Blakely
El día antes de la audiencia preliminar por el supuesto asesinato de la tía Helen, Papá está esperándome en el mismo lugar que la semana pasada. La cena ya está servida, y hoy vamos a afinar los últimos detalles de la audiencia. Hemos hablado durante la semana acerca de los detalles generales, pero hoy es todo lo que tengo que saber para mañana, y por eso ha reservado una mesa para la ocasión. Todas las otras veces, a diferencia de la primera vez, discutimos los asuntos relevantes mientras su conductor me llevaba de la escuela a la pista de patinaje, que no solían ser más de cinco minutos y otros cinco con el auto estacionado si el asunto se alargaba.
Pero hoy era el reto final.
—Hola, hija. ¿Cómo estás? —me pregunta con una sonrisa tan espectacular que me es difícil recordar que sonreír y mentir es lo que este hombre hace por su vida.
—Mañana es la audiencia, papá, no estoy bien —ruedo los ojos, sin ganas de mentir. Realmente me siento enferma—. Tengo cosas que hacer y no quiero seguir perdiendo tiempo contigo. Dime qué es lo que quieres que diga y despidámonos.
—Serás una excelente abogada algún día, igual que tu padre.
Ignoro las nauseas que eso me da y doy un sorbo a mi vaso de bebida, sin detenerme a decirle que quiero estudiar leyes para ser exactamente lo que él no es, y no al revés.
—¿Y bien? —insisto al ver que no dice nada. Lo que menos quiero escuchar son halagos y estupideces.
—Necesito que memorices esto a la perfección. No puedo dejarlo por escrito ni nada parecido. Debes crear tu historia y aprenderte cada detalle como solo tú sabes.
—Lo sé, sé cómo funciona —comento con aburrimiento. Miles de veces había estado ahí cuando él estaba orquestando sus obras teatrales llenas de mentiras y verdades parciales.
—Quiero que le digas al juez que el 4 de octubre de este año, Damon Hunter te confesó que había sido él quien mató a Helen. Quiero que cuentes con lujo y detalle en qué circunstancias te dijo que reemplazó las pastillas de Helen por pastillas sin contenido. Cuando estés en el estrado, te preguntaré cosas sobre cómo cuál es tu relación con él, cómo se conocieron y por qué crees que te confesó el asesinato. Tendrás que inventar maravillosas historias sobre lo mucho que lo amas, blah blah blah, lo mucho que confían el uno en el otro y ese tipo de tonterías.
—Damon y yo arreglamos las cosas ayer. ¿Crees que sea más creíble si le digo al juez que soy su novia actual? —pregunto, intentando no demostrar en mi voz lo asqueada que estoy conmigo misma por pronunciar esas palabras.
—Definitivamente, hija —silba, sorprendido—. Eres muy inteligente al jugar esa estrategia.
—Está bien. ¿Qué más? —ruedo los ojos, nuevamente ignorando sus halagos sin sentido.
—Lo más importante es que tu historia tenga consistencia. No puedes perder de vista ni un solo detalle. Es lo que querrá el abogado de los Hunter.
—Está bien, lo tengo —asiento, aún sintiéndome sucia por estar teniendo esta conversación con él—. Recuerda tu parte del trato. Si digo todo esto, te asegurarás de que pueda ir a los Juegos.
—En cuanto la audiencia termine, me verás enviar la carta de aceptación en vivo y en directo.
—Está bien. ¿Eso es todo?
—Lo es.
—¿Qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si aun así el juez desestima el caso? Después de todo, Damon era menor de edad —digo, sin saber por qué. Lo que menos quiero es que papá desestime el caso antes de la audiencia y yo no obtenga lo que quiero. Lo que necesito.
—Eso no importa. Lo único que me importa es manchar su reputación como ellos quisieron manchar la de nuestra familia, Blakely. Lo que sea que te digan, es todo mentira. Puedes confiar en mí.
Por supuesto que no podía, pero si quería que las cosas finalmente salieran a mi favor, no me quedaba de otra.
Con eso, dejo mi comida a medio comer y salgo del restaurant, sintiéndome como la peor de las basuras por estar traicionando a Damon de esta manera. Cualquiera diría que después de todo él se lo merecía y que ni siquiera era tan malo lo que estaba haciendo en realidad, pero incluso así sabía amargo en mi boca.
Esa tarde tenía una cita con Damon. Habíamos quedado de hacer un picnic en su auto junto al lago. Hacía demasiado frío como para simplemente hacerlo al aire libre, así que habíamos acordado que dentro de su auto sería divertido.
Cuando llego al lago luego de quince minutos caminando, Damon ya tiene el auto estacionado junto al agua. El día está despejado mientras el sol se pone, pero el viento viaja a varias decenas de kilómetros por hora. En cuanto Damon me ve, me deja entrar.
—Dios, qué frío.
—Te dije que podía ir a buscarte sin problemas.
—Y yo te dije que no era necesario —le sonrío y le doy un beso en los labios que él alarga.
—¿Qué estabas haciendo, de todas formas? Pensé que tenías entrenamiento.
—Tenía que comprar unos medicamentos para mamá, y solo hoy estaban con descuento. Tuve que faltar —me encojo de hombros. La mentira sonando venenosa en mis labios.
—Pudiste habérmelo pedido.
—No quería molestarte —me las arreglo para darle una sonrisa—. Además, sé que el entrenador te dejó un montón de tarea para el mes que no podrás entrenar.
—Lo hizo, pero no me habría importado ir a la ciudad por ti.
—Lo sé, por eso no te lo pedí —le doy un pequeño beso en los labios—. ¿Estás nervioso por mañana?
—Un poco. Sinceramente no sé qué esperar —suelta un suspiro—. No sé qué es lo que dirá Evangeline, y no sé qué es lo que dirá tu padre.
—¿No te preocupa qué será lo que diga yo? —pregunto en un susurro, sin atreverme a mirarlo.
—Nunca. Eres la persona en la que más confío, Blake.
Auch.
—Me alegra oír eso —le doy una sonrisa que parece más una mueca—. Espero que todo salga bien mañana.
O todo saldría espectacularmente bien u horrorosamente mal. No había punto medio.
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Stone cold touch
RomansaBlakely "Blake" Brooks es una prolija patinadora artística. Damon Hunter es un aclamado jugador de hockey local. Luego de que su padre las deja sin nada, Blake y su madre se ven obligadas a mudarse a la única propiedad que aún poseen en la hermética...