🧹 Capítulo 7 ⭐

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Capítulo 7

—¿Qué tal te está yendo con los casos de Molina? — preguntó Andrés

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—¿Qué tal te está yendo con los casos de Molina? — preguntó Andrés.

Era uno de los tres especialistas que había en pediatría.

En opinión de Sebastián, se tomaba demasiadas confianzas con las enfermeras y secretarias, llegando a pellizcarlas o alzarlas en vilo. Sin embargo, era brillante y tenía un humor genuino que calmaba a los niños durante las revisiones.

Por otro lado, Sebastián no estaba exento de culpa porque él también estaba llegando a lo que, claramente, era acoso sexual laboral.

—Me estoy esforzando — repuso mientras desenvolvía su sándwich casero —. Ha sido difícil con los pacientes porque estaban acostumbrados a él y algunos no me han aceptado de muy buen agrado.

Andrés asintió con energía.

—Al principio cuesta, entiendo de lo que hablas. Yo también reemplacé a un pediatra hace cuatro años...

Sebastián dejó de escuchar lo que él decía.

Esperanza entró en ese momento en la cafetería y se sentó con Nicolás en el extremo opuesto.

Sebastián no tardó mucho en comprender que la cafetería era como la secundaria, reinaba el mismo patrón segregacionista. Los médicos, secretarias, funcionarios de oficina, técnicos y empleados del aseo formaban grupos, pero no se mezclaban entre sí.

Su mirada se encontró con la de Esperanza. Ella rompió el contacto un breve instante después.

—Soy nuevo y todavía no conozco a todo el mundo — dijo cuando Andrés terminó su perorata —. Tengo que instalar algunos programas nuevos en mi computador y quisiera saber si hay algún técnico que pueda ayudarme con eso.

—Claro. Puedes llamar a recursos humanos y solicitar uno. Tobías y Simón son muy buenos.

—La semana pasada vi a una de las chicas de la limpieza arreglando uno de los computadores — comentó emulando un tono casual — ¿Puedo acudir a ella?

Andrés encogió los hombros.

—Claro. Esperanza puede ayudarte con cualquier cuestión técnica o de herramientas ofimáticas.

—Creí que sólo limpiaba.

—Es por lo que le pagan — asintió Andrés mientras daba un sorbo a su agua saborizada —, pero también desempeña otras funciones.

—No entiendo. Se encarga de labores administrativas y le pagan sólo por limpiar ¿No sería más sencillo que adquiriera un título y la ubicaran en otro cargo?

—Ya tiene el título. Esperanza es administradora de empresas.

Sebastián frunció el ceño.

—¿Y entonces por qué es la chica de la limpieza?

Andrés lo miró como si fuera imbécil.

—¿Es que no le has visto la cara? No da buena imagen al hospital.

—Pero tiene solución. El acné puede tratarse y luego de eso, alguien podría sugerirle la idea de que se postule para un cargo administrativo.

—Esperanza ya se ha postulado como dos veces, pero su rostro siempre es el problema. Es una verdadera pena — dijo con los labios fruncidos —. Se nota que hubiera podido ser una chica hermosa. De todas formas, Lina Acevedo ocupó el puesto vacante que había en administración y como es la sobrina de uno de los ejecutivos, pues... ya se sabe lo que pasa.

Sebastián comprendía muy bien los líos burocráticos y los intereses particulares porque también los había en la clínica donde trabajaba antes.

Pero no por eso sintió menos indignación.

—¿Y por qué nadie de este hospital la ha visto? — inquirió — Hay cuatro dermatólogos...

—Las cosas no funcionan así y tú debes saberlo. Ella tiene que pedir una cita, con su seguro médico.

—El seguro médico tiene vetados ciertos medicamentos que son eficaces debido a que también son costosos. Y tú debes saberlo — remarcó Sebastián —. Es increíble que aquí haya cuatro especialistas y ninguno se haya ofrecido a atenderla. Se supone que nuestra labor es ayudar a la gente.

Andrés miraba a Sebastián con un desconcierto evidente.

—Sí, pero pueden meterse en un problema muy grave si la medican de forma autónoma y hay efectos desfavorables. Es causa de despido inmediato atender a un paciente por fuera del hospital. Está en el contrato — entornó los ojos — ¿Qué es lo que pasa? ¿No llevas ni dos semanas aquí y ya le echaste el ojo a nuestra Esperanza?

Sebastián se puso en pie y recogió sus cosas.

Si permanecía ahí, lo más probable era que comenzara a desquitarse con Andrés.

—Espera, hombre, no te molestes... — rio él.

Sebastián no se detuvo. 

 

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La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora