites el abrigo, o te lo quitaré yo.

Damon está loco, y a pesar de que lo tengo claro, me siguen sorprendiendo la cantidad de locuras que salen de su boca, pero por mi propia estabilidad mental, decido que no seguiré tentando a la suerte.

Así que me quito el abrigo, a pesar de que enseguida siento el frío abrasador.

—¿Esto va para algún lado? —me obligo a sonar aburrida—. Hay como dos grados.

—Claro que va para algún lado. Quítate la sudadera.

Empiezo a sospechar que su plan es que me muera de hipotermia, pero estoy tan rota por dentro que me pica la curiosidad de saber su intención, así que le hago caso y solo me quedo con una camiseta.

—Entonces... ¿tu plan es que me muera de frío? Porque está funcionando —mis dientes castañean mientras hablo.

—No te preocupes, no sentirás frío por mucho.

Damon acorta los dos metros de distancia que nos separan y me coge por la cintura, desestabilizándome. No logro preguntarle qué es lo que está haciendo porque sus labios se estrellan contra los míos y enseguida la temperatura de mi cuerpo pasa a segundo plano. Patéticamente, pongo resistencia por tres segundos antes de rendirme y devolverle el beso. De pronto, un fuego que solo existe cuando el está cerca crece en mí, casi como si hubiera estado bloqueando la imperante necesidad de besarlo otra vez porque la idea era demasiado horrorosa como para tenerla, pero ahora que estábamos aquí, casi me sentía aliviada. Había probado la droga más nociva.

Y me había gustado.

Y seguiría buscando más dosis incluso si moría en el intento. Incluso si la droga solo me lastimaba.

Los dedos de Damon están enterrándose de forma intrusiva en mi cintura, casi como si quisiera establecer un punto, pero no me importa mientras abro mi boca para darle espacio a su lengua para explorar una vez más.

Sin previo aviso, Damon se separa de mí y me siento dolorosamente fría otra vez, pero ni un segundo pasa antes de que coja mi mano y me empuje contra la pared, posicionándose detrás de mi en todo su esplendoroso metro noventa contra mi metro sesenta.

Mierda, mierda.

Puedo sentir su erección contra mi espalda y me asusta lo mucho que eso me complace. Para asegurar que me odia, sí que causo un efecto en su cuerpo que no puede negar.

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora