🧹 Capítulo 12 ⭐

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Capítulo 12

Capítulo 12

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Sebastián se ofreció a llevar a Nicolás y a Esperanza.

Ella no se sentía muy cómoda con la idea, pero tampoco le pareció correcto rechazarlo luego de que se hubiera portado de forma tan atenta.

Como la casa de Nicolás era la que quedaba más cerca, Sebastián lo llevó primero a él.

Esperanza iba en el asiento del copiloto de la suburban negra porque Nicolás se subió en la parte trasera cuando salieron de la clínica.

—¿Vas a decirme al fin en dónde vives o todavía no soy digno?

Sebastián no era bromista, nunca se le había dado serlo. Pero Esperanza había permanecido callada todo el camino y el silencio resultaba más que incómodo.

—Hoy debo hacer las compras — repuso ella con la mirada fija en sus manos —. Puede dejarme en la vía principal y yo llegaré al supermercado por mi cuenta.

—Dime en dónde haces las compras y te llevaré. Yo también tengo que aprovisionarme.

De nuevo, Esperanza no quiso ser descortés. Le dio la dirección del supermercado más cercano.

Cuando llegaron, Sebastián bajó y se encaminó hacia la entrada.

Pero se detuvo al ver que Esperanza se había quedado parada junto a la camioneta.

—¿Qué pasa?

Esperanza tragó saliva y él notó el esfuerzo que hacía para sostenerle la mirada.

—Antes de que usted llegara al hospital, nadie se había interesado en ayudarme — comenzó ella con esa voz suave y serena que Sebastián ya tenía más que grabada en su mente —. Estoy acostumbrada a ser invisible, por eso no entendí muy bien su actitud al principio. Soy consciente de que fui grosera con usted y lo juzgué sin conocerlo. Le pido disculpas por haberme comportado así y también le agradezco que solicitara la cita para mí.

Sebastián parpadeó, asombrado e impresionado. Esperanza no hablaba mucho, pero siempre era precisa y contundente cuando lo hacía.

Se encontraba pensando una respuesta, pero ella echó a andar hacia la entrada del supermercado con paso firme.

Sebastián la siguió.

Mientras ella ponía cosas en la canasta, él se mantuvo a una distancia prudente para que ella no se sintiera agobiada. La impotencia se apoderaba de él cuando veía que las personas se quedaban mirándola.

Ella continuaba en lo suyo, pero su rostro se coloreaba sutilmente delatando su incomodidad.

En la caja fue más difícil.

La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora