🧹 Capítulo 17 ⭐

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Capítulo 17

Una de las cuestiones más paradójicas de la vida ocurre cuando alguien quiere dañarnos o afectarnos de alguna forma y termina, sin quererlo, haciéndonos un bien al final

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Una de las cuestiones más paradójicas de la vida ocurre cuando alguien quiere dañarnos o afectarnos de alguna forma y termina, sin quererlo, haciéndonos un bien al final.

El ejemplo perfecto de esto era Lina Acevedo.

Lina había logrado graduarse de la universidad con notas apenas aceptables, tanto que, en más de una ocasión, estuvo a punto de reprobar varias asignaturas. Pagó para que una persona realizara todo el trabajo de investigación referente a su tesis y luego la pusiera a ella al tanto, de manera que pudiera exponer sin que sus asesores de tesis notaran que ella no lo había hecho.

Provenía de una familia acomodada en donde todos eran profesionales. Contadores, médicos y administradores. No obstante, a Lina nunca se le dieron las matemáticas y las funciones administrativas le parecían aburridas. Como en la universidad, muchos de sus compañeros de trabajo eran quienes realizaban las labores de las que ella estaba encargada. La misma Esperanza redactó y corrigió varios informes que eran deber suyo. Ella no le dio las gracias ni una sola vez.

Lina sólo tenía dos intereses muy específicos en mente, e invertía todo su tiempo y energía en ellos. Uno era establecer un círculo social amplio, conocer personas importantes y subir fotos de los sitios más elegantes y costosos. Tenía sus redes sociales llenas de fotos suyas en sitios turísticos de otros países y selfies de cuerpo completo cada vez que compraba ropa en tiendas carísimas.

La culpa directa de que Lina no fuera capaz de ver más allá del dinero y las apariencias, ni siquiera la tenía ella. La tenían sus padres por haberla convencido desde pequeña que lo más importante era destacar, estar por encima de otros. Pagaron cada uno de sus caprichos, pero rara vez estaban con ella, así que se perdieron gran parte de su infancia y adolescencia.

Ya entonces, no hubo nada que hacer. Lina había encontrado en los lujos una forma de suplir el cariño que sus padres le habían negado. Nunca le preguntaron cuáles eran sus hobbies, sus actividades favoritas y mucho menos la carrera que le hubiera gustado estudiar.

Su padre simplemente pagó su matrícula y le dijo cuándo debía comenzar. Esa clase de vida conducida, sin esfuerzos, podía parecer sencilla vista desde afuera, pero fue causando en Lina una apatía y amargura profundas que iban agriando su carácter cada vez más. Como no podía abandonar la carrera porque la presión y las expectativas de su familia eran muy grandes, se desquitaba con todos los que no gozaban de su mismo estatus.

El dinero y la belleza eran para ella, lo que determinaba el valor de una persona. Ésta última la empleaba para despertar admiración en los hombres, su segundo interés primordial.

Acostumbrada a escuchar de sus padres, tíos y primos que era una mujer hermosa y que debía encontrar a alguien que estuviera a su altura, Lina destrozó corazones a su paso. Jugaba con los hombres a su antojo y luego los despedía sin remordimiento alguno.

La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora