Capítulo 9
—Buenas tardes, doctor. Diana me dijo que me necesitaba.
Sebastián apartó la vista de su computador.
Nicolás estaba parado en el umbral de la puerta.
—Hola, Nicolás. Cierra la puerta, por favor.
Él lo hizo.
—Siéntate — pidió Sebastián señalando la silla que había frente a su escritorio.
Nicolás se sentó.
Hubo un silencio algo incómodo. Sebastián buscaba las palabras para expresarse.
—Tú eres amigo de Esperanza — afirmó.
Él asintió con una expresión de reserva.
—Yo... quiero ayudarla, Nicolás, pero no sé cómo — confesó al fin — ¿Sabes si alguna vez ha visto a un dermatólogo?
Nicolás se relajó un poco.
—Ella me contó que vio a alguien cuando era muy joven, pero no era un médico y mucho menos dermatólogo. Le vendió una mezcla extraña que no hizo más que empeorar su aspecto. Luego de eso, decidió dejar de intentar.
—Claro — repuso Sebastián —. La cuestión es que no se trata sólo de su aspecto. Esperanza necesita que la vea un especialista. Mi conocimiento sobre dermatología es muy básico, pero sí sé que la clase de acné que ella tiene es muy doloroso y puede generarle quistes.
Nicolás lo sabía y por eso era que la besaba en la coronilla al despedirse.
—Pero un especialista es costoso, doctor. El seguro médico que nosotros tenemos no cubre ese tipo de tratamientos.
—Sí, entiendo. Por eso contacté a una amiga mía que es dermatóloga y está dispuesta a ver a Esperanza esta misma tarde. La cuestión es que ella no confía en mí y no me conoce. Yo esperaba que tú pudieras ayudarme a convencerla de ir.
Nicolás frunció los labios.
—Esa va a ser la parte difícil, doc. Esperanza siempre va directo de su casa al trabajo y del trabajo a su casa.
—Yo podría intentar hablar con ella, pero tendría que ser cuando termine su turno porque no quiero causarle problemas.
—No creo que ella quiera escucharlo y muchos menos ir con usted a algún lugar — replicó Nicolás con sinceridad —. Es muy reservada y con toda razón. De hecho, ya que estamos hablando de Esperanza, espero que las intenciones que usted tenga sean buenas. Yo ya trabajaba aquí cuando ella llegó y he sido testigo de la forma en que casi todo el mundo la trata, las burlas y las ofensas que ha aguantado, no sólo por su rostro sino por ser una empleada de la limpieza — miró a Sebastián con gravedad —. Entonces, si quiere ser su amigo o acercarse a ella con otro tipo de interés, trátela bien. Lo que menos necesita es que le rompan el corazón.
—Quiero ayudarla, Nicolás — se limitó a contestar Sebastián.
Admiraba el afecto y la comprensión de Nicolás, pero no iba a discutir con él los sentimientos que tenía hacia Esperanza.
—Muy bien — se puso en pie —. Entonces dígame a qué hora y a qué lugar debo ir con ella. Ya me inventaré algo.
Sebastián le envió al celular la dirección de la clínica.
Le agradeció a Nicolás y él se marchó.
«Hola, Sebastián. Espero que te encuentres muy bien. Me gustaría invitarte a salir a comer esta noche, como una forma de darte la bienvenida al hospital».
Otra vez era Lina.
Esa chica lo detenía en los pasillos y aparecía por su oficina sin avisar. Hablaba mucho y él tuvo que decirle de forma muy respetuosa que estaba interrumpiendo su trabajo.
Pero ella recurría también a los mensajes. Continuaba dejándole uno tras otro, ya que al parecer, no entendía lo que significaba que alguien no los contestara. Luego de haberse enterado por Andrés que le habían asignado el puesto de forma inmeritoria, la imagen que él tenía de Lina no había mejorado.
Lo que restaba del día de Sebastián ya estaba reservado para Esperanza.
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La chica de la limpieza
ChickLitSebastián acaba de entrar a trabajar como neurólogo en el Hospital Nueva Fundación. Es un hombre serio, profesional y muy organizado que sólo quiere realizar un buen trabajo y ejercer su pasión: la medicina. Su visión práctica y cuadriculada cambia...