Capítulo 4

8.8K 612 40
                                    

Hace un año.

Damon me presenta a varios de sus amigos mientras me pone al día con el funcionamiento del lugar. Efectivamente, todos son chismosos y todos conocen a todos. En las fiestas aparecen todos los adolescentes de la ciudad y la escuela es tan pequeña que ni siquiera tiene un casino real porque los estudiantes van a comer a sus casas.

Me cuenta otras cosas del equipo de hockey y me doy cuenta de que hay una chica en particular de su grupo de amigos que no está nada contenta con la atención que él me está dando. Su nombre es Evangeline y no deja de escrutarme con la mirada como si esperara a que simplemente desapareciera de ahí, pero decido ignorarla porque no tengo ganas de meterme en pleitos con nadie cuando todo está yendo de maravilla. Luego me entero de que no solo Evangeline parece no soportarme, sino que es hija de la entrenadora del equipo de patinaje y tendremos que vernos las caras a menudo. Sé que debo intentar ponerme en su lado amable, pero enseguida me doy cuenta de que este no es el momento.

Cuando la noche ya se encuentra completamente posada sobre nosotros, yo ya estoy pasando la cerveza sin problemas a través de mi garganta. Damon tenía mucha razón cuando dijo que ebria no notaría el sabor.

—Y dime, Blake, ¿algún novio de vuelta en Quebec?

Parpadeo rápidamente e intento enfocar mis pensamientos arrastrados por el alcohol en mi sangre. ¿Está coqueteando conmigo? ¿Pregunta porque quiere saber si estoy soltera o solo es una pregunta completamente platónica para hacer conversa amena? No estoy muy segura. Nunca he coqueteado con un chico, ni siquiera he tenido un amigo heterosexual en mi vida, así que el hecho es tan nuevo como esta ciudad. Estoy completamente fuera de mi elemento.

—No, para nada. Solo amigas cercanas.

—¿Amigas?

—Uhm... sí, solía ir en una escuela de niñas.

Damon me mira como si la idea le pareciera aberrante.

—Eso es horroroso.

—En ese entonces parecía algo normal —me encojo de hombros; el alcohol haciendo que sea fácil confesar cómo me siento—, pero tengo que admitir que ahora, estando aquí, es extraño.

Damon asiente y toma otro sorbo de jugo sin dejar de mirarme. Me siento completamente cohibida, pero al mismo tiempo el alcohol me da la fuerza para mantener su mirada. Si Damon intentara besarme ahora lo dejaría, y mi primer beso sería con el chico más guapo y encantador que hubiese conocido nunca. ¿Se podía poner mejor que eso? Por un momento, casi agradecía que papá nos hubiera dejado.

Bueno, no a ese punto, pero finalmente las cosas parecían mejorar.

—Puede ser un poco difícil aquí, ¿sabes? Esta ciudad es muy hermética. No nos gustan los desconocidos.

—Lo he notado.

—Pero no te preocupes, Blake, me encargaré de que te sientas bienvenida —me sonríe y yo le sonrío de vuelta. Pareciera que le gusto, pero no quiero afirmar nada aún.

Damon mi invita a dar una vuelta por el lago después de eso y yo acepto más que dispuesta. A medida que caminamos, me cuenta un poco más acerca de la escuela, del equipo de hockey y de sus amigos. Me cuenta que le gusta tocar el piano en sus tiempos libres y eso me confirma por qué sus manos se asemejaban a las de un pianista. Puedo imaginarme que sus largos y elegantes dedos pueden tocar hermosas melodías.

Le cuento un poco más sobre mi vida en Quebec. Parece interesado en el hecho de que haya asistido a un colegio solo de chicas. Al parecer, él pensaba que esas cosas ya no se daban en Canadá, pero papá siempre había tenido un montón de dinero y me había enviado a la mejor escuela privada de la región, una de las pocas que aún no traspasaban su modalidad de enseñanza a mixta.

Por alguna razón, no me da vergüenza contarle a Damon que mi padre nos abandonó y por eso hemos terminado aquí. Quizás es por el alcohol o quizás porque es la única persona con la que he tenido una conversación en meses además de mamá, pero de la forma que sea, Damon sabe escuchar y no me juzga.

—Eso apesta, Blake. Tu padre deber ser uno de los mayores idiotas de los que he tenido la pena de escuchar.

—Lo es —suspiro, rendida—, pero ya no hay nada que pueda hacer al respecto. Lo cierto es que no quiero hablar de papá.

—Entendible —afirma—. De todas formas, me alegra que las cosas hayan mejorado un poco.

—Gracias, Damon. ¿Sabes? Eres la primera persona con la que hablo de esto.

—Me siento alagado. Gracias por confiar en mí.

—¿Puedes mantener el secreto? No quiero que todo el mundo se entere de las proezas de mi familia.

—Seré una tumba.

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora