Capítulo 32

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Sé que debo dejar de mirar por sobre mi hombro mientras caminamos con Damon a través del centro comercial. La posibilidad de encontrarme con alguien conocido a decenas de kilómetros de distancia es mínima, y además ni siquiera estamos caminando como si fuésemos una pareja ni mucho menos, solo caminamos casualmente a través del centro comercial como dos personas que simplemente se conocen y ya.

—No vayas a romper tu cuello de tanto girarlo, Blake —la voz de Damon suena aburrida cuando me habla, y siento mis mejillas sonrojarse.

—Lo siento —murmuro patéticamente, porque no soy capaz de mentirle y decirle que está equivocado.

Incluso mi mejor amigo cree que soy estúpida por caer en las redes de Damon. ¿Qué pensaría la escuela si supieran que tenemos una relación? Tampoco sé en qué momento comenzó a importarme lo que los demás dijeran de mí.

Pero lo hace.

—Puedes elegir el que quieras, adelante —dice él cuando llegamos a la tienda.

Me paso los siguientes 15 minutos eligiendo un traje que me guste, hasta que finalmente he limitado mis opciones a dos. Me acerco a Damon, que ha seguido cada uno de mis pasos durante todo el tiempo como un acosador sin nada mejor que hacer.

—¿Cuál te gusta más? —pregunto, sosteniendo cada traje en una mano distinta.

—Para lo poco que te va a durar puesto, no creo que importe mucho —su sonrisa siniestra envía un escalofrío hacia mi espalda.

—No estás ayudando —comento, de pronto nerviosa, como si las personas alrededor pudieran notar el cambio en mi cuerpo.

—Ambos están perfectos, Blake. Sea lo que sea que uses te verás bien.

—De nuevo: ¡No estás ayudando!

Damon rueda los ojos y me coge del brazo, arrastrándome hacia la vendedora sin decir nada mientras yo me dejo llevar por la confusión.

—Queremos llevar estos dos trajes en talla 6, por favor —dice Damon y la vendedora asiente con una sonrisa.

—Los traeré enseguida.

Un poco descolocada, dejo los trajes encima del mesón y miro a Damon con el ceño fruncido.

—¿Estás loco? El trato era uno. Y es un poco siniestro que sepas mi talla.

—No seas quejumbrosa. Tendrás dos.

—No estoy siendo quejumbrosa —replico, ofendida—. Eres tú quien está siendo irracional.

—Los aceptarás y es el fin de la discusión.

—¿Fin de la discusión? Cuestan 250 dólares cada uno, por el amor de...

—Basta, gatita —me interrumpe. Sus pupilas dilatadas ocupando la mayor parte de sus irises—. Sigue haciendo un escándalo y me ocuparé de castigar esa linda boca cuando lleguemos a casa.

No alcanzo a replicar nada porque la vendedora está de vuelta con los trajes, y tampoco estoy muy segura de qué decir. Dios, este hombre definitivamente iba a ser mi perdición de una forma u otra.

—Serían 499 dólares con 65 centavos —dice la vendedora y casi me da algo. Si hacía las sumas, ya eran más de 1200 dólares que Damon gastaba en mí.

Damon le entrega una tarjeta de crédito color oro y en tan solo dos segundos soy dueña de dos trajes nuevos.

—Muchas gracias —dice Damon y antes de que pueda decir algo me está arrastrando fuera de la tienda—. Hay una tienda de patines en el tercer piso, iremos por unos, y no quiero escuchar quejas al respecto.

Stone cold touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora