Capítulo 30 - Olvidar
Lo único que colmaba su mente era el presentimiento de que algo iba a pasar. El inconveniente es que no sabía si era bueno o malo. Blas estaba en la esquina de su casa, como si fuera un ladrón que huye de la policía. Vestía un abrigo inflado color negro y se colocó un gorro. Era imposible que los periodistas que hacían guardia en la calle Abington lo reconocieran ya que no lo vieron salir de la casa, en la cual el ambiente era tenso. Últimamente su relación con Iris había cambiado; no eran los compañeros de siempre, tenían dos temas tabú que los separaban: Peter y Melanie. Después de que Haight se fuera a Harvard sin despedirse, su hermana quedó hecha polvo. Blas decidió no meter el dedo en la herida ni escupir sin piedad el clásico «te lo dije». Por otro lado, Melanie se había mudado y no sabía dónde. El letrero de "se renta" fue el único indicio que tenía de ella. Ni siquiera vio un camión de mudanzas, tal vez no lo utilizaron para no llamar la atención de los reporteros. Blas la extrañaba tanto que pensaba que iba a enloquecer. Estaba partido al medio después de que cortaran de un modo tan doloroso. ¿Se había mudado cerca de su novio, del tal Bobby? ¿Estaban juntos, empezando su historia de amor sin que ningún tercero los importunara? Las preguntas eran miles y no había respuestas, todo en torno a ella era silencio y oscuridad. Y él las necesitaba, más allá de que corría el riesgo de terminar más herido todavía. Moría por olvidarla y al mismo tiempo era incapaz de soltarla. Secretamente había ido al colegio de Melanie a la hora de salida, esperando verla de lejos, pero no hubo caso, quizá no llegó a verla entre la multitud, o se cambió de escuela. Estaba bloqueado de todas las redes, era agónica la falta de noticias. A veces hasta la peor de las certezas otorga un mínimo de estabilidad. Saber que algo es cierto, aunque sea lapidario, lo tranquilazaría. Ni eso. Melanie Marlow se esfumó en un parpadeo, luego de romperle el corazón. Dios, si también lloraba por ella a escondidas...
Sacó un porro del bolsillo y lo encendió, esquivando a la gente que caminaba por la calle. Estaba repleta de curiosos. A causa de la recompensa de medio millón de libras por un dato certero sobre el paradero de Julia, hubo demasiados aportes falsos que los ilusionaron en vano. Miró la hierba haciendo la combustión desde la punta del porro y sus ojos se aguaron. Le parecía ayer el día en que Peter y él fumaron en las afueras de Chaterhouse. Cuánto extrañaba a su mejor amigo. Él hubiera sido incondicional con el drama que estaba atravesando, lo hubiera hecho reír y se pondría borracho con él hasta reventar. Las lágrimas salieron inevitablemente. Perder un amor era difícil, pero perder un amigo...inexplicable con palabras. "Si tan solo no se hubiera enredado con mi hermana...tiraste una amistad a la basura, Haight, te importó una mierda lastimarme", pensó destrozado.
Apagó el porro y caminó, mirando sus pies, esquivando las furgonetas de los periodistas, que reían y hablaban entre ellos, como si estuvieran cubriendo un recital de los Gun's And Roses. Miró la antigua casa de Melanie, y la ventana de su habitación. Se acercó a la verja y para su total sorpresa, estaba abierta.
-Colega, no vive nadie allí- le avisó un periodista, bebiendo humeante café - La casa de las noticias es la de enfrente, ni te ilusiones en que encontrarás primicias...-rió burlón
ESTÁS LEYENDO
La esperanza debida (Finalizada)
RomanceUn juego adolescente termina en un forzado matrimonio que dura muy poco. Dieciocho años después, Julia y Bruno se ven obligados a olvidar sus diferencias para hacerle saber a dos personas especiales que la esperanza es lo último que se pierde. (Fina...