Capítulo 2
Esperanza recogió todos sus utensilios de limpieza y los metió en el carrito.
Vio su reflejo en el espejo sólo durante un par de segundos, antes de salir del baño de hombres en el cuarto piso.
Hizo rodar el carrito lo más rápido que pudo y sacó sus llaves para abrir el consultorio 409.
Encendió las luces, luego cerró la puerta.
Mientras recogía las carpetas y apilaba los papeles que quedaban, recordó con nostalgia al doctor Hernán Molina.
Esperanza llevaba trabajando en el Hospital Nueva Fundación un año y medio. Y en todo ese tiempo, el doctor Molina fue una de las pocas personas que la saludaban.
Podía parecer algo trivial, sin importancia, pero muy poca gente veía con respeto a los empleados de la limpieza o a los meseros, mucho menos saludarlos.
A Esperanza no la saludaban, sólo se quedaban viéndola.
El doctor Molina se había jubilado, luego de trabajar veinticinco años en el hospital. Un descanso más que justo, aunque su retiro implicaba la pérdida de una persona no sólo muy capacitada y con un conocimiento invaluable, sino extremadamente amable.
Seguramente llegaría un doctor joven, engreído y arrogante, pensó Esperanza.
Limpió el polvo del escritorio y comenzó a barrer. El consultorio era grande, elegante y con unas ventanas polarizadas que otorgaban una vista magnífica. A Esperanza siempre le daba vértigo mirar desde allí. No entendía por qué Diana había pedido con tanta insistencia que ordenara el consultorio si el nuevo doctor llegaría hasta el lunes, pero ella sólo debía obedecer órdenes.
La puerta se abrió de repente.
Ella se sobresaltó cuando vio a un hombre alto y bien parecido entrando con toda confianza.
Depositó el morral en el sillón que había frente al escritorio.
—Buenas tardes — saludó él.
Esperanza enmudeció.
Se apresuró a recoger sus cosas y ponerlas en el carrito.
—Puedes seguir limpiando — comentó él sin mirarla —. Soy yo el que ha llegado antes de tiempo. Comienzo la otra semana, pero quería conocer la oficina...
Ella tiró del carrito hacia la puerta.
—Volveré más tarde — se limitó a decir.
Sebastián estaba revisando algunos archivos que llevaba en su morral, pero algo se removió dentro de él al percibir la dulzura en aquella voz.
Se volvió justo cuando Esperanza pasaba por su lado y entonces, la vio.
Permaneció estupefacto por un instante, algo sobrecogido por el aspecto que tenía el rostro de esa chica. Ella giró la cabeza hacia el otro lado, consciente de que la observaba.
Sebastián tardó un momento en reaccionar.
—Mmmm... ¿Sabes dónde están los expedientes y diagnósticos del doctor Molina?
Ella señaló la mesa, aunque lo que Sebastián quería era oír su voz otra vez.
—Yo soy Sebastián... — se presentó él.
Pero Esperanza ya estaba saliendo por la puerta.
A pesar de lo mucho que censuraba a quienes no saludaban, por primera vez, fue ella quien no lo hizo.
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La chica de la limpieza
ChickLitSebastián acaba de entrar a trabajar como neurólogo en el Hospital Nueva Fundación. Es un hombre serio, profesional y muy organizado que sólo quiere realizar un buen trabajo y ejercer su pasión: la medicina. Su visión práctica y cuadriculada cambia...