Capítulo 23
El sueño de Esperanza fue tan real y tan fiel al recuerdo que ella atesoraba, que despertó con lágrimas en los ojos.
Por primera vez desde el fallecimiento de Lili, Esperanza sintió una alegría inmensa al pensar en ella. La ausencia de su madre le había abierto una herida muy grande que jamás se cerraría, era la clase de dolor con el que la gente simplemente tenía que aprender a vivir porque no había forma de olvidarlo.
Por eso es importante aprovechar el tiempo con los seres queridos, ya que nunca se sabe en qué momento dejarán de estar a nuestro lado.
El sueño había operado un cambio muy grande en ella y en la perspectiva con la que había afrontado la pérdida de su madre. No obstante, todavía hacían falta algunos empujoncitos para que Esperanza se decidiera por fin a dar el paso final en su largo proceso de duelo.
Cuando se vistió, fue a la sala, donde su padre ya tenía servido el desayuno para ambos.
Esperanza le dio un beso en la mejilla y se sentó.
—Papá, ¿cómo haces para no sentir nunca rabia ni rencor? — le preguntó de repente.
—¿Qué te hace pensar que no los siento?
Ella contemplaba a su padre con verdadera admiración, mientras él comía su desayuno con una serenidad encomiable.
—Siempre te veo tan seguro, sereno y dueño de ti mismo que no te imagino experimentando esos sentimientos.
—Claro que los siento, Esperanza — repuso él mirándola fijamente —. La diferencia es que no permito que controlen mis decisiones o que nublen mi razón. No quiero ver las consecuencias de mis errores y tener que lamentarme, cuando pude haber pensado antes con cabeza fría lo que iba a hacer. Amaba a tu madre, como nunca amé a ninguna mujer y... perderla, fue uno de los sucesos más dolorosos por los que he atravesado. La muerte de mi madre fue el otro. Es injusto que la imprudencia y el egoísmo de una persona nos la hayan arrebatado. En un momento de desesperación absoluta, deseé ser yo el que muriera y no ella.
Esperanza negó con la cabeza, pero no lo interrumpió.
—Pero pronto me di cuenta que estaba siendo un desagradecido. Los dos pudimos haber muerto o peor aún, tú pudiste haber ido en ese taxi con nosotros. Por fortuna, estabas a salvo — sonrió —. No sabes la paz tan inmensa que sentí cuando te vi, al despertar en el hospital. Tú me diste la fuerza para perdonar y seguir adelante.
—Entonces, ¿los perdonaste? ¿Perdonaste a ese hombre y a sus padres por lo que nos hicieron?
Francisco Arias estaba al tanto de lo que había pasado entre Sebastián y Esperanza porque él mismo había ido al departamento a explicarle por qué había salido huyendo. Lo hizo en un horario en el que ella se encontraba trabajando.
ESTÁS LEYENDO
La chica de la limpieza
ChickLitSebastián acaba de entrar a trabajar como neurólogo en el Hospital Nueva Fundación. Es un hombre serio, profesional y muy organizado que sólo quiere realizar un buen trabajo y ejercer su pasión: la medicina. Su visión práctica y cuadriculada cambia...