Epílogo
Esperanza se acomodó por tercera vez un rizo que se le escapó del moño elaborado que Lucía, la estilista, le había hecho en la coronilla.
—No te pongas nerviosa, Espa. Estás hermosa.
Nicolás se levantó del sillón en el que estaba tendido. Era el único hombre en un cuarto donde había como cinco mujeres.
Adriana y Belén, dos primas de Sebastián que se habían vuelto muy cercanas a Esperanza. También estaban allí la madre de él y la señora Noelia, madrina de Esperanza de nacimiento y quien tanto los había apoyado cuando la madre de ella murió.
Todas ellas, al igual que Lucía, estuvieron intentando tranquilizar a Esperanza en vano.
Estaba tensa porque quería que todo saliera bien. Se preocupaba por la comida, el salón, el clima y porque hubiera asientos disponibles para todos los invitados que aunque no eran muchos, ella y Sebastián querían que se sintieran bien porque eran personas muy queridas para ambos.
Nicolás sujetó las manos de Esperanza y le sonrió con cariño. Nadie tenía permitido abrazar a la novia porque tanto su peinado como maquillaje y vestido, eran sumamente delicados.
Él y las demás chicas salieron del salón en el que se encontraba Esperanza, dejándola a solas con Margarita.
—Es una alegría inmensa que vayas a convertirte en la esposa de mi hijo, Esperanza. Sé que los dos van a ser muy felices juntos.
—Yo también la estimo mucho, señora Margarita.
Ella asintió.
Había pasado un año, luego de que Esperanza apareciera en el aeropuerto en busca de Sebastián, como protagonista de película de comedia romántica. Desde entonces, había comenzado a reunirse con los padres de él cada vez más a menudo, para romper la creciente tensión que ya existía debido a los lastres del pasado.
Esperanza se sorprendió gratamente de lo fácil que le resultó entenderse con el padre de Sebastián, que tenía un humor muy sano e ingenioso. Con Margarita le había llevado un poco más de tiempo generar confianza y afecto genuinos porque ella era muy seria y reservada. No obstante, era una mujer con un carácter afable, una vez adquirida la familiaridad.
—¿Usted sabe a dónde me va a llevar Sebastián? — preguntó Esperanza en tono confidente.
—Sí.
Esperanza se quedó viéndola, como a la expectativa.
—Pero no te lo voy a decir. Es una sorpresa que Sebastián preparó para ti y yo no la voy a arruinar.
Esperanza frunció el ceño mientras Margarita le besaba la mejilla con mucho cuidado y salía del salón.
Sabía que Sebastián tenía planeado llevarla a recorrer Europa durante tres semanas.
—¿Estás lista, hija?
Esperanza se volvió hacia la puerta y vio a su padre de pie en el umbral.
Llevaba un bastón y aunque andaba muy despacio, representaba una alegría inmensa verlo de pie, luego de las largas y dolorosas terapias de meses con un especialista en lesiones de columna.
La presencia de él fue todo lo que necesitó Esperanza para serenarse.
—Sí, papá.
Esperanza tomó su mano y juntos salieron del salón.
El matrimonio que iban a celebrar sería una ceremonia simbólica, en la que ambos expresarían sus deseos y anhelos delante de sus seres queridos más cercanos. Ya se habían casado el día anterior por el registro civil, pero Esperanza y Sebastián no profesaban ninguna religión, por lo que consideraron más significativo celebrar su unión sin ningún sacerdote que la precediera.
La madre de Sebastián no estuvo muy de acuerdo con eso porque era una mujer muy creyente y católica, no obstante, las convicciones de él y de Esperanza eran fuertes con respecto a eso. Ambos leían y conocían el origen del catolicismo, la historia y la forma en que había sido impuesta por la fuerza en América.
Lo segundo que tranquilizó a Esperanza finalmente fue ver a Sebastián.
La ceremonia se celebró en el exterior, en un espacio natural que pertenecía a la agencia con la que habían contratado. Había arreglos florales por todas partes, además de las flores y la naturaleza que tenían a su alrededor.
Varias instalaciones de luces cálidas habían sido dispuestas y extendidas de modo que pendían sobre las personas. Hacía una bonita tarde soleada.
Esperanza y su padre caminaron lentamente, pero ella no podía sentirse más dichosa de que fuera él quien la acompañara.
Unió su mano con la de Sebastián y él le sonrió con un amor infinito.
—Te amo, Esperanza.
—Te amo, Sebastián.
Aunque ninguno de los dos lo supiera todavía, ella ya estaba en embarazo del primer mes.
Era niña y la llamarían Lili.
ESTÁS LEYENDO
La chica de la limpieza
ChickLitSebastián acaba de entrar a trabajar como neurólogo en el Hospital Nueva Fundación. Es un hombre serio, profesional y muy organizado que sólo quiere realizar un buen trabajo y ejercer su pasión: la medicina. Su visión práctica y cuadriculada cambia...