🧹 Capítulo 4 ⭐

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Capítulo 4

El lunes que Sebastián comenzaba a trabajar oficialmente en el hospital, Esperanza fue citada a la oficina de Yolanda Ponce, directora de gestión humana

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El lunes que Sebastián comenzaba a trabajar oficialmente en el hospital, Esperanza fue citada a la oficina de Yolanda Ponce, directora de gestión humana.

Se encontraba aseando los corredores externos del primer piso cuando Gloria, su supervisora, fue a avisarle que Yolanda necesitaba verla.

Esperanza fue, con el alma en vilo. Intentó calmarse a sí misma, diciéndose que no había hecho nada malo y que seguro se trataba de algo sin importancia.

Cuando llegó a la oficina de Yolanda, aguardó pacientemente hasta que ella le hizo una señal para que entrara. Una vez en la oficina, ella le pidió que se sentara.

Esperanza lo hizo, con las manos juntas sobre el regazo.

—Buenos días, Esperanza.

—Buenos días, señora Yolanda.

La directora miraba las mejillas, la frente y la barbilla de Esperanza con un asco evidente. Ella enterró las uñas en sus palmas, rogando en silencio porque dijera lo que tuviera que decir y así ambas se evitarían el disgusto.

—Mira, Esperanza — comenzó ella intentando adoptar un tono concesivo, aunque la repulsión no se hubiera borrado del todo de su expresión —, nunca he recibido quejas tuyas durante el tiempo que llevas en el Nueva Fundación. Sin embargo, alguien me ha manifestado que te vio en una situación... algo comprometedora el viernes con el doctor Cardona, nuestro nuevo neurólogo. Seguro se trata de un malentendido — se apresuró a añadir —. Tú eres alguien muy prudente y profesional, por lo que me resulta difícil creer que arriesgues tu empleo. Ya conoces nuestras políticas internas.

Esperanza se pensó muy bien lo que iba a decir.

—El doctor Cardona quería un café y como Mario estaba ocupado en urgencias, me pidió que se lo llevara yo — explicó de forma concisa. No mencionó el tono brusco y dominante que empleó Mario, ni el hecho de que su turno ya había acabado —. Eso fue todo. Soy una empleada de la limpieza y no hay ningún asunto comprometedor entre el doctor Cardona y yo.

Yolanda asintió con energía.

—Eso supuse. Te llamé primero para escuchar tu versión. Ahora comprendo que sólo se trata de chismes y habladurías — agitó una mano en dirección a la puerta —. Puedes marcharte a tus labores.

A Esperanza aquel gesto se le hizo muy similar al de las personas que quieren espantar un perro callejero.

Pero se alegró de haber salido tan limpiamente de todo aquello. Había usado el menosprecio con el que todo el mundo la miraba, en favor suyo.

A nadie, y eso la incluía a ella, se le pasaría por la cabeza que un atractivo médico especialista pudiera fijarse en una empleada de la limpieza con acné severo.

A nadie, y eso la incluía a ella, se le pasaría por la cabeza que un atractivo médico especialista pudiera fijarse en una empleada de la limpieza con acné severo

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La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora